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01 Mayo 2017

Útero artificial: medicina neonatal del futuro

Luego de tres años de arduo trabajo, científicos de la Universidad de Filadelfia crearon una matriz artificial que podría llegar a salvar la vida de los bebés prematuros. Ya fue probado en fetos de corderos, permitiendo un desarrollo exitoso por hasta un mes. 

El 25 de julio de 1978 Louise Brown se convirtió en la primera persona en nacer por fertilización in vitro (FIV), un proceso que marcó un verdadero hito dentro de la medicina reproductiva.

El fusionar un óvulo y un espermatozoide humanos fuera de la mujer y la transferencia posterior del embrión resultante a un útero, representan nuevas tecnologías reproductivas que han evolucionado gracias a la tenacidad de sus pioneros –el ginecólogo Patrick Steptoe y el fisiólogo Robert Edward, Nobel de Medicina- y a posteriores investigadores.

Lo que hoy resulta un método reconocido y normal, por aquel entonces era un proceso altamente experimental, no exento de polémica, puesto que la probabilidad de éxito era de “una en un millón”, por lo que el parto de la pequeña Louise fue casi elevado a la categoría de milagro.

La noticia de dicho nacimiento sorprendió al mundo no médico, que desconocía que aquellos científicos llevaban 12 años intentando demostrar que la técnica – ya probada eficazmente en animales- era igualmente válida para la especie humana. 

El éxito de la fecundación de un óvulo humano fuera del útero abrió una caja de Pandora de dilemas éticos y la puerta a una gran cantidad de alternativas e innovaciones científicas. La fertilización in vitro convencional, la inyección intracitoplasmática de espermatozoides (ICSI) y el congelamiento de embriones, ha dado esperanza de ser padres a muchas parejas alrededor del mundo.

Casi cuatro décadas después, uno de los focos de la investigación en reproducción está en la posibilidad de crear úteros artificiales. Así lo dio a conocer un estudio del Centro de Investigación Fetal del Instituto de Investigación del Hospital Infantil de Filadelfia, publicado por la revista Nature Communications (Nat Commun. 2017 Apr 25;8:15112).

El equipo encabezado por el doctor Alan Flake, desarrolló un dispositivo artificial que emula las condiciones del interior del útero materno, logrando mantener con vida –por casi un mes- a fetos de cordero extremadamente prematuros, con un desarrollo equivalente al que tendría un bebé humano de 23 a 24 semanas de gestación.

En la actualidad, cerca de un 15 por ciento de los niños que nacen en el mundo son prematuros, es decir, lo hacen antes de las 37 semanas de gestación; y entre un dos a tres por ciento pesa menos de 1.500 gramos. En estas situaciones es necesaria una atención médica especializada y continua. 

En muchos países, la atención tradicional de los bebés prematuros involucra tratarlos en una sala especial de cuidados intensivos en donde quedan aislados y protegidos en incubadoras o cunas especiales. Pero cada vez más estudios demuestran que este aislamiento podría no ser la opción más beneficiosa.

En el Hospital Infantil de Filadelfia están buscando una solución alternativa –y menos traumática- que brinde a los prematuros más pequeños algunas semanas adicionales en un ambiente uterino, tratándolos más como fetos que como neonatos con la esperanza de incrementar sus probabilidades de una supervivencia sana.

Luego de tres años de arduo trabajo, este equipo logró crear un sistema de incubación acuosa altamente desarrollada, similar al útero materno, que podría mejorar la atención de los bebés nacidos prematuramente.

Para ello diseñaron y fabricaron un contenedor transparente de plástico lleno de líquido para simular la flotación del feto en el líquido amniótico dentro del útero materno y lo conectaron a una placenta mecánica que oxigena la sangre.

Esta matriz artificial fue pensada para bebés y con el fin de reducir los nacimientos prematuros debido a que son la causa de muerte más común en los niños que no llegan a término. 

Según el pediatra y cirujano fetal Alan Flake, los pequeños que nacen de 22 a 24 semanas, en lugar de las 40 semanas completas, tienen sólo un 10 por ciento de posibilidades de sobrevivir. “Y aquellos que lo logran, tienden a desarrollar problemas de visión o de escucha e incluso parálisis cerebral, particularmente los que nacen antes de las 28 semanas”.

A juicio de los autores, “las fallas respiratorias son el problema más desafiante para la ciencia médica, a causa de que el intercambio de aire en los recién nacidos se complica por la inmadurez de sus pulmones”.

La idea de tratar a los prematuros en incubadoras llenas de líquido puede parecer extraña, pero es lógica desde el punto de vista fisiológico, porque lo que el grupo de científicos está tratando de hacer es extender la gestación normal, brindando un lugar provisional entre el vientre materno y el mundo exterior, con las características funcionales que el pequeño necesita para completar su desarrollo, mermando así el riesgo de muerte. 

Este progreso se encuentra en fase experimental tras ser efectivo en corderos prematuros equivalentes a bebés de 23 semanas, que lograron sobrevivir en este ambiente durante cuatro semanas. 

Los pequeños animales pasaron 28 días dentro de estas bolsas. Durante ese tiempo, mostraron un desarrollo normal en pulmones y cerebro, se movieron, abrieron los ojos y tragaron normalmente. 

Hoy, el siguiente paso está en probar este dispositivo en humanos prematuros, lo que podría ocurrir en tres o cinco años más. Eso sí, está pensado para usarse en bebés con al menos 23 semanas de gestación, ya que en caso de tratar de salvar uno con menos tiempo, se corre el riesgo de deteriorar su calidad de vida.

Además, fueron enfáticos en señalar que “no lo ven como algo que podría sustituir a las madres, porque –hasta el momento- hay requisitos en el desarrollo que no se pueden replicar fuera del cuerpo de la madre”.

Desarrollos previos han fracasado debido a las infecciones que se adquirían durante el traslado desde la madre hasta el dispositivo. La ventaja de este nuevo sistema es que el feto se extrae quirúrgicamente a través de una cesárea, para así colocarlo dentro de una bolsa estéril llena de un líquido electrolítico.

Al mantenerse cerrada la bolsa, los riesgos de infección son mínimos. Además de que al extraerlo y colocarlo en el mismo instante es posible conectar tubos de oxígeno al cordón umbilical, permitiendo así que el corazón pueda bombear sangre a un volumen y presión comparable a como si lo hiciera la placenta. En ese sentido, esa cirugía fetal delicada es la más compleja y son pocos los hospitales en el mundo que podrían realizar una intervención de este tipo.

En nuestro tiempo, los descubrimientos e invenciones ocurridos en los campos de la biología y la informática han impulsado cambios de paradigma, tanto en la generación de conocimiento como en la transformación cultural que implica. 

Puede que en un futuro no muy lejano, este avance ayude a la sobrevida sin complicaciones de los miles de bebés prematuros que nacen anualmente alrededor del mundo, anotándose así un nuevo triunfo la medicina neonatal.

Por Carolina Faraldo Portus

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