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11 Septiembre 2017

Demencia: de la esperanza a la realidad

La disminución de este síndrome clínico en adultos mayores estadounidenses se debería a una menor presencia de accidentes cerebrovasculares. Científicos miran con extrema cautela las conclusiones de un estudio publicado en el JAMA Neurology.

“La demencia es una condición adquirida en que la persona padece de una global pérdida de sus capacidades intelectuales, que lo hacen rendir por debajo del nivel que le corresponde, presentándose dificultades para realizar las actividades cotidianas. Esta es una patología multifactorial que tiene, al menos, alrededor de cien causas, siendo la principal la enfermedad de Alzheimer”. Un escenario que sin dudas preocupa, particularmente a los hombres y mujeres que ya cruzaron la línea de los 50 años de vida. Así lo plantea el doctor Patricio Fuentes Guglielmetti, neurólogo chileno y especialista en trastornos cognitivos del adulto mayor.

Y si hablamos de una radiografía global, las cifras que entrega la Organización Mundial de la Salud (OMS) tampoco son muy alentadoras, ya que 47 millones de personas sufren la enfermedad y cada año se registran 9,9 millones de nuevos casos. El organismo internacional la define como un síndrome que implica el deterioro de la memoria, intelecto, comportamiento y la capacidad de llevar una vida normal, aunque precisa que, si bien su incidencia es mayor en la tercera edad, no constituye una consecuencia directa del envejecimiento. En este contexto, el alzhéimer es la causa de demencia más común, acaparando entre un 60 y 70 por ciento de los casos.

En lo que existe plena coincidencia es que la demencia genera altos índices de discapacidad y dependencia entre las personas mayores en el mundo entero, caracterizándose por acarrear un fuerte impacto físico, psicológico, social y económico en los cuidadores, familias y en la comunidad. Lamentablemente también carga con un estigma social que en ocasiones roza la discriminación, lo que sin dudas juega en contra de la implementación efectiva de estrategias de manejo o bien simples herramientas prácticas que puedan mejorar la calidad de vida de los enfermos. Falta información, además de conciencia y empatía en la población.

Sus causas aún no son claras y su manifestación se asocia a combinaciones variables de factores de riesgo genético y ambiental. Algunas investigaciones han revelado una relación entre la aparición de deterioro cognitivo y factores de riesgo vinculados con estilos de vida que también son comunes a otras enfermedades no transmisibles, como la inactividad física, la obesidad, las dietas desequilibradas, el consumo nocivo de tabaco y alcohol, la diabetes y la hipertensión. Otros factores de riesgo modificables son la depresión, el bajo nivel educativo, el aislamiento social y la inactividad cognitiva. Se apunta también a diversas enfermedades y lesiones que afectan al cerebro de forma primaria o secundaria, como el alzhéimer o los accidentes cerebrovasculares.

“Es difícil saber su prevalencia, ya que habría que efectuar estudios muy complejos, laboriosos y costosos que por lo general en Chile no se hacen, por eso no conocemos la cifra actual. Es más, los datos que manejamos derivan de información aledaña que proviene de encuestas de salud y cifras internacionales que se extrapolan”, agrega el doctor Fuentes, describiendo una realidad que se da en casi todos los países de América Latina.

“No hay ningún tratamiento que pueda curar la demencia o revertir su evolución. Existen numerosas terapias nuevas que se están investigando y se encuentran en diversas etapas de los ensayos clínicos”, complementa la OMS. Sí se han diseñado acciones de carácter paliativo, tanto para el paciente como para su entorno directo. Un diagnóstico precoz evidentemente podría ayudar, enfatizan los profesionales que se desempeñan en el área de la salud mental.

Según pronósticos de organismos especializados, en 2030 la demencia podría afectar a 75 millones de personas y a 132 millones, dos décadas más tarde. Este incremento se explicaría por el mayor número de casos en países de ingresos bajos y medios. ¿Pero qué pasa en las naciones desarrolladas? Al parecer se vislumbra una luz al final del túnel.

Generación postguerra

En Estados Unidos, las tasas de Alzheimer y de otras formas de demencia en adultos mayores han disminuido considerablemente durante la última década. Así se desprende de un estudio publicado en la revista JAMA Neurology (doi:10.1001/jamaneurol.2017.1964), en el cual se analizaron a casi mil 400 hombres y mujeres a partir de los 70 años de edad.

El sondeo, llevado a cabo entre 1993 y 2015, permitió concluir que la cantidad de casos de demencia pasó de 73, entre los que habían nacido antes de 1920, a apenas tres, entre quienes nacieron después de 1929. Si bien no están claros los motivos de este importante declive, sí hay entusiasmo. Un poco de esperanza es bienvenida en un área donde abundaban las malas noticias.

Los investigadores advirtieron que hay un factor que destacó por sobre los demás: las tasas de accidente cerebrovascular (ACV) e infarto cardiaco se redujeron a lo largo de las generaciones. Sin embargo, la tasa de diabetes aumentó. “Quizá estemos observando los beneficios de los éxitos durante años en la prevención de la enfermedad cardiovascular”, comenta la autora principal del trabajo, Carol Derby, profesora de investigación en el Colegio de Medicina Albert Einstein de Nueva York.

“Aunque la tasa de demencia se ha reducido, se anticipa que la cantidad de personas con esta condición aumente a medida que envejezca la generación de la post Segunda Guerra Mundial. Habrá que esperar un poco más para ver si se presentan nuevos cambios en la población”, indica.

James Hendrix, director de iniciativas científicas globales de la Asociación del Alzheimer, no es tan optimista. “El problema dista mucho de estar resuelto. Creo que la prevención es clave y lo mejor para eso es tener un estilo de vida saludable. De hecho, un estudio encontró que si las personas hicieran ejercicio, llevaran una dieta sana, dejaran de fumar y mantuvieran a raya las afecciones médicas crónicas, como la diabetes, se podría prevenir un 35 por ciento de los casos de demencia en todo el mundo”, asegura.

En la misma línea está el doctor Sam Gandy, director del Centro de Salud Cognitiva del Hospital Mount Sinai (Nueva York, Estados Unidos). “Esto no es algo inesperado. Se han documentado tendencias parecidas en Europa”. El neurólogo cree que gran parte de la reducción en la tasa de demencia es el resultado de la disminución en los índices de ACV. Esto se explica por los avances de la ciencia en el área cardiovascular.

“La salud de los vasos sanguíneos en el cerebro contribuye al riesgo de demencia. Se podría predecir que, a lo largo del tiempo, la reducción sostenida en el riesgo de ACV sería un precursor de un riesgo de demencia más bajo”, manifiesta.

“Hay tantas personas de la generación de postguerra que están envejeciendo que la cantidad de pacientes con demencia seguirá aumentando, aunque la prevalencia disminuya ligeramente", puntualiza el doctor Gandy.

Mientras la OMS está creando el Observatorio Mundial de la Demencia, a modo de contar con una plataforma de vigilancia, investigación y planificación, que además tenga la capacidad de formular políticas globales en torno a esta materia, el estudio publicado en el JAMA Neurology es mirado con extrema cautela. Sin embargo, aunque la luz que entregó el trabajo sea muy tenue, alcanza a iluminar un camino donde prevalece el misterio y la incertidumbre.

Por Óscar Ferrari Gutiérrez

Mundo Médico

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