El potencial cancerígeno de los microplásticos
Estos no solo han contaminado el medioambiente, sino que también el organismo del ser humano. Debido a sus efectos, estas partículas pueden contribuir al desarrollo de células tumorales.
En 2019, 460 millones de toneladas métricas de plástico fueron producidas. Para 2060, se proyecta que esta cifra se triplique. A través de corrientes de aire, fragmentos y partículas de este material se expanden en el medioambiente. Con un tamaño inferior a cinco milímetros, los microplásticos (MP) han logrado penetrar en los espacios menos pensados. Al ser pequeños y móviles, se encuentran incluso en lugares tan remotos como la Antártica [1, 2, 3].
Los MP invaden el ecosistema mediante fuentes primarias o secundarias. Las primeras, son aquellas producidas intencionalmente para una función específica, como pellets de este manerial y productos de higiene personal con microperlas. Mientras que las segundas son el resultado de la fragmentación de plásticos más grandes como neumáticos, textiles sintéticos o macroplásticos. Su durabilidad los hace extremadamente resistentes a la degradación natural completa, provocando su acumulación en el planeta [1, 3, 4].
No solo han penetrado en el entorno, sino que también en el cuerpo humano por inhalación, ingesta y contacto tópico. Estas han sido detectadas en órganos, tejidos y fluidos como pulmones, hígado, riñones, placenta, sangre y leche materna. Es más, se estima que una persona consume el equivalente a una tarjeta de crédito semanalmente. Entre algunos de sus impactos en la salud, está el potencial cancerígeno [1, 3, 5].
Una relación con sentido
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el cáncer es una de las enfermedades con mayor mortalidad. Comienza con la mutación de genes, anormalidades en el ciclo celular, división celular incontrolable, crecimiento de tumores y desbalance inmunitario. Esto puede provocar que las células metastásicas se reubiquen en diferentes partes del cuerpo, lo que resulta potencialmente mortal [3]. El riesgo de cáncer por exposición a MP va a depender de factores como su tipo, tamaño, duración del contacto y la susceptibilidad de cada individuo [5].
Con la posibilidad de atravesar barreras biológicas y entrar en el organismo, algunas investigaciones evidencian que estas micropartículas pueden aumentar la inflamación y dañar el ADN, contribuyendo en el desarrollo de células cancerígenas y tumores [3, 6]. Al tener uno de los puntos de entrada más fáciles, el cáncer colorrectal (CCR) es el tercero con mayor frecuencia a nivel mundial y está entre los más mortales. Con 1,9 millones de casos registrados en 2020, se ha incrementado en menores de 50 años [5, 4].
Debido a la cohorte de nacimientos después de 1960, este aumento podría estar relacionado a factores medioambientales. Si bien todavía no se asocia a ningún mecanismo específico, la contaminación de residuos plásticos podría ser una respuesta. El consumo humano de MP comienza a temprana edad y continúa a lo largo de la vida. Son 1,580,000 partículas diarias las que un niño ingiere a diario a causa de mamaderas plásticas, lo que corresponde a una exposición 2,600 veces mayor a la de un adulto.
El impacto a largo plazo de la ingesta precoz de estos fragmentos aún no se conoce. Sin embargo, sus efectos en el colon alteran el equilibrio entre la microbiota intestinal y la capa mucosa, lo que puede conducir al desarrollo de CCR. Además, sus diversos componentes dañinos tienen el potencial de influir en la incidencia de esta enfermedad [4].
Desafíos e innovación
Materiales para la construcción de edificios, envasado de alimentos, fuentes de energía, transporte, equipamiento médico y científico son solo algunos de los usos de interés comercial que se le da al plástico y sus derivados. Debido a su versatilidad, eficacia y conveniencia, las restricciones globales de su producción no han sido efectivas [3]. Si bien la conciencia del impacto de los microplásticos en la salud y medioambiente es cada vez mayor, el conocimiento sobre la gravedad de sus efectos sigue siendo limitado [6].
Actualmente, su detección se basa principalmente en el análisis visual por fonendoscopio o una combinación de técnicas espectroscópicas. Métodos con carencias y desventajas como la falta de precisión para identificar materiales poliméricos específicos, requieren de tiempos prolongados, recurren a la subjetividad y son susceptibles a errores. Por esto, se necesita integrar criterios más objetivos, desarrollar métodos con mayor eficiencia y precisión, y el apoyo de la inteligencia artificial [6].
Además de su urgencia medioambiental, la contaminación derivada de los MP también necesita atención médica. A pesar de que todavía se desconoce su nivel de gravedad exacto, diversas investigaciones advierten la amenaza que pueden tener en el organismo, como el riesgo de causar distintos tipos de cáncer. De esta manera, tanto la aplicación de políticas públicas en torno al uso de plásticos por parte de los gobiernos, como avances en las tecnologías de detección, resultan fundamentales.
Referencias:
[1] Chartres, N. et al. (2024). Effects of Microplastic Exposure on Human Digestive, Reproductive, and Respiratory Health: A Rapid Systematic Review. Environmental Science & Technology.
[2] Colliver, V. (2024). Microplastics in the Air May Be Leading to Lung and Colon Cancers. University of California San Francisco.
[3] Goswami, S. et al. (2024). The alarming link between environmental microplastics and health hazards with special emphasis on cancer. Life Sciences.
[4] Li, S. et al. (2023). Could Microplastics Be a Driver for Early Onset Colorectal Cancer? Cancers.
[5] Kumar, N. et al. (2024). Microplastics – A Growing Concern as Carcinogens in Cancer Etiology: Emphasis on Biochemical and Molecular Mechanisms. Cell Biochemistry and Biophysics.
[6] Cheng, Y. et al. (2024). Microplastics: an often-overlooked issue in the transition from chronic inflammation to cancer. Journal of Translational Medicine.
Por Dominique Vieillescazes Morán