Médicos del Aire: vocación sin fronteras
Profesionales de distintas especialidades y pilotos de la ciudad se unieron bajo el alero del Club Aéreo Concepción para participar en una emocionante y noble iniciativa solidaria, que busca entregar salud de calidad a miles de habitantes de la Región del Bío Bío que, en localidades de difícil acceso, aguardan diagnóstico y tratamiento de patologías específicas.
La madrugada del 27 de febrero de 2010 la tranquilidad de Cobquecura se interrumpió violentamente. Cuando el reloj marcaba las 3 horas con 34 minutos, un devastador movimiento telúrico, de magnitud 8.8 grados en la escala de Richter, dejó gran parte de sus construcciones, la mayoría de ellas añosas casonas de adobe, con severos daños o completamente destruidas. Las vías de acceso al pueblo estaban interrumpidas y sus casi seis mil habitantes, principalmente esforzados agricultores, tomaron lo que pudieron y, esquivando los escombros, escaparon en dirección a los cerros cercanos, atemorizados por la amenaza de un tsunami que terminara por derribar lo que quedó en pie. Ahí, a la intemperie, pasaron largas horas.
La localidad, ubicada en el litoral norte de la Región del Bío Bío, fue el epicentro de uno de los terremotos más grandes de la historia moderna. Sus habitantes vivieron días que prefieren olvidar, aunque les resulte difícil. Para quien visite el lugar, basta sólo con caminar un par de cuadras para ver las huellas del megasismo, impresas en paredes y calles que resistieron el embate de la naturaleza. Aunque las amables miradas esconden algo de dolor, a poco más de tres años del evento que golpeó con fuerza a la zona centro sur de Chile, se puede percibir optimismo y el deseo de salir adelante. Es en episodios como estos cuando un gesto, una idea o una pequeña iniciativa, puede transformarse en una gran obra y cambiar el rumbo de las cosas.
El terremoto, además de su lamentable saldo de víctimas, damnificados y daños a la infraestructura pública y privada, acarreó un serio problema de conectividad en la región, lo que dificultó aún más el acceso a medicina especializada en comunidades alejadas de grandes centros urbanos. Es el caso de Cobquecura, donde los usuarios del sistema de salud deben soportar largas esperas y extensos traslados para recibir atención, diagnóstico y tratamiento de patologías específicas. Lo mismo ocurre en Lebu, isla Santa María, Tirúa, isla Mocha y Parral, entre otros sitios.
Esta realidad fue la motivación de varios médicos y pilotos de Concepción que decidieron no quedarse con los brazos cruzados y emprender una novedosa aventura solidaria que, con el paso del tiempo, pasó de una respuesta puntual a una situación de emergencia a convertirse en una serie de operativos regulares de asistencia en salud. Así nacieron los Médicos del Aire, una agrupación con fines humanitarios que surca los cielos del Bío Bío, llevando esperanza donde más se necesita y fortaleciendo el espíritu de quienes han decidido tender una mano.
Círculo virtuoso
Felipe Schlack es un empresario del rubro inmobiliario, su padre era piloto y él vuela hace más de cinco años. Uno de sus mejores amigos es el radiólogo Javier Opazo y juntos emprendieron la primera travesía de asistencia médica. “Después del terremoto ambos conversamos y nos dimos cuenta que había mucha gente aislada o en lugares de difícil acceso que requería ayuda. La idea de complementar nuestras actividades surgió de inmediato y coordinamos una visita a la isla Santa María, donde atendimos a más de 60 personas en una tarde. La experiencia resultó tan positiva que se la presentamos a varios amigos médicos y pilotos del Club Aéreo Concepción, con la intención de conseguir apoyos y mantener esto en el tiempo. Así se fueron sumando más personas, aumentamos las especialidades y definimos nuevos destinos. El tema despertó mucho interés y, con cada uno colaborando desde su ámbito, conformamos la agrupación Médicos del Aire”, cuenta Felipe.
Uno de los primeros profesionales en sumarse a la iniciativa fue el dermatólogo Patricio Llancapi, piloto del Club Aéreo Concepción, CAC, para quien lo vivido durante los últimos tres años ha sido una experiencia que lo llena de satisfacción. “En términos personales esto es verdaderamente gratificante. Como me desempeño en el servicio público, para mí esto es una extensión de lo que hago todas las mañanas en el Hospital Regional”, afirma.
“La idea era hacer algo por la comunidad, una acción solidaria, fundamentalmente por los pacientes periféricos o rurales, a quienes les resulta muy complicado acceder de forma oportuna a médicos especialistas. Hemos volado a la isla Santa María, isla Mocha, Tirúa, Lebu y Cobquecura, lugares donde nos hemos encontrado con ciertas patologías que deberían haber sido atendidas mucho antes, lo que se transforma en un aliciente que nos motiva a seguir trabajando en esto”, agrega el doctor Llancapi.
Lo mismo piensa el doctor Patricio Damke, integrante del equipo de pilotos del CAC y responsable de coordinar con los consultorios y centros de salud que serán visitados todos los detalles previos para optimizar el trabajo de los médicos, como la disposición de los módulos de atención, insumos y fichas médicas.
“Yo trabajo en la atención primaria, en Cañete, y me doy cuenta de las necesidades que hay. Uno deriva al paciente y éste puede llegar a demorar hasta un año y medio en ser visto por un especialista. Nosotros hemos logrado disminuir y en algunos casos terminar con las listas de espera, lo que me parece sinceramente fantástico. Todo esto genera mucho impacto y la gente queda muy agradecida”, sostiene el facultativo, quien actualmente se especializa en traumatología en Santiago.
Desde marzo de 2010 se han realizado más de diez operativos, cada uno de ellos con el fin de cubrir necesidades específicas. “En total han participado ocho pilotos y hemos llegado a contar con diez médicos estables, los que van variando según las especialidades más urgentes en los respectivos consultorios. Para los médicos es una posibilidad de realizar una valiosa colaboración social, fiel a su vocación, mientras que para los pilotos es fundamental demostrar la importancia de que no se sigan cerrando pistas de aterrizaje, porque eso afecta a la aviación deportiva y la conectividad del país. Aquí se ha formado un círculo súper virtuoso, que permite a los pacientes tener un médico especialista de primer nivel en las mismas localidades donde viven”, comenta Felipe Schlack.
El despegue
El sábado 17 de noviembre se realizó el último operativo de 2012 de los Médicos del Aire. El lugar elegido para visitar, por cuarta vez, fue precisamente el epicentro del terremoto del 27/F, donde más de 150 personas aguardaban ansiosas el arribo de los especialistas, acercándose desde muy temprano al Centro de Salud Familiar de la comuna.
Mientras eso sucedía, el movimiento en los hangares del Club Aéreo Concepción, en el aeropuerto Carriel Sur, era incesante. El despegue estaba programado para las 10 horas y ya desde 8.30 se comenzaron a reunir médicos y pilotos. Como es habitual antes de cada vuelto, los encargados de comandar las naves revisaban el correcto funcionamiento de todos los controles, chequeando hasta el más mínimo detalle para reducir cualquier riesgo.
El clima era óptimo y la única preocupación era el estado de la pista de aterrizaje de Cobquecura, que en ese momento carecía de la mantención adecuada y el cierre perimetral aconsejado para garantizar la seguridad. Para salir de dudas, a las cuatro avionetas dispuestas para el operativo se sumó un helicóptero, que tomó la delantera para observar in situ las condiciones que esperaban al resto de la comitiva. En el aparato, modelo Bell, viajaron el piloto Fernando Sáenz y el cardiólogo Germán Arriagada. “Siempre es motivante participar en estos operativos. La idea es ayudar a gente que lo necesita y en esta ocasión me subí por primera vez a un helicóptero. Fue una experiencia extraordinaria, muy entretenida”, comenta.
El equipo de avanzada confirmó el deteriorado estado del aeródromo Los Morros, sin embargo, tomando algunas precauciones, se podía llegar sin grandes problemas realizando las maniobras de acercamiento desde el sector norte. Pilotadas por Patricio Damke, Patricio Llancapi, Felipe Schlack y Jaime Fuentealba, presidente del Club Aéreo Concepción, despegaron pasadas las diez de la mañana las avionetas Cessna 172, cuadriplazas capaces de volar a 14 mil pies y 100 nudos (180 km/h). “El avión es muy seguro, tiene ala alta, ideal para la zona sur. Tiene más visibilidad y mejor desempeño en el viento y en situaciones de mucha turbulencia, el Cessna tiene un muy buen comportamiento”, asegura Fuentealba.
La delegación la completaba el neurólogo Alfonso Sánchez, el traumatólogo Aníbal Elgueta, la ginecóloga Loreto Agurto, el otorrinolaringólogo Álvaro Valenzuela, la dermatóloga Rosario Alarcón y el estudiante de medicina Nicolás Montes. “Aquí nosotros nos basamos en la colaboración de los médicos, porque sin ellos esto no funciona. Nosotros ponemos los aviones para los traslados donde corresponda y costeamos las horas de vuelo. Ese es nuestro aporte, mientras que los médicos ponen sus conocimientos y capacidad profesional. Juntos estamos haciendo lo humanamente posible para que la gente tenga una atención de calidad”, agrega el timonel del CAC.
Bordeando la costa hacía el norte, con un sol radiante y una panorámica privilegiada, el trayecto no duró más de 30 minutos. Una vez en tierra, los Médicos del Aire abordaron un cómodo furgón con destino a un repleto consultorio.
Rol social
El Centro de Salud Familiar de Cobquecura atiende a más de 5.500 usuarios, la gran mayoría de ellos habitantes de zonas de ruralidad extrema. Así lo explica su directora, Jessica Ramírez, quien además es responsable del Departamento de Salud Municipal. “Tenemos algunas personas que deben recorrer cerca de 30 kilómetros para recibir atención médica. Nosotros funcionamos con dos postas y generalmente requerimos a especialistas como dermatólogos y otorrinolaringólogos, cuyas patologías son las de mayor demanda debido a factores climáticos, como el sol y la humedad. En el Cesfam contamos con dos médicos generales, dos enfermeras, dos matronas, dos odontólogos, un psicólogo y un asistente social, por lo que todos los enfermos que necesitan la opinión de especialistas son derivados al Hospital Herminda Martin de Chillán”, explica.
Los Médicos del Aire han permitido absorber significativamente las listas de espera, que para algunos pacientes se extendía por más de un año y medio. “Desde que ellos están trabajando con nosotros la gente está muy ilusionada y después de la consulta quedan muy satisfechos. Para nosotros esta iniciativa ha sido súper beneficiosa, porque incluso hemos podido realizar aquí mismo algunas intervenciones de cirugía menor. Sólo tenemos palabras de agradecimiento para los profesionales que vienen a ayudarnos”, agrega Jessica.
Uno de los procedimientos que se llevó a cabo fue encabezado por Rosario Alarcón. Tras una biopsia, extirpó un carcinoma a una mujer de 85 años de edad. “Fue una operación muy sencilla, pero muy importante para la paciente, porque arrastraba este problema hace bastante tiempo. Personalmente estoy muy contenta por haber participado por primera vez en este tipo de operativos, porque me gusta mucho el trabajo comunitario y sentirme útil”, comenta la dermatóloga, quien incluso atendió a una madre que caminó más de 12 kilómetros junto a su hijo de siete años debido a una dermatitis atópica del menor.
En tanto, Álvaro Valenzuela, uno de los profesionales más requeridos, atendía con entusiasmo a sus pacientes. “Esto es parte del servicio público. Yo voy todas las mañanas al hospital y a pesar de que la retribución económica no es mucha, lo que realmente importa es la vocación social y devolver todo lo que se ha recibido en la vida”. Preocupada, Pabla Vega llevó al Cesfam a su hijo Nicolás, de seis años, por un posible cuadro de adenoides y tras la consulta no ocultaba su alegría. “El doctor me dijo que todo estaba bien y no había nada de qué preocuparse. Se trataba sólo de una alergia, así que me voy feliz porque no tendré que operar a mi hijo. Para nosotros esto es una maravilla, porque estábamos esperando hace meses un diagnóstico”, cuenta.
El doctor Valenzuela asegura que “me llamó mucho la atención la cantidad de problemas de otitis y de sangrado de nariz. Por un tema climatológico, debido a la cercanía del mar, hay mucha demanda, así que fue un día bien laborioso y entretenido. Nunca antes me había subido a una avioneta y debo reconocer que algo de susto tenía, pero valió la pena y sin dudas volvería a repetir la experiencia. Confiaba mucho en el piloto, el viaje es muy bonito, nos reciben de manera excelente y las expectativas de los médicos y los pacientes se cumplen plenamente. Pese a que algunos les tocó esperar harto, todos se fueron muy contentos”.
En la oficina contigua, Julio Alarcón recibía una buena noticia. “Me acaba de revisar el doctor Elgueta y me voy mucho más tranquilo. Pensaba que podría tratarse de algo más complicado, pero favorablemente tengo sólo una tendinitis. Hace más de un mes que estaba con esta molestia en mi brazo, así que me recomendaron guardar reposo por un tiempo y seguir un tratamiento para luego retomar el trabajo”. El traumatólogo acota que “por tratarse de una zona agrícola, hay muchos cuadros de hombro doloroso, lumbago y artrosis”.
Un poco de adrenalina
Felipe Schlack reconoce que varios médicos, antes de participar por primera vez en un operativo, han preguntado por las medidas de seguridad que se adoptan en cada viaje. Y es que subirse a una avioneta, para quien no lo hace habitualmente, no es algo sencillo, pero los Médicos del Aire no dejan nada al azar. “Si las condiciones no se dan simplemente la salida se pospone. Nunca hemos tenido problemas”, afirma el piloto. Sin lugar a dudas, el hecho de volar constituye un condimento único en esta experiencia, imprimiéndole emoción y una cuota de adrenalina que termina por conquistar. “Si no se mejora la pista de aterrizaje de Cobquecura no podremos seguir viajando hacia esa comuna, lo que demuestra la forma en que trabajamos. Todos los riesgos están controlados así que la idea es disfrutar al máximo cada operativo y por supuesto el vuelo en sí le agrega un interés adicional. Hay adrenalina, entretención y salimos de la rutina, por lo que las puertas están abiertas para los que quieran sumarse”.
Así también lo cree el doctor Germán Arriagada, para quien “siempre hay algo de adrenalina en estas salidas”. Desde el terremoto de 2010, el cardiólogo ha viajado a Lebu, isla Santa María y Cobquecura. “Me he encontrado con distintas realidades, pero la verdad es que esta vez ha sido la más productiva, con pacientes con bastantes cardiopatías y bien seleccionados. Por lo mismo, pudimos entregar diagnósticos concretos. En lo personal me motiva ayudar a cubrir una necesidad y tras una extensa jornada reconforta el agradecimiento de la gente. Eso es lo gratificante de este trabajo”.
Un almuerzo de camaradería en Buchupureo, donde predominaron las empanadas de mariscos y los pescados de la zona, cerró formalmente el exitoso operativo. La satisfacción y alegría de los médicos era evidente. El estrés de la agitada mañana quedaba atrás y las risas y bromas de los profesionales marcaban el retorno.
Recientemente, los Médicos del Aire recibieron la valiosa donación de un ecógrafo portátil, avaluado en 30 mil dólares, por parte de la organización de médicos estadounidenses International Surgery Mission, aporte que fue gestionado a través de la Fundación Gabriela Mistral de Nueva York y que fue entregado por la Primera Dama, Cecilia Morel, durante una ceremonia desarrollada en el palacio de La Moneda. El instrumento se utiliza en el Hospital de Curanilahue, pero está a disposición de los operativos cada vez que se necesite.
En marzo de 2013 se realizó una nueva expedición solidaria, esta vez a la isla Santa María, donde 200 usuarios recibieron la visita de un puñado de hombres que llevan su vocación de servicio por toda la Región del Bío Bío, traspasando todos los límites para entregar esperanza y salud de calidad.
Por Óscar Ferrari Gutiérrez


Dres. Rosario Alarcón, Patricio Damke y Loreto Agurto

Dr. Alfonso Sánchez y Sr. Jaime Fuentealba

Dres. Aníbal Elgueta, Germán Arriagada y Álvaro Valenzuela