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20 Agosto 2018

Nuevos enfoques diagnósticos en autismo

Un estudio de la Sociedad Americana de Neurociencia plantea que los niños con trastorno del espectro autista muestran alteraciones en las ondas cerebrales mientras realizan una tarea de la función motora.

El autismo es una afección neurológica que forma parte del grupo conocido como trastornos del espectro autista (TEA). Según la Organización Mundial de la Salud, afecta a uno de cada 160 niños  y durante los últimos diez años su prevalencia ha aumentado prácticamente al doble.

La condición, cuyos síntomas suelen comenzar en la infancia, continuando en la adolescencia y hasta la edad adulta, altera el comportamiento (rutinas y movimientos repetitivos) y deteriora la capacidad de una persona para comunicarse y relacionarse.

Los TEA pueden ser diagnosticados con certeza a los tres años de edad, aunque nuevas investigaciones han demostrado la posibilidad de hacerlo alrededor de los seis meses de vida. Especialistas coinciden en que el sostenido aumento de los casos en la última década se traduce en la necesidad de diseñar e implementar nuevas estrategias de manejo y servicios integrados que promuevan la salud, atención y rehabilitación. También que garanticen una colaboración efectiva de otros sectores de la sociedad para evitar la estigmatización, rechazo, incomprensión y discriminación.

En el mayor número de casos podrían igualmente influir los avances en la capacidad para obtener más y mejores diagnósticos, lo que abre muchas posibilidades para abordar el TEA, algo fundamental especialmente en las edades más tempranas. Los profesionales que se desempeñan en esta área afirman que, pese a que no existe una cura conocida para este trastorno, intervenir lo más pronto posible y desde diferentes frentes puede ayudar significativamente a disminuir los síntomas y mejorar la calidad de vida. 

“A gran parte de la sociedad le cuesta asimilarlo porque no hay ningún rasgo físico que dé señales, a diferencia del Síndrome de Down, que es claramente identificable. Por ello, muchas veces se confunde el comportamiento de los niños con autismo o con Asperger y se piensa que son niños maleducados. Esto no es así. Lo que ocurre es que no entienden el entorno que les rodea y eso puede acabar provocándoles una crisis”, comenta Gracia Jiménez es presidenta de la Asociación Alicantina de Síndrome de Asperger y Autismo (España).

Para la ciencia, determinar exactamente qué causa el autismo y cómo se desarrolla continúa siendo un desafío, más allá del relativo consenso que existe en torno a la probabilidad de una interacción entre factores ambientales y genéticos.

En este contexto, la Sociedad Americana de Neurociencia publicó un estudio en el Journal of Neuroscience (doi: 10.1523/JNEUROSCI.1229-18.2018) que asegura que los niños con trastorno del espectro autista muestran alteraciones en las ondas cerebrales mientras realizan una tarea de la función motora, en comparación con los menores de edad con desarrollo normal.

Para llegar a esta conclusión, el doctor Mitsuru Kikuchi, integrante del Centro de Investigación para el Desarrollo Mental del Niño de la Universidad Kanazawa (Japón), utilizó una técnica de exploración cerebral basada en neuroimágenes. “Las personas con autismo muestran una actividad neuronal inhibidora reducida, que se refleja en las ondas cerebrales gamma y las anomalías del movimiento”, explicó.

El equipo de académicos analizó estos dos aspectos del trastorno al registrar la actividad cerebral de niños de cinco a siete años diagnosticados con autismo mientras jugaban un videojuego que les exigía presionar un botón para alimentar a un perro.

Al compararlos con un grupo similar de niños con desarrollo típico, descubrieron que aquellos con autismo exhibieron tiempos de reacción más largos y oscilaciones gamma reducidas, que se asociaron con la gravedad de sus síntomas. Los investigadores aseguran haber demostrado que estas características por sí solas pueden distinguir los dos grupos, lo que representaría un nuevo enfoque para diagnosticar el autismo en niños pequeños.

Paralelamente, científicos de la Escuela de Salud Pública Mailman de la Universidad de Columbia (Estados Unidos) e investigadores de la Universidad de Turku y del Instituto Nacional de Salud y Bienestar (Finlandia) estudiaron posibles vínculos entre la exposición a los pesticidas, en particular el diclorodifeniltricloroetano (DDT), y el riesgo de padecer autismo. 

Si bien el DDT fue prohibido en muchos países, como en Estados Unidos el año 1972, el solo hecho de detener su uso no eliminó el químico, ya que el DDT es un contaminante orgánico persistente, vale decir, se descompone lentamente durante décadas y entra fácilmente en la cadena alimentaria. Con el tiempo, esta sustancia química se acumula en el organismo, especialmente en el tejido adiposo.

Los autores aseguran que sus hallazgos, publicados en The American Journal of Psychiatry (doi: 10.1176/appi.ajp.2018.17101129) “proporcionan la primera evidencia basada en biomarcadores de que la exposición materna a los insecticidas está asociada con el autismo en la descendencia. Estos productos químicos todavía están presentes en el medio ambiente y están en nuestra sangre y tejidos. Nuestros resultados sugieren que la exposición prenatal a la toxina del DDT puede desencadenar el autismo”.

Por Óscar Ferrari Gutiérrez

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