Neurología
Falta de sueño perjudica el aprendizaje de idiomas
La consolidación y maduración de los ritmos de sueño-vigilia en la primera infancia se han relacionado con una serie de funciones cognitivas en niños prematuros, recién nacidos de término, y muestras normativas a gran escala de preescolares. Las mediciones de los ciclos de sueño-vigilia han variado mucho en estos estudios, sin embargo, los resultados empíricos son relativamente consistentes: índices de mayor madurez de consolidación sueño-vigilia en la primera infancia se han ligado a mejores resultados cognitivos.
Docentes de las universidades de Montreal y Quebec, en Canadá, evaluaron en un estudio longitudinal con 1.029 gemelos las asociaciones entre la consolidación del sueño a los 6, 18 y 30 meses y el lenguaje a los 18, 30 y 60 meses, e investigaron la etiología genética/ambiental de estas asociaciones. Los datos sobre la consolidación del sueño se obtuvieron a partir de informes de padres; y las habilidades del lenguaje se evaluaron con el Inventario de Desarrollo Comunicativo MacArthur a los 18 años y 30 meses y el Test de Vocabulario de Imágenes Peabody a los 60 meses.
La relación sueño día/noche se redujo significativamente de 6 a 30 meses. Las relaciones 6 y 18 meses se correlacionaron negativamente con posteriores habilidades lingüísticas. Los niños con retraso del lenguaje a los 60 meses tenían una consolidación inmadura del sueño a los 6 y 18 meses en comparación a los infantes sin retraso o con retrasos transitorios. Los análisis genéticos y de regresión revelaron que la cantidad de sueño a los 6 meses fue altamente heredable (64%) y predijo el lenguaje a los 18 meses (B = -0,06) y 30 meses, (B = -0,11), principalmente a través de influencias genéticas (R = 0,32 y 0,33, respectivamente). Por el contrario, la calidad del sueño a los 18 meses era el resultado de influencias del medio ambiente (58%) y predecía el lenguaje a los 60 meses (B = -0,08) a través de influencias ambientales (R = 0,24).
Finalmente, para los autores, la falta de sueño durante los primeros 2 años de vida puede ser un factor de riesgo para el aprendizaje de idiomas, mientras que la consolidación de un buen sueño puede fomentar la habilidad lingüística a través de sucesivas influencias genéticas y ambientales.
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