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La urticaria es una enfermedad de la piel muy frecuente. Se estima que entre 10 a 20% de los adultos ha sufrido, al menos, un episodio agudo en algún momento de su vida y que cerca de un 1% de la población la padece de forma crónica.

El doctor Marcus Maurer –profesor de Dermatología y Alergología y director de investigación del Departamento de Dermatología, Venereología y Alergología de la Charité-Universitätsmedizin de Berlín con 376 publicaciones originales, más de 157 colaboraciones, seis libros y 40 capítulos en diferentes compendios– como referente mundial en el tema la describe como una “patología grave e impredecible que si no se controla tiene un impacto importante en la calidad del sueño, la vida social y laboral de quienes la sufren”.

Dedicado hace más de tres décadas a las enfermedades alergo inmunológicas con manifestaciones dérmicas, explica que “sus causas son difíciles de determinar y su diagnóstico no siempre es sencillo, lo cual supone un desafío tanto para el clínico como para el propio paciente que, en principio, piensa que se trata de una alergia. Sin embargo, se presenta en personas predispuestas a desarrollar la enfermedad y en la gran mayoría de las urticarias crónicas (UC) el estímulo desencadenante tiene un mecanismo endógeno autoinmune”.

“Aunque la UC no se cura, podemos controlar los síntomas en la mayoría de casos. Y eso es algo que los pacientes deben saber, lo cual implica un buen conocimiento de la enfermedad por parte de los médicos, solo así sabrán qué mensajes deben proporcionar. El reto más importante en todo el mundo en estos momentos es la educación”. 

Para entregar conceptos actualizados sobre la patología y los avances terapéuticos que permiten alcanzar su remisión, el doctor Maurer conversó con SAVALnet.

- ¿Cuáles son las características de la urticaria?

La urticaria es una enfermedad de la piel muy frecuente que, cuando es crónica, deteriora significativamente la calidad de vida de las personas. Se caracteriza por la aparición de lesiones cutáneas en forma de habones o ronchas pruriginosas, angioedema o ambas. Puede ser causada por infecciones, alergia o intolerancia a medicamentos y alimentos, así como por mecanismos autoinmunes o estímulos físicos. La mayoría de las urticarias son espontáneas y pueden ser consideradas ordinarias sin tener en cuenta su causa y duración. Comúnmente se clasifican en agudas, crónicas y episódicas. Su manifestación crónica se subdivide en urticaria crónica espontánea (UCE) y urticaria crónica inducible (UCInd). La primera es predominante, aunque ambos tipos pueden coexistir en un mismo paciente, por lo que el tratamiento debe controlar no solo los síntomas, sino que también el impacto de la enfermedad y sus comorbilidades, entre ellas ansiedad, depresión y otras patologías autoinmunes. Presenta una duración media de cinco años, pudiendo ser mayor en casos severos.

- Y su prevalencia a nivel global…

Es una enfermedad muy frecuente. La prevalencia de la urticaria crónica es de 1%, pero la mayoría de las personas experimenta una forma de urticaria aguda en algún momento de su vida. En adultos y niños esta cifra es igual. El porcentaje es un poco mayor en Latinoamérica y en Asia, donde puede elevarse al 2%.

- Ese aumento en Latinoamérica y Asia ¿a qué se debe?

No lo sabemos aún. Al ser una enfermedad autoinmune las causas son las mismas en todo el mundo, pero existen diferencias en cómo es pesquisada por la comunidad médica. Creemos que es mejor en estos lugares y en Europa, que en los Estados Unidos y Canadá. Esa, probablemente, sea la razón.

- ¿Existen factores de riesgo que propicien la manifestación de esta patología?

No los hay. Sin embargo, se presenta con mayor frecuencia en la mujer y se manifiesta después de la pubertad y antes de la menopausia, eso significa que existen factores hormonales implicados, pero aún no hemos podido establecer de qué manera funcionan. 

- ¿Cómo se puede reducir la frecuencia e intensidad de los brotes agudos de UC?

El objetivo de la terapia en UC es lograr el control completo de los síntomas con un tratamiento lo más seguro posible, el que se sustenta en dos pilares: evitar factores exacerbantes, por ejemplo, el uso de antiinflamatorios no esteroidales; y tratamiento farmacológico. Para ello contamos con medicinas muy efectivas como los antihistamínicos (anti-H1) de segunda generación. En general, no se recomiendan los anti-H1 de primera generación por sus efectos adversos a nivel de sistema nervioso central y efectos anticolinérgicos y tampoco el uso de corticosteroides. No obstante, alrededor de 70% de los pacientes no logra mejoría completa. Por este motivo se han estudiado y aprobado fármacos inmunosupresores sistémicos y principios biológicos.

- ¿Qué tan importante ha sido la incorporación de estas terapias?

Ha significado una revolución en el manejo terapéutico de los casos refractarios de urticaria crónica. Nos han entregado una oportunidad única para dar respuesta a aquellos pacientes donde los antihistamínicos y antileucotrienos no han demostrado eficacia. Si bien con los primeros hemos ayudado a muchos pacientes, un porcentaje no menor no ha logrado controlar la enfermedad con estos medicamentos. En ellos estamos utilizando omalizumab, un anticuerpo monoclonal humanizado (anti IgE) muy efectivo, seguro y bien tolerado. También existen otros en pleno desarrollo, como los anti interleucina-4 (IL-4) y anti interleucina-5 (IL-5) que están en estudios clínicos actualmente. 

- ¿Es posible alcanzar la remisión en estos pacientes?

Sí, es posible y es un tema muy importante de comunicar. Esta es una enfermedad que limita la vida del individuo. La mayoría de los pacientes cursa la patología por cinco, seis y hasta 10 años, pero también tenemos en el otro extremo casos en los cuales la UC solo se expresa por un año. Por eso es primordial que los pacientes sepan que sí podemos atenuar los signos y síntomas de la condición.

- Por último, ¿qué recomendación le gustaría compartir con la comunidad médica latinoamericana?

En todo el mundo, la urticaria crónica es una enfermedad infravalorada. Las dimensiones del impacto a la calidad de vida son mucho mayores de lo que se piensa. Entonces, es muy importante empatizar con los pacientes, entender la complejidad de la enfermedad y brindar la mejor solución. Ni ellos ni nosotros debemos darnos por vencidos en la búsqueda del tratamiento adecuado, porque existe. 

Por Carolina Faraldo Portus