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30 Enero 2017

Yatrofobia: el fenómeno de la bata blanca

El temor irracional de ir al médico no sólo se limita a esta figura profesional, sino que también a todo el ambiente que le rodea, algo que puede generar graves repercusiones en el estado de salud del afectado.

La fobia ha sido definida por la psiquiatría como un trastorno de ansiedad caracterizado por un temor obsesivo, irracional e intenso a un objeto específico, a una actividad o a una situación física, es decir, una fobia simple

El temor, que es desproporcionado a la realidad, habitualmente se manifiesta a través de fatiga, palpitaciones, sudoración, náuseas, temblores, falta de aire y crisis de pánico y puede ser producto de alguna experiencia dolorosa o desagradable previa, en la que interviniera el objeto o la situación en particular. 

Cuando se presenta un cuadro ansioso clínicamente significativo como respuesta a ciertas situaciones sociales o actuaciones en público de la persona, se está frente a una fobia social, que suele dar lugar a comportamientos de evitación, donde el objeto del miedo puede ser la propia anticipación del peligro o daño inherente al objeto o situación.

Dentro del grupo de fobias existen algunas que son más comunes, como la claustrofobia –miedo a los lugares cerrados- y la agorafobia, miedo a lo contrario, a los lugares abiertos. Sin embargo, es posible encontrar otras que son más raras, pero no por ello menos importantes, como la yatrofobia que es el miedo a los profesionales de la salud y todo aquello que los rodea.

La yatrofobia –del griego yatros (médico) y fobos (fobia)- es un miedo patológico, persistente, anormal, irracional e injustificado que forma parte del grupo de las fobias sociales. El objeto fóbico es la figura del médico y la persona afectada sufre de ansiedad ante todo lo relacionado con este profesional, al acercarse el día y hora de la cita médica o al aproximarse al espacio físico donde tendrá lugar la visita. 

En ocasiones, este trastorno se desarrolla luego de una experiencia negativa previa, en la infancia o al acudir a una consulta médica. Otras veces, se sufre tras un proceso de angustia generalizado que la persona experimenta desde hace tiempo sin ser consciente de ello, ni de haber padecido una experiencia traumática anterior que la haya provocado; ni siquiera al rastrear en su historial clínico para intentar identificar un antecedente, es capaz de encontrar una causa. 

De hecho, muchas de estas personas sufren el llamado síndrome de la bata blanca, un curioso fenómeno que se manifiesta cuando la presión del paciente se eleva en la consulta del médico, pero al salir del centro de salud desciende hasta llegar a normalizarse. (doi:10.1097/HJH.0000000000001232)

Existen muchas personas que cuando se ponen frente a un profesional de la salud con bata blanca, verde o azul –como por arte de magia- sufren un aumento en su presión arterial hasta valores completamente patológicos, sin que en realidad presenten ninguna enfermedad que lo provoque, o bien aumenta mucho más de lo que la patología que padecen pudiera presagiar.

Se estima que, al menos, el 30 por ciento de la población reacciona de esa manera. Aunque por ahora es un misterio el motivo de esa conducta, todo parece indicar que el estrés, el nerviosismo y la incertidumbre del enfermo ante el resultado de la medición pueden ser las causas de esos incrementos. (Curr Hypertens Rep. 2016 Nov;18(11):80)

Las cifras de prevalencia de la hipertensión arterial (HTA) de la bata blanca son bastante altas, entre un 15 a 43 por ciento, lo que genera numerosas dudas respecto a cómo esta alteración estaría produciendo modificaciones en los registros internacionales, ya que se estarían diagnosticando como hipertensos a personas que realmente no lo son. 

Si bien no existe un tratamiento para evitar el síndrome de la bata blanca, es importante aconsejar a este tipo de pacientes que visiten los recintos sanitarios acompañados y a los médicos tratantes acogerlos de manera receptiva para generar la confianza necesaria entre ambos, eso ayudaría enormemente a evitar que la mente haga lo suyo ante aquello que desconoce.

Frente a la sospecha de este fenómeno, la mejor herramienta diagnóstica es solicitar al paciente la auto medición de la presión ambulatoria (AMPA), que permite registrar el flujo sanguíneo en condiciones óptimas y durante las actividades cotidianas del paciente; o solicitar la monitorización ambulatoria de la presión arterial (MAPA) que registra la HTA durante 24 horas. Sólo así, cotejando valores reales, es posible brindar un diagnóstico eficaz y certero.

Por Carolina Faraldo Portus

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