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16 Abril 2018

Un problema de niños que crece en altura

Científicos franceses determinaron que la disminución de las patologías infecciosas dejará a los trastornos mentales como una de las causas predominantes de enfermedad a nivel pediátrico.

Expertos en salud mental, tanto del área clínica como de la investigación, coinciden en que la depresión infanto juvenil ha mostrado un crecimiento exponencial en diversos países del mundo, constituyéndose en una realidad que ha despertado preocupación, no solo en el sector salud, sino que en diversos ámbitos de la sociedad. Se estima que un cinco por ciento de los menores de edad, o bien uno de cada 20 niños o adolescentes, sufrirá un episodio depresivo antes de cumplir 19 años. Es más, cuando la sintomatología persiste e interfiere con el desenvolvimiento y desarrollo normal del individuo, el suicidio se asoma con particular peligro.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) conoce bien estos riesgos, ya que la alteración del equilibrio y estabilidad mental lamentablemente ha traído consigo el aumento de las tasas de suicidio en este difícil tránsito desde la niñez hacia la adultez.

Pero no solo la depresión está al acecho. Existen otros trastornos mentales que configuran un escenario todavía más complejo: el déficit atencional, hiperactividad y problemas conductuales son solo algunos. En general, todos pueden tener su origen en factores biológicos, psicológicos y socioculturales, de carácter individual o ambiental.

Otro caso sensible son los trastornos de ansiedad. De acuerdo al último informe de la OMS sobre “Depresión y otros trastornos mentales comunes”, publicado en 2017, en Chile un 6,5% de la población sufre algún trastorno de ansiedad, ranking que es liderado por Brasil, con un 9,3 por ciento, seguido de Paraguay con 7,3 por ciento, por citar tres países Latinoamericanos. A nivel mundial, la estimación en 2015 fue de 3,6 por ciento, estadística que incluye a niños y adolescentes debido a su exposición a episodios de estrés, propios de su vida académica, o bien por dificultades sociales, familiares o personales.

Es aquí donde la psiquiatría del niño y adolescente adquiere un protagonismo cada vez más importante, entendiéndola como la disciplina orientada a la detección, evaluación, manejo y prevención de los trastornos mentales en esta etapa de la vida. Los profesionales que se desempeñan en este ámbito también tienen un rol clave en la promoción de un desarrollo integral, tanto en lo cognitivo como socioemocional, más aún si se consideran los elevados índices de violencia infanto-juvenil, maltratos, abuso sexual y consumo precoz de alcohol y drogas.

Si bien los números detallados anteriormente se han mantenido en los últimos años, la disminución de las patologías infecciosas dejará a los trastornos mentales entre las principales causas de enfermedad en niños de 4 a 15 años. Así lo plantea un estudio publicado en la revista Child and Adolescent Psychiatry and Mental Health.

“Encontramos que la prevalencia de los trastornos mentales en los jóvenes se mantuvo relativamente estable entre 2000 y 2015, lo que sugiere que este problema no está disminuyendo a pesar de la mejora global de su salud física. En el futuro, la disminución de otras enfermedades prevenibles, como la diabetes, conducirá a un aumento en la importancia de tratar los trastornos mentales para la salud pública”, explicó Marie-Laure Baranne, científica del Instituto Nacional de la Salud y la Investigación Médica (INSERM), en Francia.

Ella y Bruno Falissard describieron la prevalencia de trastornos mentales entre los niños de 5 a 14 años en cada una de las seis regiones de la Organización Mundial de la Salud: África, América, Sudeste Asiático, Europa, el Mediterráneo Oriental y Pacífico Occidental. Incluso en las zonas emergentes el predominio de los trastornos mentales es alto y constante a lo largo del tiempo.

“Nuestro estudio pretende ser una señal urgente de alarma para las instituciones internacionales de salud pública y los responsables políticos. Dado el impacto de estos trastornos mentales a largo plazo, la implementación de una estrategia global para abordar este problema requiere una preparación cuidadosa”, agregó la investigadora.

Y es que los autores del trabajo encontraron que en 2000, en América y Europa, los trastornos mentales ocuparon el tercer lugar entre las causas de años de vida ajustados por discapacidad (AVAD), una clasificación que muestra el impacto de un determinado problema de salud en una población. Quince años más tarde, los trastornos mentales habían subido un peldaño, después de que el efecto de las enfermedades infecciosas disminuyera, un movimiento conocido científicamente como transición epidemiológica.

“El impacto de los trastornos mentales en la salud infantil va a ser más importante en el futuro a medida que más países hagan esa transición”, coincidieron los investigadores del INSERM. En la mayoría de las regiones, cuatro trastornos mentales se encuentran entre las veinte enfermedades asociadas con la mayoría de los AVAD: trastornos de conducta, de ansiedad, depresivos mayores y síndrome de Asperger. Entre los niños, los trastornos mentales más comunes son: conducta, síndrome de autismo-Asperger y ansiedad. Por su parte, en las niñas los más habituales son los trastornos de ansiedad, de conducta y el trastorno depresivo mayor.

Ahora bien, Marie-Laure Baranne y Bruno Falissard advierten que el cálculo de AVAD se basa en parámetros que deben considerase solo como aproximaciones, ya que se establece en función de múltiples fuentes de información que, potencialmente, podrían contener errores.

De un modo u otro, este escenario confirma la necesidad de trabajar de manera preventiva y promocional. Programas, protocolos y guías dan cuenta de la preocupación que existe por este periodo de la vida. Si bien los primeros llamados a abordar este problema son los equipos de salud que se desempeñan con niños y jóvenes, los padres, familia y educadores también tienen la responsabilidad de asumir un papel proactivo y aportar con su esfuerzo en el manejo de patologías que, al menos por ahora, no parecen ceder terreno.

Por Óscar Ferrari Gutiérrez

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