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15 Febrero 2021

Camino hacia la siesta personalizada

La necesidad de dormir durante el día y los beneficios de este hábito están determinados por la genética. La modulación de estas variantes podría conducir a la implementación de estrategias sanitarias.

Diferentes estudios han confirmado que dormir durante el día tiene una raíz biológica y que la costumbre, si se lleva a cabo de manera adecuada, es beneficiosa para la salud. Sin embargo, su dependencia genética traza caminos distintos, ya que para algunos lo que es un acto casi irrenunciable para otros puede resultar una pérdida de tiempo. Las ventajas también varían en cada individuo, lo que podría impulsar la implementación de siestas personalizadas, pero para entender los avances en esta área es necesario remontarse a los últimos años del siglo pasado.

En 1985, Scott Campbell, psicólogo de la Facultad de Medicina de la Universidad de Cornell (Estados Unidos) demostró por primera vez que la siesta está vinculada al ritmo circadiano, sistema que controla los cambios diarios de fenómenos fisiológicos y bioquímicos, como el sueño-vigilia, liberación de hormonas, variaciones en la temperatura corporal y agudeza visual, entre otros. 

Cuando se le consultó si este reposo podría mejorar la salud, fue cauto. “Es probable. Existen datos que confirman una falta crónica de sueño en la mayoría de los adultos y muchos niños, lo que puede aumentar el riesgo de enfermedades y disminuir la habilidad del organismo para luchar contra ellas. De lo que no hay duda es que la siesta tiene una base biológica y la necesidad de tomarla o no está determinada por los genes”.

En 2003, científicos de la Universidad de Harvard fueron más concluyentes y plantearon en la revista Nature Neuroscience [1] que una hora de siesta diaria resultaba tan ventajoso como un adecuado descanso nocturno, favoreciendo el aprendizaje, memoria, ánimo, rendimiento físico y productividad laboral. Recientes indagaciones dan cuenta de su positiva influencia en los sistemas inmunitario y endocrino [2] y en la reducción de patología cardiovascular [3].

“Más allá de cualquier interpretación o prejuicio que este hábito pueda generar, es una respuesta natural del organismo, que suele darse después del almuerzo”, comentó el doctor Emilio Rodríguez Sáez, neurofisiólogo clínico del Hospital General en Pontevedra (España). Una investigación realizada en países industrializados concluyó que 92,5% de los trabajadores que tomaba una siesta aumentaba su productividad, creatividad y capacidad de resolver problemas. “No solo cumplían sus funciones, sino que lo hacían de mejor forma. Dormir no es algo que esté, biológicamente, relegado solo a la noche”.

En este contexto, un equipo integrado por especialistas del Hospital General de Massachusetts (Estados Unidos) y la Universidad de Murcia (España) se propuso “esclarecer los caminos que explican por qué dormimos la siesta”, sostuvo la fisiología Marta Garaulet, coautora del trabajo publicado la revista Nature Communications [4].

En el estudio se identificaron docenas de clúster de genes que determinan la propensión a dormir siesta. También se descubrieron evidencias preliminares que la relacionan con la salud o enfermedad cardiovascular en función de estos. “Ahora entendemos por qué hay personas que después de comer necesitan descansar, mientras otros teniendo la misma oportunidad no lo hacen, aunque lo intenten. Podemos comprender que para algunos esta práctica es beneficiosa y para otros no”.

Tras analizar miles de datos genéticos y de estilo de vida, vinculados con otros hábitos del sueño, se reconocieron genes asociados con la duración de este, el insomnio y la tendencia a madrugar. “Creemos que en el futuro se pueden establecer recomendaciones personalizadas, sobre la conveniencia o no de dormir siesta, su frecuencia y duración. Todo en función del genotipo”, agregó la doctora Garaulet.

En base a esto, el equipo encontró tres subtipos de personas que muestran mayor predisposición a dormir siesta: se dividen en individuos que requieren más tiempo de descanso, otros que no logran recobrar energías durante la noche y necesitan hacerlo al día siguiente y, por último, aquellos acostumbrados a madrugar y recuperar fuerzas a media tarde.

Richa Saxena, coautora e investigadora del Centro de Genómica de Medicina del Hospital General de Massachusetts, detalló que para comprender estas variantes realizaron un estudio genómico completo, trabajo desarrollado habitualmente para determinar vínculos con una patología, aunque en este caso se buscó un nexo con la siesta. “Analizamos el ADN de un gran número de personas e identificamos 123 regiones en el genoma asociadas a este hábito. Además, un subgrupo de participantes ocupó acelerómetros, monitores que proporcionan datos precisos sobre la cantidad de reposo de un individuo durante el día”.

Por su parte, Iyas Daghlas, coautor e investigador de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, aseveró que “la siesta está determinada biológicamente y no es solo un comportamiento relacionado al entorno o una opción personal. En tanto, algunos de los subtipos genéticos descritos presentaron factores de riesgo para su salud cardiometabólica, como obesidad e hipertensión arterial”.

La Organización Mundial de la Salud considera que los trastornos del sueño, agravados durante la pandemia, deben ser abordados con urgencia. Hasta antes de la crisis por SARS-CoV-2 se calculaba que 45% de la población padecía insomnio, hipersomnolencia, parasomnia, síndrome de piernas inquietas, narcolepsia y apnea. Este trabajo podría conducir a la implementación de siestas personalizadas como una insospechada estrategia para contribuir en el abordaje de este problema y algunas enfermedades detonadas por la falta de un adecuado descanso.

Referencias
[1] Mednick S, Nakayama K, Stickgold R. Sleep-dependent learning: a nap is as good as a night. Nat Neurosci. 2003 Jul;6(7):697-8.
[2] Faraut B, Nakib S, Drogou C, et al. Napping reverses the salivary interleukin-6 and urinary norepinephrine changes induced by sleep restriction. J Clin Endocrinol Metab. 2015 Mar;100(3):E416-26.
[3] Häusler N, Haba-Rubio J, Heinzer R, et al. Association of napping with incident cardiovascular events in a prospective cohort study. Heart. 2019 Dec;105(23):1793-1798.
[4] Dashti HS, Daghlas I, Lane JM, et al. Genetic determinants of daytime napping and effects on cardiometabolic health. Nat Commun. 2021 Feb 10;12(1):900.

Por Óscar Ferrari Gutiérrez

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