SAVALnet CL

https://www.savalnet.cl/mundo-medico/reportajes/entre-la-rabia-y-la-muerte.html
01 Septiembre 2014

El séptimo caso de sobrevida en el mundo:

Entre la rabia y la muerte

  • Dr. Rodney Willoughby

    Dr. Rodney Willoughby

  • Jeanna Giese y Dr. Willoughby

    Jeanna Giese y Dr. Willoughby

  • Dr. Sergio Gálvez Gómez

    Dr. Sergio Gálvez Gómez

  • Dres. Gálvez y Willoughby examinan a César

    Dres. Gálvez y Willoughby examinan a César

  • César Barriga el día de su alta médica

    César Barriga el día de su alta médica

El 10 de agosto de 2013, se confirmó el resultado positivo de rabia humana en un joven mordido por un perro en Quilpué. Pese a su gravedad, logró sobrevivir gracias al esfuerzo médico y al apoyo familiar. A un año de la proeza médica, César Barriga se encuentra sano y realizando una vida normal.

Las zoonosis son enfermedades transmitidas al hombre a partir animales e incluyen –según su origen- a agentes infecciosos virales, bacterianos, fúngicos, parasitarios y priónicos, los que utilizan, muchas veces, vectores que ocupan diversos mecanismos de transmisión para perpetuar sus ciclos, donde el hombre –generalmente- es un huésped accidental.

La rabia se inserta dentro de este grupo y es causada por un virus ARN, género Lysavirus, de la familia Rabdoviridae, que infecta a numerosos animales, especialmente, mamíferos. Posee dos antígenos principales, uno externo, gluco-proteico, responsable de los anticuerpos neutralizantes y otro interno, núcleo-proteico, grupo específico, que genera anticuerpos útiles en el diagnóstico de la rabia intracerebral, sin eficacia protectora. Desde el punto de vista anátomo-clínico, es una encéfalomielitis aguda viral que se propaga a las personas por el contacto estrecho con la saliva infectada a través de mordeduras o arañazos. 

Ha sido registrada meticulosamente por más de dos mil años. Su misterioso origen, su capacidad para transformar a un perro domesticado en una bestia feroz, su largo e impreciso periodo de incubación y los dramáticos síntomas que preceden al final fatal de esta enfermedad en los humanos, constituyen un cuadro aterrador y, al mismo tiempo, irresistible que ha merecido la atención de escritores y pensadores de la Antigüedad.

Una de las primeras descripciones de la enfermedad –que ha sobrevivido hasta nuestros días- es la de Aristóteles (siglo IV a.C.) que señaló que “la rabia vuelve loco al animal. Es fatal para el propio perro y cualquier otro animal mordido por éste, con excepción del hombre, morirá”. 

Hipócrates también representó la sintomatología de la enfermedad. Él recomendaba como prevención la madera de boj (Buxus). En su libro “Aires, aguas y lugares” desarrolló la influencia del medio ambiente en la enfermedad, porque los griegos concebían los problemas de salud como una interrelación entre el hombre y la naturaleza.

Autores posteriores, muchos de los cuales dudaron en cuestionar la credibilidad del gran filósofo griego, se mostraron sorprendidos por la referencia de Aristóteles a la supuesta insusceptibilidad del ser humano para ser contaminado por la rabia. 

Así, algunos autores propusieron que, originalmente, el agente causal de la rabia no podía contagiar al hombre y solamente al cabo de los siglos el misterioso agente causal de esta enfermedad había adquirido la capacidad de afectar al ser humano. Sin embargo, el médico renacentista Girolamo Fracastoro hizo notar que Aristóteles solamente quería recalcar el hecho de que no todos aquellos humanos mordidos por un perro rabioso desarrollarían la enfermedad en forma obligatoria.

Los romanos recibieron como legado de los griegos muchas ideas sobre salud y medicina y desarrollaron muy bien los aspectos sanitarios. Una descripción de la rabia más precisa y detallada es proporcionada en el libro De medicina de Celso, un médico que vivió en el siglo I en el apogeo del Imperio Romano, donde una frase en el texto ha llamado poderosamente la atención de los historiadores de la medicina: “...especialmente en los casos en que el perro es rabioso, el virus debe ser drenado con una ventosa de vidrio”. 

Nadie se atrevería a pensar que Celso identificó al agente de la rabia como un virus en el sentido moderno del término. Sin embargo, él utilizó la palabra virus para denotar al agente causal de la rabia. Es probable que tal distinción no haya sido accidental, con ella Celso sólo estaba advirtiendo que el agente de la rabia era transmitido por medio de la saliva viscosa del perro rabioso.

El poeta romano Ovidio y Plinio, escritor latino, científico, naturalista y militar romano en el siglo I d. C creían que la causa de la rabia se encontraba en un “gusano de la lengua del perro”, por esta razón en aquella época se cortaba el freno de la lengua del animal y se extirpaba un pliegue en el cual pudiera estar el gusano, teoría que permaneció hasta Pasteur.

Con el descubrimiento microbiano ocurrido en la mitad del siglo XIX, fue posible dar el gran brinco en el tratamiento contra la rabia. La forma eficaz de impedir que las personas murieran por su causa empezó con la vacuna de Louis Pasteur, logrando la tan esperada posibilidad de tratar a las personas agredidas por animales supuestamente rabiosos, que era uno de los importantes problemas de salud pública de la época.

Cuando Pasteur comenzó sus estudios sobre el tema, ya se conocía bastante sobre la enfermedad, específicamente, sobre la transmisión a través de mordeduras de animales y la presencia de un virus en la saliva; además, el cuadro clínico estaba bien descrito y también el período de incubación.

Tras experimentar con la saliva de animales afectados por la enfermedad, Pasteur llegó a la conclusión de que la patología residía en los centros nerviosos inyectando un extracto de la médula espinal de un perro rabioso a animales sanos, éstos mostraban síntomas de rabia. Estudiando los tejidos de animales infectados, sobre todo conejos, consiguió desarrollar una forma atenuada del virus que podía emplearse en inoculaciones. 

Él fue el científico que hizo una revolución en la forma de tratar la rabia. Si bien el tipo de vacuna y el número de dosis ha evolucionado, el tratamiento preventivo antirrábico a personas agredidas por animales sigue teniendo las mismas bases.

Transmisión y manifestaciones clínicas

La rabia está presente en casi todos los continentes, excepto en la Antártida. Las personas se contagian por la mordedura o el arañazo profundo de un animal infectado. Los perros son los principales huéspedes y transmisores. Son, en casi todos los casos, los vectores que originan las más 50 mil muertes por rabia humana que se calcula ocurren, anualmente, en Asia y África.

Los murciélagos son la principal fuente de infección en los casos mortales de rabia en los Estados Unidos y Canadá. La rabia del murciélago se ha convertido recientemente en una amenaza para la salud pública en Australia, América Latina y Europa Occidental. Sin embargo, en estas regiones el número de muertes es pequeña en comparación con las provocadas por mordeduras de perros infectados. Los casos mortales en humanos por contacto con zorros, mapaches, mofetas, chacales, mangostas y otros huéspedes carnívoros salvajes infectados son muy raros.

“La vía de entrada en el organismo es a través de heridas de la piel. El virus se replica en las células musculares que rodean a la herida y en algún momento, durante el periodo de incubación, se adhiere a los receptores nicotínicos de acetilcolina de las células nerviosas periféricas en las uniones neuromusculares. Así se desplaza en el interior de los axones de los nervios a una velocidad de 0,127 a 0,381 metros por día mediante transporte axónico retrógrado, por lo que puede llevar días a semanas antes de que alcance las neuronas motoras de la médula espinal. Por esta razón, es posible la profilaxis postexposición. La administración oportuna de la inmunoglobina antirrábica o la vacuna impide la diseminación del virus al sistema nervioso central y detiene la enfermedad”, destacó el médico veterinario Alonso Sepúlveda Hernández, creador del proyecto “Tenencia responsable de mascotas en Valparaíso, Viña del Mar, Quilpué”, quien trabajó el tema de manera responsable y técnica hace unos años atrás.

Mientras se desarrolla la infección, a medida que asciende rápidamente al cerebro, el virus se replica en las neuronas motoras de la médula espinal. Cuando se encuentra en éstas, pasa inadvertido a la vigilancia inmunológica del organismo. El virus se disemina a muchos tejidos a través de los nervios periféricos. La brotación de las partículas infecciosas, a partir de las células infectadas, tiene lugar en las glándulas salivales y se excretan partículas virales que son transmisibles a otros mamíferos. 

El periodo de incubación suele ser de uno a tres meses, pero puede oscilar entre menos de una semana y más de un año. La primera manifestación del virus es la fiebre que, a menudo, se acompaña de dolor o parestesias en el lugar de la herida. A medida que el virus se propaga por el sistema nervioso central se produce una inflamación progresiva del cerebro y la médula espinal que acaba produciendo la muerte.

“Además, depende, entre otros factores, del sitio de inoculación, carga viral inoculada, distancia entre el cerebro y la zona de la mordedura y factores inmunológicos, lo que hace que “la población infantil se encuentre entre las más expuestas y en mayor desventaja”, enfatiza el veterinario.

En perros y gatos, agrega, “este periodo puede variar de 10 días a varios meses. Sin embargo, la excreción del virus por la saliva aparece de dos a cinco días antes del comienzo de los síntomas clínicos y persiste hasta la muerte del animal, en esto se fundamente la observación por 10 días después de la mordedura, el que debe aplicarse a perros, gatos y hurones”.

La enfermedad puede adoptar dos formas: rabia furiosa con signos de hiperactividad, excitación, hidrofobia y, a veces, aerofobia, donde la muerte se produce a los pocos días por paro cardiorrespiratorio; y rabia paralítica que representa, aproximadamente, un 30 por ciento de los casos humanos y tiene un curso menos dramático y, generalmente, más prolongado que la forma furiosa. Los músculos se van paralizando gradualmente, empezando por los más cercanos a la mordedura o arañazo. El paciente va entrando en coma lentamente y acaba por fallecer. A menudo, la forma paralítica no se diagnostica correctamente, lo cual contribuye a la subnotificación de la enfermedad.

Sin intervención médica la enfermedad suele durar de dos a seis días y, a menudo, la muerte sobreviene a consecuencia de parálisis respiratoria. Los mecanismos fisiopatológicos que ocasionan el desenlace fatal en la rabia no son conocidos. Con las terapias de cuidado intensivo existentes en la actualidad, se han observado períodos prolongados de supervivencia más allá de los 15 a 21 días descritos en el pasado, llegando a 70 a 90 días. 

En 2004, en los Estados Unidos se entregó la primera información de la cura de la rabia en una paciente que no recibió vacuna. En este caso se realizó un tratamiento en base a la utilización de antivirales y sedación profunda, denominado protocolo de Milwakee, que demanda un alto nivel de cuidados intensivos y costos de manejo significativos que ha tenido éxito limitado en años recientes con sobrevivientes en Estados Unidos, Brasil y Chile. 

Rodney Willoughby y el caso Estadounidense

El 12 de septiembre de 2005 el doctor Rodney Willoughby estaba de turno en el Hospital de Niños de Wisconsin cuando recibió a una quinceañera que presentaba una encefalitis. La joven Jeanna Giese, un par de días antes, había comenzado a experimentar visión doble, fiebre, problemas para hablar y un movimiento involuntario en su brazo derecho. 

Los médicos no tenían claro lo que era, hasta que su madre recordó algo que había pasado en misa un mes atrás: un murciélago había entrado a la Iglesia de día, volando de manera errática y chocando con los vidrios del lugar. Jeanna, como buena amante de los animales, se compadeció del pequeño animal, lo tomó y sacó del templo. En el proceso, el murciélago la mordió en el índice izquierdo y ahí comenzó la pesadilla.

Se enviaron muestras de suero, líquido cefalorraquídeo (LCR), biopsias de piel y saliva a los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) en Estados Unidos para el diagnóstico de rabia. Se confirmó la presencia de anticuerpos específicos contra la rabia en su LCR y suero. Fue cuando el doctor Willoughby junto a un grupo de especialistas se encerró a estudiar una potencial vía de tratamiento que dejara atrás lo que ya se había probado anteriormente sin éxito. 

A los padres de Jeanna se les ofreció dos vías de abordaje: cuidados paliativos o un tratamiento agresivo que nunca se había ensayado que consistía en una estrategia combinada de fármacos antiexcitatorios y antivirales junto con cuidados de sostén. Eligieron la segunda opción.

Intubaron a la joven, le indujeron un coma con ketamina y midazolam durante siete días. No la inocularon contra la rabia, pero sí le administraron dos antivirales: ribavirina y amantadina. Durante su estado comatoso monitorizaron constantemente la presencia de anticuerpos contra la rabia y de ácidos nucleicos del virus en la saliva. Luego de una semana, se redujeron los fármacos antivirales. Jeanna fue recobrando su estado de alerta de manera progresiva y a los 31 días se la retiró del aislamiento de hospitalización, porque sus títulos de anticuerpos neutralizantes en el LCR y la sangre eran altos. No se detectaron virus o ácidos nucleicos en la saliva: el virus había sido eliminado

Después de 76 días recibió el alta. Regresó al colegio y en 2007 se graduó. Sus secuelas son menores: entumecimiento en el dedo mordido, alteración del tono de su brazo izquierdo y un andar más amplio cuando corre. Esta joven se hizo conocida mundialmente por ser la única sobreviviente de la rabia que no recibió ninguna profilaxis postexposición. 

Este evento condujo al establecimiento del protocolo Milwaukee para el tratamiento de, al menos, seis pacientes más que no tuvieron la misma recuperación de Jeanna, todos fallecieron, pero en agosto de 2013 se encendieron nuevamente las alertas y el protocolo comenzó a activarse: Chile presentaba un nuevo y desafiante caso. 

La salud pública chilena a prueba

A más de 8.600 kilómetros del Hospital de Niños de Wisconsin en Milwaukee, ocho años después del caso de Jeanna Giese el doctor Rodney Willoughby se enteró que en Chile se estaba comenzando a tratar a un paciente con probabilidades de haber contraído el virus de la radia.

Se trataba de César Barriga Torrejón, un joven de 25 años que medía un metro noventa, pesaba 122 kilos con un IMC de 33,8 kg/mⁿ y era oriundo de la comuna de Quilpué, capital de la Provincia de Marga-Marga en la Región de Valparaíso. 

El 17 de julio de 2013, mientras transitaba en moto por los alrededores de la plaza comunal, fue mordido en la pierna derecha por varios perros “callejeros”. Recibió la primera atención médica en Clínica Los Carrera donde le suministraron la primera dosis de vacuna antirrábica y suero antitetánico. Sin embargo, no recibió las restantes programadas. 

A los 12 días, comenzó una cefalea intensa y fotofobia que disminuyó con paracetamol. El 1 de agosto presentó una retención urinaria, por lo que volvió a consultar en la misma clínica, donde lo hospitalizaron por 48 horas con diagnóstico de prostatitis por urólogo. Se le trató con ceftriaxona y amikacina. Luego del alta presentó síndrome confusional, dificultad para levantarse y caminar, persistencia de cefalea y desorientación temporo-espacial, además de afasia de expresión y tetraparesia fláccida. Ante este escenario, fue evaluado por un neurólogo que sospechó una encefalomielitis aguda diseminada, por lo que solicitó resonancia nuclear magnética (RNM) y traslado inmediato a la UCI del Hospital de Quilpué, lugar en el que se le practicó un punción lumbar (PL), luego de lo cual fue derivado de urgencia a la UCI del Hospital Dr. Gustavo Fricke de Viña del Mar.

El 4 de agosto, César “llegó en coma, llegó con una descompensación respiratoria, hizo un cuadro convulsivo, llegó muy grave. Ingresó con un APACHE de 22 puntos, lo que evidenció su estado. Sin tener un diagnóstico específico su estado ya era grave y cuando lo hicimos, nos dimos cuenta que el grado de mortalidad era mucho más alta aún”, reconoce el doctor Sergio Gálvez Gómez, médico de la Universidad Católica, anestesiólogo de la Universidad de Chile e intensivista de la Universidad Católica de Lovaina en Bélgica, que abordó el caso como jefe de la UCI del Hospital Gustavo Fricke de Viña del Mar en ese momento.

Este joven fuerte y sano se encontraba en la UCI del hospital, inconsciente y conectado a un ventilador, luego de haber llegado con convulsiones y con su encéfalo inflamado. “Le hicimos una batería de exámenes y algunos conducían a que se podía tratar desde un herpes, pasando por enterovirus hasta una tuberculosis, porque muchas enfermedades pueden dar un cuadro similar”, señala el experto. Pero este caso tenía dos particularidades: un problema de retención urinaria, algo raro para su edad; y el hecho anecdótico de haber sido mordido por unos perros. 

En Chile, existe un solo laboratorio para el diagnóstico de rabia, perteneciente a la Sección Rabia del Instituto de Salud Pública (ISP), que ha permitido visualizar en forma global el comportamiento epidemiológico de esta enfermedad a través de los años y cómo han influido los programas de control de la rabia en el descenso de los casos. 

Desde 2005, tienen la autorización de Agencia Nacional de Seguridad Sanitaria de la Alimentación, Medio Ambiente y el Trabajo de Francia (ANSES) para realizar la cuantificación de anticuerpos antirrábicos de mascotas que ingresan a países de la Unión Europea (UE) y son ellos los encargados de realizar, en forma oportuna, el diagnóstico de rabia de las muestras provenientes del sistema de vigilancia activa de las distintas secretarias ministeriales de salud de todo el país.

El 7 de agosto enviaron los primeros resultados que indicaron presencia de anticuerpos de rabia en las muestras de líquido cefalorraquídeo y de suero provenientes de la Región de Valparaíso. Pero en el Hospital Dr. Gustavo Fricke vieron esto como algo improbable, porque César había hecho el cuadro a pesar de haber sido inoculado. Tomaron una nueva muestra, 48 horas después. “Los títulos antirrábicos se multiplicaron por cinco. “No sólo no estaban negativos, sino que subieron cinco veces respecto a lo que se vio en la pulsión inicial. Era algo grave, por lo que presentamos el tema a los expertos mundiales y al CDC y todos coincidieron que los títulos de anticuerpos que elevó César eran consistentes con infección rábica. No hubo otra explicación. Era una rabia”, recuerda el doctor Gálvez.

El mismo Rodney Willoughby, experto internacional en rabia, especialista en enfermedades infecciosas y profesor del Colegio Médico de Wisconsin que ha desarrollado una serie de investigaciones y publicaciones en el área confirmó el diagnóstico y viajó a Chile a prestar asesoría y colaboración en todo lo que estuviese a su alcance. De hecho, con el doctor Gálvez sostuvieron correspondencia y contacto telefónico.

En el caso de César Barriga se aplicó el protocolo instaurado por el doctor Willoughby, pero con algunas variaciones. “Cada paciente es distinto. Para nosotros fue muy importante el monitoreo de la presión intracraneana, porque nos permitió detectar a tiempo problemas de ese tipo y evitar complicaciones”, dijo el ucista.

“Cuando uno lee la información de la literatura, te encuentras con que la rabia está definida como una enfermedad que tiene 100 por ciento de mortalidad. Estadística que ya no es tan real, por varias razones. Una de ellas es que la mayor parte de los casos se dan en países subdesarrollados, en donde los pacientes no alcanzan a llegar al hospital y menos a cuidados intensivos. No es lo mismo decir tengo una mortalidad del 100 por ciento en donde no hay atención sanitaria, a tener una mortalidad de tal envergadura con toda una infraestructura detrás. Hay que hacer esa distinción”, recalca el doctor Gálvez. 

En Chile la eficiencia de los servicios sanitarios estatales y la valiosa colaboración de la empresa privada han obtenido logros envidiados por países más desarrollados como, por ejemplo, la erradicación y el control de la rabia, que ha disminuido significativamente en los últimos años, pasando de una situación endémica a la presentación de casos esporádicos. El último incidente de rabia humana por virus de origen canino fue en 1972, mientras que por virus de origen murciélago fue en 1996.

Los programas de control en el país han demostrado gran eficacia y se han basado en tratamiento antirrábico de personas mordidas; vacunación canina; diagnóstico clínico y de laboratorio; vigilancia en perros y otros animales, controlando a los perros mordedores; eliminación de perros vagos; y educación sanitaria. 

“Tenemos la fortuna de contar con una organización sanitaria buena que se fue organizando en el tiempo, lo que ha permitido acceso a una protección bastante más efectiva. Este paciente, en particular, fue atendido en la primera instancia después de haber sido mordido. Se aplicó el protocolo de vacunación que, en ese entonces, estaba vigente, el cual desafortunadamente fue incompleto y el paciente desarrolló la enfermedad. Una de las discusiones que se produjo después, fue si el paciente hubiese tenido el protocolo completo, hubiese cursado la enfermedad. En ese momento, el protocolo había quedado planteado en que si el perro era un perro “conocido” o “evidentemente enfermo” se aplicaba una primera dosis y después no era necesario completar el resto, lo que demostró ser erróneo. A raíz de este caso, el ministerio de Salud aprobó una norma técnica sobre vacunación antirrábica en humanos que vino a actualizar la anterior: ahora cualquier persona que ha sido mordida por un perro tiene que vacunarse completamente con las cinco dosis que forman parte del tratamiento completo”, señala el especialista.

“El año pasado, comenta el experto, estuve en Canadá, presentando este caso en el Congreso Mundial de Rabia celebrado en Toronto. Ahí me di cuenta que la mayor parte de los casos se producen en lugares donde no hay acceso a atención sanitaria y los pacientes, por lo tanto, evolucionan naturalmente hacia la muerte. Cosa muy diferente pasa cuando tienes un país que está organizado como el nuestro.”.

Rabia o no rabia, he ahí el dilema

Jeanna Giese hizo historia como la única sobreviviente de rabia que no recibió ninguna profilaxis postexposición, algo que llamó la atención de la comunidad médica internacional que relativizó la efectividad del tratamiento. Incluso se llegó a especular que la recuperación estaba relacionada con una infección por una variante atenuada del virus de la rabia más que por su tratamiento, algo que no se va a poder comprobar, porque no se recuperó el virus de los líquidos corporales de la paciente estadounidense. 

Antes de confirmarse el caso chileno –en paralelo a las labores de búsqueda del perro que mordió al joven- y tras la sospecha de las autoridades, se realizó un operativo sanitario de vacunación antirrábica para perros y gatos en el centro de la comuna de Quilpué, sobre todo, en el radio considerado como posible foco. La idea era realizar una labor preventiva y dar con el paradero del presunto causante del virus.

“A nosotros nos pasó algo similar a lo ocurrido en Estados Unidos. Hubo quienes trataron de decir que esto no era rabia, que era otra cosa, pero los estudios realizados por el ISP en conjunto con el CDC de Atlanta confirmaron los resultados que se habían analizado en las muestras de este paciente: el caso era positivo. No podremos saber si fue provocado por un perro o un murciélago. No conseguimos tipificar el virus. Sabemos que al paciente, efectivamente, lo mordió un perro, su tiempo de evolución fue muy corto y en la zona del ataque no se encontró ningún can con rabia. Sin embargo, en la zona donde vivía César se detectaron murciélagos que estaban positivos por rabia”, señala el doctor Gálvez.

Como ninguno de los perros dio positivo, no se tiene convicción total de si fue un virus canino o murciélago. “Es mucho más improbable una rabia canina, porque Chile está libre de ella. No se encontró al animal agresor y los perros del sector no dieron positivo. Entonces la teoría es que un murciélago habría infectado a un perro y éste habría transmitido la infección al quilpueíno”, sentencia el médico veterinario Sepúlveda.

“Se puede hablar mucho sobre este caso, pero uno debe contrastar la teoría con la realidad. Cuando faltan las explicaciones uno puede inventar muchas cosas, pero aquí uno tiene que quedarse con los hechos. No podemos hacer vista gorda de la realidad. El paciente llegó grave, al lugar adecuado, donde teníamos toda la infraestructura para tratarlo, se realizaron los procesos que debían hacerse. Él tuvo un tratamiento bastante ventajoso y tuvo un respaldo muy sólido, desde todo punto de vista. Eso, seguramente, contribuyó a que pudiera tener una posibilidad de sobrevivir. En el camino hizo complicaciones, en ningún momento fue un paciente fácil. Estuvo en ventilación mecánica cerca de 40 días y sobrevivió a pesar de todo eso. Tuvo la fortuna de que había un apoyo sistemático y un servicio de urgencia que estaba bien organizado y eso llevó a que el trabajo se realizara bien”, argumentó el doctor Gálvez. 

Sobre la interrogante de qué tienen en común los siete pacientes que han sobrevivido al virus, para el doctor Gálvez la explicación es simple: no hay que ser fatalistas. “Es verdad que la estadística es demoledora, pero se debe a que existe una visión fatalista que está mal estructurada, porque esa mortalidad es casi sin tratamiento. El primer cambio que uno debería asumir, por la experiencia, es que el paciente tiene derecho a una oportunidad de ser tratado con todo. El riesgo de que se muera es alto, pero también existe una probabilidad, aunque sea pequeña, de que sobreviva con algunas secuelas. Teníamos temor de que tan dañado quedaría el cerebro de César con una encefalitis como esta. Curiosamente en los estudios anatómicos de los pacientes que se han muerto por el virus prácticamente no se encontraron lesiones anatómicas, algo curioso. Se estima que provocaría trastornos metabólicos dentro del cerebro y que, por esa vía, serían reversibles las lesiones que origina. Por supuesto puede provocar secuelas, pero en general tienen una vida relativamente normal. César sólo tiene dificultades para caminar, pero ha podido lograr tener una vida normal. Si trabaja bien su proceso, con el tiempo eso pudiese mejorar mucho más”. 

La comunidad médica internacional consideró que este caso fue un éxito real. “Ahora, son pocos, por eso para nosotros es importante este resultado. Lo que queremos transmitir es: no le demos la espalda a estos pacientes, no los declaremos terminales, démosle la posibilidad de que entren a cuidados intensivos y hagamos un esfuerzo por ellos, porque son pacientes, generalmente, jóvenes. Si en Chile apareciese otro caso de rabia tiene que hacerse lo mismo: un esfuerzo real, serio y volver a la carga con todo lo que se necesite. Tiene grandes probabilidades de morir, pero también de sobrevivir”, manifiesta el intensivista.

A un año de esta proeza, que puso a prueba a la salud pública del país, el doctor Gálvez reflexiona sobre el significado de este hito. “Le he dado hartas vueltas. Voy a ser bien franco. Para mí ha sido sorprendente la reacción externa, porque yo trabajo en intensivo hace casi 30 años. Hemos hecho el esfuerzo con muchos pacientes como César, obviamente no con una rabia, pero si con un caso de extrema gravedad. Hemos librado batallas muy grandes, donde a veces nos ha ido bien y otras mal. En este caso en particular, fue el contexto el que hizo la diferencia. Es cierto que se trató del primer caso de rabia humana con sobrevida en Chile, de alguna manera, eso marca un hito. Nos tocó a nosotros la fortuna de haberlo ayudado, pero yo no me siento ni iluminado ni mucho menos. Esto fue la prueba fiel de que trabajando en equipo, con convicción y respaldo necesario, las cosas salen bien”. 

Tuvieron como equipo una condición privilegiada. Por eso el médico se queda con una sensación muy grata, “porque cuando tienes las herramientas y te apoyan, se pueden hacer cosas extraordinarias, a veces, sin saberlo. Yo no estaba consciente de qué tan extraordinaria era esta situación, hasta mucho tiempo después. Fue una excelente experiencia el haber formado parte de ese logro. Lo guardo como una situación especial, porque en mi vida profesional no creo que vuelva a tratar otro caso como este, estadísticamente, es altamente improbable, porque en Chile la rabia está completamente erradicada”. 

“Hay que destacar el esfuerzo que hizo nuestra gente del sector público que trabajó a conciencia: el personal de enfermería, los paramédicos y los colegas se portaron muy bien e hicieron un trabajo impecable. Así es que tengo que estar agradecido por haber podido dirigir a ese grupo en ese minuto. Este éxito es compartido. Para ellos también debe ser motivo de orgullo y te aseguro que ellos tampoco son conscientes de eso. Este trabajo es el que estamos acostumbrados a hacer en las unidades de cuidados intensivos de todo el país. La diferencia fue el paciente. Este fue un caso grave más, con una connotación diferente”, finaliza.

El 22 de julio pasado, la Cámara de Diputados despachó un proyecto de ley de tenencia responsable de mascotas y animales para implementar en el país, donde además de elevar las penas a quienes abandonen a los animales, obligará a los dueños a mantener esterilizados a sus perros y a colocarles un chip electrónico, que permitirá inscribirlos en un registro nacional del ministerio de Salud. La normativa pretende focalizar el tema como una problemática de salud pública, donde el factor principal es la responsabilidad de los dueños. 

La adopción de un animal es una responsabilidad: además de afecto, necesitan cuidados y protección necesaria tanto para su bienestar, el de su entorno familiar y el de la comunidad a la que pertenecen.

Por Carolina Faraldo Portus

Dr. Rodney Willoughby

Dr. Rodney Willoughby

Jeanna Giese y Dr. Willoughby

Jeanna Giese y Dr. Willoughby

Dr. Sergio Gálvez Gómez

Dr. Sergio Gálvez Gómez

Dres. Gálvez y Willoughby examinan a César

Dres. Gálvez y Willoughby examinan a César

César Barriga el día de su alta médica

César Barriga el día de su alta médica

Mundo Médico

Destacado Galería Multimedia

XVIII Curso de Prevención Cardiovascular

29 Abril 2024

El tradicional encuentro organizado por la Sociedad Chilena de Cardiología, y dirigido por los doctores Mónica Acevedo, María Virginia...

Actualización y conocimiento en curso de urología

13 Abril 2024

Profesionales nacionales y extranjeros se encontraron en el Hotel Mandarín Oriental de Santiago (Chile), con el fin de compartir novedad...