Las Enfermedades de Juan Pablo II
El atentado del que fue víctima, el mal de Parkinson y otras afecciones terminaron con la vida del Papa, quien no pudo seguir luchando contra las dolencias que, cada día, se fueron haciendo más fuertes que él.
El 16 de octubre de 1978 y luego de 50 horas de permanecer reunidos en cónclave, los 111 cardenales que formaban parte de esa instancia optaron por el polaco Karol Wojtyla como el sucesor de Juan Pablo I, rompiendo con la tradición, desde 1522, de un Papa italiano.
Una semana después de haber sido electo, el 22 de octubre, fue investido como Pastor Universal de la Iglesia Católica, adoptando el nombre de Juan Pablo II: Juan, como Juan XXIII; Pablo como Pablo VI, y Juan Pablo como Juan Pablo I.
En esos años, el Papa era un hombre atlético y fuerte. Le gustaba hacer deportes, escalar montañas y esquiar. Sin embargo, a las 17:19 horas del 13 mayo de 1981 todo eso empezó a cambiar, cuando el terrorista turco Mehmet Ali Agca atentó contra su vida disparándole en el abdomen y en una mano, mientras se desplazaba por la Plaza de San Pedro en un jeep, antes de la Audiencia General.
Juan Pablo II fue conducido inmediatamente al Hospital Gemelli, donde un equipo médico estaba preparado y esperando instrucciones para operarlo, en una intervención que duró más de seis horas.
A partir de ese momento, su salud dejó de ser óptima y comenzaron a sucederse las lesiones y enfermedades: la preocupación mundial por la salud del Pontífice había comenzado.
El 20 de junio de 1981, ingresó nuevamente al Gemelli debido a una infección producida por las lesiones del atentado. Por esta razón, debió permanecer largo tiempo en el centro asistencial, hasta que fue operado el 5 de agosto y dado de alta el 14 del mismo mes.

La fragilidad de su salud, se fue haciendo cada vez más notoria. A principios de los ‘90, comenzaron a manifestarse los primeros síntomas del mal de Parkinson y el 15 de julio de 1992, un tumor intestinal benigno volvió a poner en peligro su vida. Sin embargo, una intervención oportuna terminó con aquella molestia.
Un año después de esta crítica situación, tuvo un accidente en las escaleras del trono papal en el Vaticano, hecho que le provocó el dislocamiento del hombro derecho. Debió ser intervenido quirúrgicamente ese mismo día. Asimismo, en noviembre de 1993, sufrió una caída en el baño que le ocasionó la ruptura del fémur derecho. Fue operado para reemplazar su cadera, intervención que le permitió volver a caminar, pero con la ayuda de un bastón.
Dados estos hechos, los signos de envejecimiento comenzaron a acelerarse a fines de 1995, año en que una fuerte gripe le impidió participar en la misa del 25 de diciembre. De hecho, posteriormente, sucesivos cuadros febriles constituyeron otro factor que le causó muchos problemas durante su pontificado y que, en algunas oportunidades, lo obligó suspender sus actividades religiosas.
En febrero de 1996, en un viaje por América Central, los trastornos digestivos limitaron sus actividades durante varias semanas. En marzo, el Papa debió cancelar una misa y el Vaticano informó que Juan Pablo II se encontraba nuevamente afectado por un estado gripal. En agosto de ese mismo año, suspendió su audiencia general por fuertes dolencias intestinales acompañadas de fiebre, y en octubre fue hospitalizado para someterlo a una apendicectomía. Aunque los médicos descartaron la presencia de cáncer, por primera vez el Vaticano reconoció que el Papa sufría de una dolencia nerviosa y que se trataba del mal de Parkinson.

En 1997, nuevamente la influenza con fiebre causó estragos en la salud del Pontífice. Dos años más tarde, la fragilidad del Papa comenzó a sentirse. Juan Pablo II ya no era aquella persona que caminaba con firmeza. En su Polonia natal, la debilidad de su cuerpo salió a flote: no pudo celebrar una misa para un millón de personas. Debido a una fuerte gripe y a una caída debió suspender sus actividades.
Una artritis aguda se le manifestó en la rodilla derecha en el año 2002, cuadro que se fue complicando, por lo que comenzó a desplazarse sobre una plataforma para realizar sus movimientos y actividades programadas. Desde entonces fueron cada vez más evidente su precario estado de salud, en el que predominaban las afecciones intestinales y la gripe.
Todas las miradas se posaron sobre la cabeza viviente de la fe cristiana, quien en sus celebraciones ya tenía problemas para dirigir el sermón, escenario que se otrnó más preocupante en febrero de 2004 cuando el Papa polaco fue trasladado de emergencia al Hospital Gemelli por una inflamación a la garganta que le dificultaba respirar, que lo mantuvo en terapia intensiva durante nueve días, tras lo cual el pontífice salió del establecimiento visiblemente estable saludando a los miles de fieles y a los medios de comunicación que cubrían los pormenores de su salud.
El 24 de febrero, debió ser internado nuevamente en su habitación personal en el Hospital Gemelli, producto de una recaída gripal que le ocasionó una fiebre muy alta y una congestión de las vías respiratorias, por lo que los médicos le practicaron en forma exitosa una traqueotomía para facilitar su respiración. Sin embargo, esta intervención lo dejó sin voz por unos días, hasta que pudo dirigir unas palabras a la multitud que se había congregado en las afueras del Gemelli.
El 7 de marzo de 2005 apareció en una ventana para bendecir a los fieles el Domingo de Pascua, pero su voz no le respondió. El Vaticano informó que Juan Pablo II, por orden de sus médicos, pasaría unos días más en el Hospital.
Ya de vuelta en su departamento en el Palacio Apostólico Vaticano, el Papa no se sintió bien. Perdió mucho peso, por lo que el 30 de marzo, se determinó alimentarlo a través de una sonda nasogástrica, con el fin de mejorar su ingestión calórica. Un día después, se comunicó que tenía fiebre muy alta y que su estado comenzaba a empeorar, confirmándose el 1 de abril que el Papa estaba viviendo sus últimos días. Finalmente, a las 21:37 hora de Roma del día siguiente, la vida del Pontífice se apagó a los 84 años.
El Vaticano difundió el certificado de defunción del Papa Juan Pablo II, que fue firmado por su médico personal el doctor Renato Buzzonetti, encargado de la Dirección de Sanidad e Higiene del Estado de la Ciudad del Vaticano. El parte médico indicaba que el pontífice murió a causa de un Shock séptico y un Colapso cardiocirculatorio irreversible y afectado por el Mal de Parkinson, progresivos episodios de insuficiencia respiratoria aguda y consecuente traqueotomía, hipertrofiación prostática benigna complicada por urospsi y cardiopatía hipertensiva e isquémica.
