La predicción genética del suicidio
En el contexto de la elaboración de estrategias preventivas que reviertan un complejo escenario, un estudio plantea convertir un examen de sangre en una herramienta clínica efectiva para descubrir a los individuos que tienen la intención de quitarse la vida.
Es septiembre y el invierno comienza a quedar atrás en Chile. Para la mayoría de las personas, los días más largos y cálidos abren la posibilidad de salir, distraerse y compartir con amigos o seres queridos, sin embargo, para un grupo importante y creciente de la población la primavera es sinónimo frustración, aislamiento y tristeza. Y es que en esta época del año, las personas que acarrean un estado depresivo ven acrecentados sus síntomas al tomar conciencia de su enfermedad. Durante los meses fríos y grises resultaba más fácil disimularlo, no asumirlo o simplemente no advertirlo, pero ahora basta con mirar a los demás para saber que algo no anda bien.
Para quien padece una depresión severa, esta nueva perspectiva de la realidad puede resultar un golpe tan fuerte que, lamentablemente, lo lleve a tomar la decisión de quitarse la vida. El problema no es menor, más aún si se considera que Chile exhibe el penoso registro de ser uno de los países con mayor aumento en la tasa de suicidios en el mundo, siendo los varones entre 20 y 24 años los que muestran la incidencia más alta. De acuerdo a esta tendencia y según estimaciones del Ministerio de Salud, para el año 2020 podría producirse un suicidio diario en Chile, lo que obliga a implementar una serie de estrategias a distintos niveles que logren modificar y revertir este preocupante escenario.
Es más, a nivel latinoamericano, Chile está en el primer lugar del “ranking” de suicidios adolescentes, situación que tiene en alerta a la Sociedad Chilena de Pediatría, SOCHIPE, cuyos miembros han puesto énfasis en la necesidad de controlar factores detonantes como el uso y abuso de alcohol y drogas. En el contexto internacional, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha llamado a las autoridades y gobernantes de todos los países a adoptar medidas urgentes de prevención, ya que en su conjunto resultan definitivamente insuficientes para frenar lo que califica como una verdadera “tragedia humana”. Y es que, en promedio, cada día hay tres mil personas que deciden poner fin a su vida. Por cada uno de ellos, 20 individuos lo intentaron sin lograr su objetivo. Se trata de un problema extremadamente complejo, en el que intervienen múltiples factores, entre ellos, los psiquiátricos, psicológicos, sociales, biológicos, culturales y ambientales. Es una auténtica epidemia moderna, que cobra una vida cada 40 segundos.
Las cifras invitan a la reflexión, al análisis y a la búsqueda de medidas prácticas y compromisos concretos a nivel global que logren una prevención eficaz y que ayuden a detectar oportunamente cualquier síntoma sospechoso. Parece el momento justo, más aún si se considera que este 10 de septiembre se celebra el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, iniciativa impulsada por la OMS y la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio.
Ahora bien, si se trata de estrategias preventivas, un estudio publicado en la revista Molecular Psychiatry arrojó resultados esperanzadores, pese a que los propios científicos que han liderado el trabajo optan, al menos por ahora, por la cautela. El grupo de investigadores, pertenecientes a la Facultad de Medicina de la Universidad de Indiana, Estados Unidos, postula que, mediante un simple examen de sangre, se puede predecir y cuantificar el riesgo de suicidio de pacientes psiquiátricos. ¿Cómo? evaluando los niveles de varios biomarcadores presentes en el flujo sanguíneo. Aunque es un método que se ha validado en pocas personas, sólo de sexo masculino, si se confirma su efectividad a nivel masivo seríamos testigos, sin lugar a dudas, de una auténtica revolución en este campo de la medicina. Los potenciales suicidas quedarían en evidencia gracias a la identificación de una serie de biomarcadores: el gen PTEN (conocido por su implicación en la protección contra el cáncer), MARKS, MAP3K3 y, principalmente, SAT 1.
Lo que hicieron los investigadores fue analizar la sangre de nueve individuos que se suicidaron. Luego compararon los resultados con los de otras tres cohortes. Una de ellas integrada por nueve pacientes afectados por trastorno bipolar que, de acuerdo a un test cognitivo, comenzaron a mostrar la intención de quitarse la vida. Otro grupo estaba conformado por 42 individuos diagnosticados con trastorno bipolar que eran parte de un estudio epidemiológico diferente, situación similar a la de 46 hombres con esquizofrenia que habían sido sometidos a una revisión genómica completa. Los niveles de SAT 1 en las personas que se suicidaron fueron tres veces más elevados que los arrojados por los bipolares que daban señales de intentarlo. Lo mismo se apreció con los otros grupos, aunque la diferencia fue menor en los afectados por esquizofrenia.
Los autores concluyen que combinar un análisis de sangre en busca de estos biomarcadores con dos escalas ya utilizadas para determinar el estado de ánimo y la ansiedad de un paciente puede detectar al suicida oculto. De acuerdo a lo que explican, la intención de suicido puede ser subrayada, al menos en parte, por algunos mecanismos biológicos.
Sin embargo, algunos especialistas ya han manifestado sus aprehensiones, puesto que, a consecuencia de la complejidad clínica de los cuadros psiquiátricos que pueden terminar en un intento de suicidio, es muy difícil aventurarse en una predicción efectiva determinada por un único test biológico.
En la vereda opuesta y pese a la variabilidad del comportamiento humano, también hay expertos que creen que el estudio representa un avance significativo en esta área. El examen no estudia los genes propiamente tal, sino que los fragmentos que realmente codifican proteínas y que tienen una mayor probabilidad biológica de estar vinculados con las conductas que generan impulsos suicidas. Aunque los genes no se traducen en una u otra conducta, al fin y al cabo, se traducen en proteínas que forman parte de las moléculas, las que a su vez forman parte de las neuronas, las que sí, según su conformación, pueden determinar conductas. En resumidas cuentas, se trata de una hebra con un gran potencial que puede ayudar a desenredar una madeja que, hasta ahora, está indescifrablemente enrollada.
El trabajo en esta línea recién comienza y se cree que en aproximadamente cinco años el examen puede estar disponible para los pacientes en algunos establecimientos de salud. Evidentemente, si el resultado es positivo, la idea es que el individuo tenga una supervisión constante e, idealmente, sea hospitalizado por un periodo para ser observado, evaluado y tratado por un especialista para así reducir al máximo el índice de riesgo. El paso inmediato será continuar con el análisis en pacientes, tanto hombres como mujeres, con depresión severa, como también extender la muestra de los niveles de biomarcadores a la población general para establecer parámetros más objetivos y, de esta forma, entregar fundamentos sólidos que sustenten lo que hoy puede calificarse como una mera esperanza que debe abordarse con cautela, pero también como un esfuerzo valioso de la investigación biomédica para los tiempos que corren.
