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Con el propósito de concientizar a la población y orientar a médicos de distintas especialidades sobre el adecuado manejo del dolor, la Asociación Chilena para el Estudio del Dolor organizó en Concepción una jornada científica que profundizó, particularmente, en el dolor crónico, tanto oncológico como no oncológico. Mediante conferencias, análisis de casos clínicos y mesas redondas se debatió en torno a esta sensación de molestia permanente que, con el paso de los años, ha sido reconocida como una enfermedad en sí misma, en lugar de un “simple” síntoma de una patología diferente.

Más allá de la subjetividad que lo rodea, el dolor es definido como una experiencia sensorial o emocional desagradable, asociada a un daño real o potencial en un tejido. Todos los seres vivos que cuentan con un sistema nervioso se exponen a este sufrimiento físico y la rama de la medicina que lo estudia se denomina algología, término que no es reconocido por la Real Academia Española pero que sí es utilizado en muchos países de habla hispana.

Debido a su alta prevalencia, requiere de un enfoque multidisciplinario, sin embargo el dolor recién comenzó a ser considerado como área terapéutica específica, tanto en el plano asistencial como en investigación, a partir de 1975, con la creación de la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP). Adquiere el calificativo de crónico cuando persiste por más de seis meses y a diferencia del agudo no tiene una función de aviso protectora, de ahí, precisamente, su condición de patología.

El dolor crónico es muy frecuente. Se estima que en Europa afecta a uno de cada cinco adultos. Un tercio de ellos sufre dolor intenso y casi la mitad tiene dolor constantemente. En Chile, en tanto, según recientes estudios del Ministerio de Salud, más de cinco millones de personas padecen esta enfermedad. Si no es tratado, la calidad de vida se ve alterada y paulatinamente comienzan a asomar los trastornos del sueño, la reducción de la movilidad e incluso la depresión, lo que repercute en las relaciones familiares y la actividad sexual. La discapacidad física, social y psicológica se convierte en realidad. 

Además de todo esto, el dolor crónico también supone una carga financiera considerable para la sociedad, principalmente en los países industrializados. En Europa, es responsable de la pérdida de casi 500 millones de días laborales, lo que supone un coste financiero para la economía del Viejo Continente de aproximadamente 34.000 millones de euros, cifra nada despreciable.

En este contexto, la Universidad de Oxford (Reino Unido) realizó un estudio cuya conclusión resulta curiosa: mientras más amigos se tenga, mayor será la tolerancia al dolor físico. Se trata de una investigación llevada a cabo por doctorandos de un programa de psicología experimental, quienes se propusieron determinar si el hecho de contar con círculos de amistades más amplios promueve la síntesis de endorfinas, neurotransmisores que, entre otros efectos positivos, estimulan el placer y alivian el dolor al actuar como un potente analgésico natural.

El trabajo, denominado “La tolerancia al dolor predice el tamaño de la red social humana”, se publicó en el diario Scientific Reports (doi: 10.1038/srep25267) y contó con la participación de 101 estudiantes, saludables por cierto, de entre 18 y 35 años, reclutados principalmente en la Universidad de Oxford. 

Junto con responder un cuestionario sobre su vida social, estilos de vida y personalidad, los jóvenes tuvieron que realizar un ejercicio físico de cuádriceps. En cuclillas y con la espalda recta apoyada contra una pared, la prueba consistió en comprobar durante cuánto tiempo eran capaces de soportar una postura tan incómoda, esto con el fin de medir su tolerancia al dolor. Tal como se había previsto, resistieron más aquellos que tenían un círculo de amistades más amplio.

“Como especie, hemos evolucionado para prosperar en un entorno social rico; y, en cambio, en esta era de lo digital las deficiencias en nuestras interacciones sociales podrían ser uno de los factores que pasamos por alto y pueden estar contribuyendo al deterioro de la salud de nuestra sociedad moderna”, explicó Katerina Johnson, principal autora del estudio.

Ahora bien, si hablamos de jóvenes, es justo hacer lo mismo de quienes no lo son tanto. Un estudio confirmó que mientras más envejecen, hombres y mujeres son más sensibles al dolor. 

Investigadores de la Universidad de Florida aseguraron en la revista Experimental Gerontology (doi: 10.1016/j.exger.2015.09.017) que, en los ancianos que sufren dolores, los procesos de inflamación se producen más habitualmente, son más intensos y se mantienen durante más tiempo.

Para llegar a esta conclusión, los académicos provocaron dolor, aplicando calor en los pies, a un grupo de adultos mayores sanos, observando que los niveles de proteínas implicadas en la aparición de la inflamación se incrementaban considerablemente más que en otro grupo integrado sólo por personas jóvenes. Del mismo modo, las citocinas antiinflamatorias, unas proteínas que regulan este fenómeno, actuaban más lentamente. Vale decir, la elevada respuesta inflamatoria favorece el arribo de más estímulos dolorosos al cerebro de los ancianos. Con el tiempo, el sistema nervioso se adapta, haciéndolos más propensos al dolor. Aunque aún se debe indagar más en el tema, los investigadores creen que al experimentar más episodios de dolor agudo, los adultos mayores corren el riesgo de que éste se vuelva crónico. 

En lo que sí existe algo de certeza es que las interacciones humanas están vinculadas a nuestro bienestar físico y mental. Otra buena razón para sumar amigos a nuestras vidas.

Por Óscar Ferrari Gutiérrez