La estrategia genética para terminar con la ansiedad
El incremento de la molécula miR483-5p regula de forma positiva las neuronas de la amígdala reprimiendo tres genes asociados al estrés: Pgap2, Gpx3 y Macf1.
Los trastornos de tipo ansioso parecieran ser uno de los grandes males de los tiempos modernos. No es sencillo mantenerse al margen o inmunes a ellos, menos aún si estamos inmersos en una sociedad cada vez más exigente y competitiva, con altos niveles de estrés, conflictos, amenazas e incertidumbre.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), sobre 300 millones de personas sufren estos cuadros, caracterizados por el miedo y preocupación excesivos, con signos que provocan una discapacidad funcional importante como, por ejemplo, los ataques de pánico [1].
Pero antes de seguir, es oportuno precisar algunos conceptos. Primero que todo, la ansiedad es una experiencia universal y puede surgir ante situaciones cotidianas como una cita, entrevista laboral u otras que representen algún grado de riesgo. La mayoría de las personas enfrentan en sus vidas circunstancias donde experimentan una respuesta de activación ansiosa: taquicardia, palmas sudorosas, aceleración de la respiración, temor y rigidez muscular.
En segundo lugar, la ansiedad, por sí misma, no es una reacción negativa o patológica, sino todo lo contrario. Cumple una función esencial para la supervivencia del individuo como mecanismo de activación y alerta ante posibles peligros o exigencias ambientales facilitando su afrontamiento rápido y eficaz. Los síntomas asociados son manifestaciones para intentar hacer frente a eventos percibidos como amenazantes.
Por su parte, los trastornos de ansiedad son alteraciones psicológicas que difieren cuantitativa y cualitativamente de la agitación que surge de forma espontánea ante una situación desafiante. Los más comunes son generalizados, obsesivos compulsivos, pánico, fobias y estrés postraumático.
Estos pueden llegar a interferir negativa y significativamente con la habilidad de un individuo para desenvolverse y adaptarse a su entorno. Sus síntomas se manifiestan como reacciones desproporcionadas e injustificadas ante estímulos o acontecimientos ambientales cotidianos, los cuales escapan de su control teniendo un carácter intenso y recurrente generando incomodidad y malestar [2].
Desadaptación y freno molecular
El diagnóstico de estos cuadros, que convierten situaciones cotidianas en fuentes potenciales de terror y pánico, es fundamental. Si es inexistente o tardío, o no se cuenta con el manejo adecuado, la persona puede recurrir a medidas extremas de evitación como no salir de casa o esquivar cualquier tipo de contacto con sus pares. Estas medidas desadaptativas afectan la calidad de vida a nivel familiar, social y laboral.
Pero no perdamos la tranquilidad. La ciencia está preocupada de este problema y concretó un prometedor avance. Tras experimentar con modelos animales, investigadores de las Universidades de Bristol y Exeter de Reino Unido identificaron un gen en el cerebro que provocaría los síntomas más frecuentes de la ansiedad.
Durante el desarrollo del estudio, publicado en la revista Nature [3], científicos sometieron a ratones a eventos estresantes en condiciones de laboratorio para analizar la actividad de las moléculas miARN, que regulan las proteínas de los procesos celulares de la amígdala, región cerebral que controla las emociones y sentimientos.
¿Qué ocurrió? Observaron un aumento de miR483-5p. “El incremento de esta molécula reguló positivamente las neuronas de la amígdala y reprimió tres genes asociados al estrés: Pgap2, Gpx3 y Macf1. La expresión se suprime con mayor notoriedad en el primero. Creemos que miR-483-5p actúa como un freno molecular que compensa los cambios en la amígdala inducidos por el estrés para promover el alivio de la ansiedad”, comenta la coautora Valentina Mosienko.
Expresión génica
Según los investigadores, mientras los niveles bajos de estrés son contrarrestados por la capacidad natural del cerebro para adaptarse, las experiencias traumáticas severas o prolongadas pueden superar los mecanismos protectores de resiliencia, lo que lleva al desarrollo de condiciones patológicas como la depresión y ansiedad. La clave estaría en la regulación de la expresión génica.
“Los miARN están estratégicamente preparados para controlar condiciones neuropsiquiátricas complejas. Pero los mecanismos moleculares y celulares que utilizan para regular la resiliencia y susceptibilidad al estrés eran, hasta ahora, en gran parte desconocidos. La vía entre miR483-5p y Pgap2 que identificamos y el rol que cumple como reductor de la ansiedad ofrece un gran potencial para el desarrollo de nuevos tratamientos”, asegura la doctora Mosienko.
Especialistas subrayan la necesidad de visibilizar aún más la prevalencia e impacto de los trastornos de ansiedad entendiéndolos como un problema de salud pública que requiere pesquisa precoz y atención oportuna mediante psicoterapia, psicofármacos o actividad física [4]. Eso mientras se desarrollan nuevos estudios en humanos que validen los hallazgos de los científicos británicos. Un proceso a mediano y largo plazo que habrá que saber esperar en calma.
Referencias
[1] Trastornos mentales. https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/mental-disorders
[2] Los trastornos de ansiedad en el siglo XXI: una pandemia silenciosa. http://www.psiquiatriaysaludmental.udec.cl/los-trastornos-de-ansiedad-en-el-siglo-xxi-una-pandemia-silenciosa/
[3] Mucha M, Skrzypiec AE, Kolenchery JB, Brambilla V, et al. miR-483-5p offsets functional and behavioural effects of stress in male mice through synapse-targeted repression of Pgap2 in the basolateral amygdala. Nat Commun. 2023 Apr 25;14(1):2134.
[4] Singh B, Olds T, Curtis R, Dumuid D, et al. Effectiveness of physical activity interventions for improving depression, anxiety and distress: an overview of systematic reviews. Br J Sports Med. 2023 Feb 16:bjsports-2022-106195.
Por Óscar Ferrari Gutiérrez