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20 Noviembre 2017

Medicina narrativa: menos exámenes, más relato

  • Dr. Domingo Castillo Solís

    Dr. Domingo Castillo Solís

  • Dr. Stanley Barahona Vallejos

    Dr. Stanley Barahona Vallejos

  • Dr. Juan Carlos Claro García-Atance

    Dr. Juan Carlos Claro García-Atance

En la actualidad los avances en medicina no se limitan solo a las áreas científicas, sino que también existe un lado “humano” que ha ido tomando fuerza dentro de las aulas académicas, con el fin de enriquecer el proceso de escucha e identificación durante la consulta médica.

La historias son parte de la vida del ser humano. Las hay bélicas, románticas, mitológicas, futuristas e incluso inverosímiles. Mediante el relato comprendemos ciertos aspectos de la vida, incorporamos moralejas y vislumbramos el significado de las cosas que nos rodean y suceden. Pero, concretamente, se trata de una narración estructurada en la que se representan sucesos mediante el lenguaje y, para que exista, es necesario contar con tres partes: quien relata, qué se relata y quien recibe la información.

Llevado al ámbito de la medicina, la interacción entre médico y paciente se trata, precisamente, de un relato. Es un espacio donde se le explica al profesional el motivo por el que se le está visitando, el contexto y se pide una solución. Pues enfermar es una experiencia que desata una crisis íntima que necesita ser contada.

Frente a esta realidad, no es extraño encontrarse con términos como “Medicina Narrativa”, que corresponde a un movimiento que comienza en Estados Unidos, y que introduce en la formación de profesionales de la salud, cursos en los que se trabaja con relatos sobre médicos y enfermos en un determinado contexto, con el objetivo de desarrollar la capacidad de escuchar las historias de los pacientes. Para ello, los estudiantes se entrenan en reescribir o contar estas historias mediante un lenguaje cotidiano, y confrontar sus percepciones y vivencias.

En general, la formación en medicina sustituye las habilidades interpretativas por otras de carácter más científicas. En ese sentido, el psicólogo canadiense Stanley Rachman sostiene que “esta profesión se ocupa de sucesos biológicos basados en la certeza, y que prestan al lenguaje una transparencia neutral. Por lo que la función de la literatura significaría una restauración del lenguaje según la mirada de quien lo expresa”, explica.

También, la especialista en medicina familiar, Harriet Squier, señala que el entrenamiento en humanidades no se opone al científico, pero advierte sobre la difícil tarea de introducir las humanidades a la formación médica. “La enseñanza de la medicina se ha caracterizado durante décadas por estar orientada a que los alumnos realicen procedimientos como memorizar clasificaciones, aplicar fórmulas para calcular dosis, escribir órdenes, esperar resultados, es decir, actividades cuyo éxito o fracaso pueden medirse. La educación en humanidades, en cambio, desafía la certeza científica que sostiene la medicina occidental al valorar tanto el conocimiento subjetivo como el objetivo, el razonamiento inductivo como el deductivo y la experiencia humana y la emoción, tanto como la información científica”.

El caso de Freud con Emmy von N es uno de los más representativos en cuanto al poder del relato. Cabe recordar que fue su propia paciente quien le sugirió dejar los tratamientos tradicionales para tratar la histeria (masajes, hipnosis, corrientes eléctricas, baños de agua caliente) y más bien sentarse tranquilamente a escuchar todo lo que ella deseaba contarle. Durante el resto de su vida no hizo Freud otra cosa que seguir ese lúcido consejo.

El poder de la literatura

La lectura es una actividad exclusiva del ser humano, que por lo general comienza a adquirirse muy lentamente desde temprana edad y se mantiene de por vida. Su importancia radica en el hecho de que es a través de ella que el hombre comienza a recibir conocimientos de manera formal y, por ende, a educarse. Leer es un acto de atención, concentración, compromiso y reflexión.

Volviendo al caso de la medicina, la lectura podría ser clave en cuanto al nivel de sensibilidad y entendimiento de la percepción que el paciente tiene respecto de su enfermedad. Evidencia de ello son los múltiples cursos de medicina y literatura que se imparten a nivel global; pues mediante el análisis de textos narrativos se busca un conocimiento más profundo de la enfermedad, la profesión médica o las vivencias del paciente. Algunos ejemplos son “La muerte de Iván Illich”, texto que ofrece la posibilidad de profundizar en la experiencia íntima de un enfermo terminal que, iluminado por el mal que lo está matando, cambia radicalmente la forma de entender su trabajo, su familia, sus afectos y su existencia misma. A ello lo acompañan “La Peste”, de Albert Camus; “La montaña mágica” de Thomas Mann; o “El aliento y El frío”, de Thomas Bernhard.

Sin ir más lejos, el doctor Domingo Castillo, director médico del Hospital Clínico de la Universidad de Chile, es docente de la asignatura “Ciencia, medicina y literatura”, espacio electivo que ofrece la malla curricular de la carrera, que pretende entregar formación humanista al estudiante, además de ayudarlo a comprender la importancia que tiene la enfermedad en la vida de los pacientes y fortalecer el rol empático del médico.

“Esta cátedra permite crear un sello distintivo a la hora de ejercer la profesión. Las obras literarias sirven como fuente importante para complementar nuestro conocimiento técnico, pues desde allí se obtienen datos o visiones que no se dan en otras disciplinas, ni se encuentran en los textos que se utilizan normalmente”, explica.

A ello suma que la exploración de ciertas obras literarias sirve como herramienta básica para conocer la visión de parte de la sociedad hacia el profesional médico y la vivencia de la enfermedad desde el punto de vista del paciente. “Al momento de hacer una buena historia clínica, en parte, se está escribiendo como novelista, ya que al leerla uno se podría llegar a identificar con el paciente”.

Así también lo considera el doctor Stanley Barahona, jefe de la Unidad de Neonatología del Hospital de la Fuerza Aérea de Chile, quien ha escrito tres libros de poesía; pasatiempo que comenzó a desarrollar desde los ocho años y que hoy lo ha llevado a tener una mayor sensibilidad frente a la vida y, sobre todo, con sus pacientes. “El arte, sea poesía, pintura o escultura, permite conectarte con el espíritu del ser humano, con el dolor, con la capacidad de poder permanecer y sobrepasar la barrera del tiempo. El arte del médico no es solo atender al paciente y sanar la enfermedad, mucho de nuestro quehacer se basa en temas psicológicos y espirituales, por lo tanto los profesionales de la salud no deben solo limitarse a hacer un buen diagnóstico y entregar el tratamiento adecuado, sino que también deben saber escuchar. Precisamente el arte es una puerta que nos permite aprender a escucharnos a nosotros y al resto, cosa que hace mucha falta hoy en día”, asegura.

La Universidad Católica también ha comenzado su recorrido en este campo, tanto así que el doctor Juan Carlos Claro, académico del Departamento de Medicina Interna, declara que su propósito es ayudar a que todos los estudiantes egresen con conocimientos y herramientas básicas derivadas de la medicina narrativa, especialidad en la que se formó en Estados Unidos bajo la tutela de la internista Rita Charon, quien cada vez que entra un paciente nuevo a su consulta, cruza sus manos sobre el regazo y dice: “Hola, yo voy a ser tu médico. Quiero que me cuentes todo lo que encuentras importante de ti, para que tengamos la mejor relación posible”. Luego se queda en silencio. Mirando a quien acaba de entrar.

“La medicina narrativa considera al paciente no tanto como una enfermedad o como un examen alterado, sino como una persona con una historia y un contexto que evidentemente influyen en cómo ha acabado delante de mí”, explica el doctor Claro.

Para poder lograr este fin, exige a sus estudiantes revisar diversas obras literarias, entendiendo que la labor de leer, escuchar y comprender, permiten afinar el oído cuando se enfrentan a la narrativa de sus pacientes.

“Como médicos estamos acostumbrados a escuchar la historia a nuestra pinta, sacando los datos que nos convienen, y no sabemos leerla como la cuenta el paciente. Con las preguntas que usualmente se hacen tratamos de reconducir lo que nos dicen para que cuadre con nuestro esquema, cuando lo que debemos hacer es adaptarnos a ese paciente”, recalca el facultativo.

Durante sus clases, el doctor Claro y sus estudiantes leen, escuchan o ven historias y practican los tres pilares de la medicina narrativa: la atención, la representación y la afiliación.

“Creo que todos los médicos pueden tener esto, yo tengo quizás una formación más sistemática en el tema de los textos, pero todos debiesen ser capaces de tener estas herramientas básicas para relacionarse con otros o con el paciente”, concluye.

Finalmente, comprendemos que la medicina narrativa hoy busca complementar la experiencia de la consulta mediante el diálogo, la empatía y la comprensión de cada paciente. Propone que los profesionales de la salud no olviden que toda la relación médico paciente genera un nuevo relato que se construye consulta tras consulta, examen tras examen y prueba tras prueba.

Por María Ignacia Meyerholz L.

Dr. Domingo Castillo Solís

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