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26 Noviembre 2018

¿Reducir la sal en la insuficiencia cardíaca?

La falta de estudios científicos de calidad que respalden la efectividad de las dietas bajas en sodio, pone en duda unos de los tratamientos tradicionales. Incluso, la eliminación parcial de sal puede generar desequilibrios considerables en la salud.

La insuficiencia cardíaca es una enfermedad cardiovascular, de elevada prevalencia y morbimortalidad, al ocasionar el 46,4% de los decesos por causas coronarias y el 25% de las muertes totales, situándose de esta forma en la primera causa a nivel mundial. Hoy se considera un serio problema de salud pública, que afecta en su mayoría a la población adulta. Las estimaciones recientes sugieren que más de 26 millones de personas en todo el mundo la padecen.

Se conoce como insuficiencia cardíaca al deterioro progresivo y degenerativo del corazón, limitando su capacidad de transportar sangre, oxígeno y nutrientes al resto del cuerpo. Si esta se manifiesta de manera gradual con el paso del tiempo y su sintomatología aumenta, se denomina crónica; por el contrario, si aparece repentinamente y sus signos son graves desde un inicio, se habla de insuficiencia aguda. 

La ocurrencia de infarto al miocardio, anginas de pecho, enfermedades del músculo del corazón junto a otras afecciones como deterioro de las válvulas, arritmias, arterias coronarias estrechas y presión sanguínea elevada, aumentan las posibilidades  de debilitar el corazón. 

El manejo de esta sugiere la administración una serie de fármacos como vasodilatadores, inhibidores de la aldosterona, betabloqueadores, digoxina, estatinas y diuréticos, los que disminuyen la presión arterial, mejoran la circulación sanguínea, reducen los niveles de colesterol, líquido en el corazón y eliminan el exceso de sodio del organismo. De igual manera, las pautas internacionales aconsejan adoptar estilos de vida saludables, dejar de lado el sedentarismo y cuidar la alimentación.

Hasta ahora, la de mayor adherencia es limitar el consumo de sodio, al considerarse uno de los factores primordiales en el aumento de la presión sanguínea e hipertensión arterial. La Organización Mundial de la Salud, recomienda una ingesta inferior a 2 gramos de sodio (equivalentes a 5 gramos de sal) por día, para evitar a futuro enfermedades cardiovasculares. 

Sin embargo, diversas publicaciones, estarían demostrando que no existe una correlación significativa entre limitar el consumo de sodio alimentario y la ocurrencia de insuficiencia cardíaca, puesto que no beneficiaría del todo a pacientes aquejados por esta. Incluso, podría generar desequilibrios considerables en su salud. A esto se añade la escasa existencia de estudios científicos de calidad, capaces de respaldar esta recomendación. 

En 1997, el científico Gary Taubes fue uno de los primeros en poner en duda años de análisis y ensayos clínicos, principalmente a INTERSAL, primer estudio multicéntrico donde se evidenciaba la relación directa entre los niveles tensionales y la ingesta de sodio. El trabajo recopiló información de diez mil personas – hombres y mujeres de 32 países- y tenía respaldo de 52 centros científicos.

Para Taubes, los estudios fallaban en demostrar con evidencia científica, cuán perjudicial podía ser la sal o sodio en la salud. Por otra parte, agregaba que estos solo se basaban en resultados obtenidos de ensayos no mayores a treinta días. 

Además, si bien los estudios demostraban que las dietas elevadas en sodio aumentaban la ocurrencia de hipertensión, y por consiguiente, los ataques cardíacos, coágulos o enfermedades renales, no indicaban una relación directa entre bajar el consumo de sodio y, específicamente, una menor prevalencia de eventos cardíacos.  

Esta preocupación hizo eco en algunos investigadores. En 2016, académicos del Centro Médico Universitario Rush de Chicago, Estados Unidos, señalaban que seguir una dieta baja en sal incrementaría en hasta un 85% el riesgo de muerte o de hospitalización en esta población. La investigación, publicada en la revista JACC: Heart Failure y liderada por el académico Rami Doukky, refutaría la creencia de que la sal es mala. 

El estudio consideró una muestra de 902 pacientes provenientes de Nueva York, quienes fueron monitoreados por cerca de tres años. A través de un cuestionario, detallaban los alimentos ingeridos durante el día y se obtenían las cantidades de sodio. Los resultados arrojados, sostenían que una dieta baja en sodio en estos pacientes, estaba altamente asociada a un mayor riesgo de muerte u hospitalización (42,3%) en este grupo, comparado con un 26,2% en aquellos con un consumo normal. (DOI: 10.1016/j.jchf.2015.08.007.)

Otras de las tantas recomendaciones que se dan a estos pacientes es la de seguir una dieta baja en hidratos de carbono. El riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares sería de 2 a 6 veces más alto en individuos con sobrepeso. 

Sin embargo, ciertos ensayos clínicos han entregado resultados similares respecto a la relación entre una restricción calórica y mejora significativa de estos pacientes. Un estudio con 88 individuos intentó demostrar los efectos positivos de seguir una dieta baja en carbohidratos y sal en pacientes hospitalizados y ambulatorios (DOI: 10.20960/nh.784).

Los pacientes ambulatorios, elegidos aleatoriamente, siguieron una dieta restringida durante dos meses, compuesta por 40% carbohidratos, 20% proteínas y un 40% grasas (12% saturadas, 18% monoinsaturadas y 10% polinsaturadas); mientras que el grupo estándar ingería 50% carbohidratos, 20% proteína y 30% de grasas. Los resultados obtenidos fueron similares: luego de dos meses, entre ambos grupos no se vislumbraban diferencias significativas, salvo en el grupo de hospitalizados quienes habían mejorado levemente su oxigenación sanguínea.

Otros estudios científicos y revisiones han sido categóricos al señalar la necesidad de indicar la fuente y origen de los datos analizados, que sugieren que la eliminación del sodio podría ser beneficio para tratar la insuficiencia cardíaca (DOI: 10.1016/j.pcad.2015.12.002)

La escasez de pruebas sólidas y evidencia de alta calidad, llevó a que el Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre de EE. UU. y la Oficina de Suplementos Dietéticos de los Institutos Nacionales de la Salud solicitaron pruebas de mejor calidad. El organismo evaluó la metodología, el análisis de datos utilizados y tanto los resultados primarios, como secundarios  de una serie de estudios disponibles en Registro Central de Ensayos Controlados Cochrane, MEDLINE, Embase y CINAHL. 

De las 2655 referencias obtenidas, se incluyeron 9 estudios con 479 participantes únicos en el análisis y sus riesgos de sesgo eran variables. El resto no incluía más de de 100 participantes. Adicionalmente, no entregaban datos robustos en cuanto a resultados primarios de interés, ni a los beneficios reales de la reducción de la ingesta de sal para el control de la insuficiencia cardíaca.

La reducción de sodio bien podría tener beneficios positivos en estos pacientes, pero su eliminación total podría en un corto plazo, traer efectos dañinos e incluso mortales. Por ende, se necesita más evidencias sólida y una revisión sistemática de los estudios disponibles, que sean capaces de respaldar o contradecir las recomendaciones actuales respecto al consumo de sal y los efectos positivos en la salud cardiovascular. 

Por Macarena Castro

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