Geriatría
Un poco de audacia para ser más longevo
Durante las últimas décadas han proliferado las investigaciones que tienen como objetivo principal determinar los factores involucrados en la mayor expectativa de vida de los seres humanos. Uno de ellos postula que la actividad social, intelectual y física juega un papel clave.
La temporada estival está instalada en Chile y las actividades al aire libre se multiplican. En los diferentes polos turísticos del país es común observar veraneantes practicando algún deporte extremo como montañismo, rafting, parapente y surf, entre otros, todos caracterizados por su mayor riesgo de ejecución.
Su desarrollo acarrea una fuerte carga de adrenalina para quienes los realizan y una posterior sensación de bienestar que los impulsa, pese a los peligros, a continuar ligados al pasatiempo. Pues bien, de acuerdo a un grupo de investigadores de la Universidad de California en Irvine, Estados Unidos, una variante genética vinculada a esta audacia aumentaría la esperanza de vida en los seres humanos.
El estudio, publicado en la revista The Journal of Neuroscience (The Journal of Neuroscience, 33 (1): 286 – 291; doi: 10.1523/JNEUROSCI.3515-12.2013) incluye también a individuos con una personalidad activa y sociable. Los científicos descubrieron que el alelo DRD4 7R, objeto del análisis, incrementa la capacidad de reacción al entorno y quienes lo llevan incorporado en su genoma son precisamente los sujetos que sienten mayor motivación por desarrollar actividades intelectuales, sociales y físicas. El detalle es que también se le asocia a comportamientos adictivos, peligrosos e incluso temerarios, como es el caso de los deportes extremos.
En rigor, se trata de una variante del gen receptor de la dopamina, conocido como el neurotransmisor del placer, que facilita el intercambio de señales relacionadas con la atención y la recompensa entre las neuronas. Según explican sus autores, esta variante no prolonga directamente la vida, pero sí está vinculada a rasgos de la personalidad que contribuyen a adoptar hábitos más saludables, los que a la postre, en la gran mayoría de los casos, se traducen en una vida más larga y alejada de enfermedades.
Aplicación clínica
Son varios los estudios que han sugerido que los principales factores que intervienen para determinar la longevidad de los seres humanos están directamente vinculados con los estilos de vida y la genética, los que resultarían claves en la protección contra patologías crónicas relacionadas con la edad, como el cáncer, enfermedad cardiovascular y demencia. Sin embargo, la introducción de variantes como la mayor actividad social y la práctica de deportes de mayor exigencia incorporan un elemento nuevo a la discusión.
Los resultados de los científicos de la Universidad de California se basan en las muestras genéticas de un grupo de más de 300 ancianos, todos con una edad superior a 90 años, quienes formaron parte de un proyecto que se inició en 2003 (The 90 Study), el cual se propuso identificar qué factores contribuyen para que determinados individuos alcancen una longevidad extrema.
La investigación arrojó que el alelo DRD4 7R aparece en tasas significativamente más altas en las personas mayores de 90 años. El 66% de los ancianos eran portadores de esta variante, confirmando datos recabados en otros estudios desarrollados en ratones. Y es que en los roedores la expectativa de vida disminuyó hasta en un 9,7% en aquellos que no tenían la variante en comparación a los portadores, a pesar de que todos fueron sometidos al mismo ambiente y condiciones de crecimiento.
Pese a lo alentadores resultados y su potencialidad, los autores estadounidenses reconocen que deben llevarse a cabo más estudios para identificar todos los beneficios de este descubrimiento, para luego delinear sus posibles aplicaciones clínicas. Éstas naturalmente apuntan a frenar el avance de patologías neurodegenerativas en la tercera edad, lo que es sinónimo de un buen envejecimiento y mayor longevidad, uno de los principales desafíos de la medicina.
