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23 Julio 2018

El gran secreto de la leucemia

Investigadores del Instituto del Cáncer de Duke descubrieron cómo la leucemia linfoblástica aguda logra infiltrarse en el sistema nervioso central, lo que abre nuevos enfoques diagnósticos y terapéuticos.

Determinar cómo la leucemia logra penetrar el sistema nervioso central representa un reto para ciencia. O al menos lo era, porque investigadores del Instituto del Cáncer de Duke (Estados Unidos) aseguran haber resuelto el misterio, luego de un estudio que fue publicado en la revista Nature (doi: 10.1038/s41586-018-0342-5).

“Existe una barrera hematoencefálica que así como protege al cerebro de peligros en el torrente sanguíneo, también dificulta la entrada de muchos medicamentos. Lo que se desconocía es por qué algunas células cancerígenas de la leucemia linfoblástica aguda (LLA) consiguen burlar este 'santuario' e introducirse en el sistema nervioso central”, comentó la doctora Dorothy Sipkins, principal autora del trabajo que describe la ruta de un cáncer que se desarrolla fundamentalmente a nivel pediátrico. “Estos datos abrirán nuevas líneas de investigación que podrían en un futuro evitar el ingreso de las células malignas al sistema nervioso central”. Cuando esto ocurre, el tratamiento debe ser más intensivo, por tanto resultaría clave prevenir este proceso.

Los científicos detallan que, en la práctica, las células que se infiltran en el sistema nervioso central no lo hacen rompiendo la barrera hematoencefálica, sino que la evaden mediante una gran cantidad de receptores que “actúan como llave para abrir una cerradura que son unas proteínas llamadas lamininas de los vasos sanguíneos que las conducen y desplazan desde la médula ósea hasta el líquido cefalorraquídeo”.

Según detalló la especialista, “pequeños vasos sanguíneos pasan directamente a través de las vértebras al tejido de las meninges que recubre la médula espinal y el cerebro. Las células de la LLA se agarran a la laminina que rodea estos vasos y se comprimen en la región de las meninges donde circula el fluido espinal cerebral. Fue muy emocionante ver esto, porque todo cobró sentido con lo que vemos en los pacientes: la anatomía y los mecanismos moleculares”.

La leucemia es una enfermedad de la sangre por la cual la médula ósea produce glóbulos blancos anormales, denominadas células blásticas leucémicas. Éstas se dividen reproduciéndose a sí mismas, lo que genera una proliferación neoplásica de células alteradas que no mueren cuando envejecen o se dañan, por lo que se acumulan y van desplazando a las células normales. Esta disminución de células sanas puede ocasionar dificultades en el transporte del oxígeno a los tejidos, en la curación de las infecciones o en el control de las hemorragias. 

El término leucemia significa “sangre blanca”, debido a la alta cantidad de glóbulos blancos que la mayoría de los pacientes tienen antes de comenzar la terapia. Por tratarse de una proliferación de células inmaduras y anormales en el torrente sanguíneo, la patología es calificada como el cáncer de la sangre.

En la gran mayoría de los casos, no se puede establecer una causa identificable. Sin embargo, sí existen factores de riesgo como tratamientos previos para otros tipos de cáncer vía quimioterapia o radioterapia, padecer un trastorno genético como el síndrome de Down, exposición a agentes tóxicos y, en un porcentaje minoritario, tener antecedentes familiares.

Sus síntomas dependerán del tipo de leucemia. En el caso de la LLA se puede manifestar a través de mareos, debilidad y cansancio, dificultades respiratorias, infecciones recurrentes, formación reiterada de hematomas, fiebre, sudoración nocturna y sangrado frecuente en nariz y encías. También se puede producir agrandamiento de los ganglios linfáticos y dolor o sensación de hinchazón estomacal.

Para el doctor David Ruano Domínguez, médico adjunto del Servicio de Hematooncología y Trasplante del Hospital Universitario Niño Jesús de Madrid, “lo bonito de este trabajo, además de describir una forma de entrada, es que ven los cerebros de los ratones en tiempo real, ven cuál es el receptor, dónde está localizada la proteína, cómo progresan y se van moviendo las células malignas y cómo logran evadir la barrera hematoencefálica”.

Durante el estudio, los investigadores trabajaron con una molécula experimental (GS-649443). Aquellos ratones que recibieron este medicamento inhibidor mostraron menos señales de infiltración de células malignas en el sistema nervioso central. 

“La incidencia de síntomas de la enfermedad en el sistema nervioso central de los ratones tratados disminuyó entre tres y seis veces al compararse con el grupo de animales sin tratamiento farmacológico. En este sentido, el fármaco experimental podría tener un beneficio terapéutico, pero se necesita profundizar más en el tema”, finalizó la doctora Sipkins.

Por Óscar Ferrari Gutiérrez

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