El cáncer de la polución
La contaminación atmosférica constituye un riesgo medioambiental para la salud y se estima que causa alrededor de dos millones de muertes prematuras al año en todo el planeta.
La contaminación ambiental es un fenómeno que afecta directa e indirectamente la salud de las poblaciones, no sólo de seres humanos, pues también altera el equilibrio de los ecosistemas. Se trata del resultado de una serie de procesos naturales o industriales en que en el ambiente se detectan compuestos por sobre los niveles permitidos o que no deberían estar presentes.
Dentro de los principales contaminantes que afectan la salud humana se encuentran son el material particulado respirable urbano como ozono, monóxido de carbono, dióxido de nitrógeno y anhídrido sulfuroso atmosféricos; plomo, níquel, vanadio, cromo VI, mercurio, cadmio, arsénico, dioxinas y otros compuestos orgánicos clorados, diversos agroquímicos y el tabaquismo.
En general, las personas y los animales de vida silvestre están expuestos a mezclas de más de dos sustancias tóxicas. Este contacto con contaminantes tóxicos puede darse durante procesos de producción, distribución o utilización de productos como medicamentos, alimentos, productos de limpieza, insecticidas, pesticidas, formulaciones industriales y artículos para el hogar, o bien cuando éstos son desechados al ambiente.
Las alteraciones que producen algunas sustancias sobre la salud son relativamente fáciles de reconocer y evaluar, sobre todo cuando estos efectos son inmediatos, como en los envenenamientos o las intoxicaciones agudas, los problemas respiratorios o en la piel. Es mucho más difícil establecer una asociación causa-efecto cuando el agente tóxico produce daños a la salud después de un tiempo largo o cuando las manifestaciones metabólicas, fisiológicas o patológicas aparecen mucho tiempo después de la exposición.
La evidencia epidemiológica sugiere que la contaminación atmosférica de partículas de materia fina tiene efectos adversos en la salud humana. Aunque muchos estudios se han centrado en el aumento del número de ingresos hospitalarios por patologías respiratorias, el desarrollo de problemas alérgicos, el diagnóstico temprano de enfermedades respiratorias en niños y la pérdida en la función pulmonar, crece la evidencia de que las partículas contaminantes se han trasformado en un factor de riesgo para el cáncer pulmonar, especialmente de adenocarcinoma
Esta certeza ha quedado reflejada en un reciente estudio publicado en The Lancet Oncology (Early Online Publication, 10 July 2013) donde investigadores de varias universidades y centros de estudios de Europa destacaron que este vínculo debería consolidarse como otro más entre las amenazas que, como el tabaco, sacuden la salud pulmonar.
Ello se debe a las partículas en suspensión (PM) de determinados tamaños. Las partículas de diámetro aerodinámico igual o inferior a 10 µm (PM10) suelen quedarse en la garganta y sus proximidades. Las que tienen un diámetro igual o inferior a 2,5 µm (PM2.5) pueden llegar hasta los pulmones, mientras que las ultrafinas, con un diámetro igual o inferior a 0,1 µm, son capaces de traspasar del alvéolo pulmonar a la sangre.
Sus efectos sobre la salud afectan exclusivamente al sistema respiratorio, provocando normalmente tos y cierta dificultad para respirar. En casos extremos y en población de riesgo pueden agravar el asma; causar daños al pulmón, como la disminución de su función y enfermedades respiratorias de por vida; e, incluso, la muerte prematura en personas con patologías previas del corazón y del pulmón.
La investigación, dirigida por el doctor Ole Raaschou-Nielsen del Centro de Investigación de la Sociedad Danesa del Cáncer, analizó 17 estudios de cohortes de nueve países europeos, con casi 313.000 personas, el cual reveló que 2.095 ciudadanos habían desarrollado cáncer de pulmón.
Mediante un modelo estadístico que excluyó casos debidos a otros factores de riesgo como el tabaquismo, dieta y tipo de trabajo, se encontró que por “cada aumento de cinco microgramos por metro cúbico de contaminación de PM2.5, el riesgo de cáncer de pulmón incrementaba un 18 por ciento y por cada ascenso de 10 microgramos por metro cúbico en la contaminación por PM10, las probabilidades subían en un 22. Sin embargo, no se encontró ninguna asociación entre óxidos de nitrógeno y este tipo de cáncer”, destacaron los investigadores.
Ya un estudio realizado en 2008 sobre polución y salud que midió los niveles de contaminación de diferentes ciudades europeas, reseñaba que la reducción de los niveles de PM 2,5 a 20 microgramos/m3 en cada ciudad evitaría 11.375 muertes prematuras (8.053 cardiopulmonares y 1.296 debidas a cáncer de pulmón). Si se redujeran a 1,5 g/m3, se evitarían hasta 16.926 muertes prematuras, 11.612 debidas a enfermedades cardiopulmonares y 1.901 a causa de cáncer de pulmón.
Las guías de calidad del aire de la Organización Mundial de la Salud (OMS) presentan un análisis consensuado y actualizado sobre los efectos de la contaminación en la salud, y recogen los parámetros de calidad del aire que se recomiendan para reducir de modo significativo los riesgos sanitarios. Dichas pautas señalan que una reducción de la contaminación por partículas (PM10) de 70 a 20 microgramos por metro cúbico permitiría reducir en aproximadamente un 15 por ciento las muertes relacionadas con la calidad del aire.
Actualmente, la exposición a los contaminantes atmosféricos está, en gran medida, fuera del control personal, por lo que la solución más inmediata requiere medidas comprometidas y eficientes por parte de las autoridades públicas a nivel nacional, regional e internacional para frenar, de alguna manera, estos decesos.
