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05 Septiembre 2005

Viktor Frankl

Viktor Frankl: el hombre del sentido

Fue el fundador de la tercera escuela de psicoterapia de Viena, sobrevivió al holocausto y rechazó la teoría de la culpa colectiva. El sufrimiento, la desesperación y la voluntad de sentido han sido los temas principales de su labor terapéutica.

Lo que el mundo conoce de Viktor Frankl no fue sólo su escape de la muerte de los campos de concentración nazis, sino que también la postura sobre la cual basa toda su teoría: ¿no es la transitoriedad de la vida lo que aniquila su sentido?.

Considerado como el más famoso psicoterapeuta del siglo XX, después del psicoanálisis de Sigmund Freud y de la psicología individual de Alfred Adler, la logoterapia desarrollada por Frankl se ha convertido en la “tercera escuela de psicoterapia de Viena”.

Viktor Emil Frankl nació en Viena el 26 de marzo de 1905, cuando esta ciudad era una de las capitales esplendorosas de Europa y cuna del Imperio Austro-Húngaro, cuando nadie hubiese imaginado que el poder de la monarquía y la unidad de ese poderío se iban a desmoronar muy pronto.

Frankl creció en Leopoldstadt, donde su padre trabajó duramente para llegar a ser Ministro de Asuntos Sociales. Realizó sus estudios de bachillerato en el Realgymnasium, donde manifestó, a temprana edad, una percepción aguda de la realidad humana y un interés especial por las ciencias y la psicología. Sus primeras aproximaciones en esta materia se dieron cuando en clases de filosofía su profesor explicó que la vida humana no era otra cosa que un proceso de combustión y oxidación. De ser así, pensó: ¿cuál es el sentido de la vida?.

En 1930, logró su doctorado en medicina y fue asignado a una sala dedicada al tratamiento de mujeres con intentos de suicidio. Al tiempo que los nazis llegaban al poder en 1938, Frankl adoptó el cargo de jefe del Departamento de Neurología del Hospital Rothschild, el único centro asistencial judío en los tempranos años del nazismo.

Durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, trató de obtener una Visa para trasladarse a Estados Unidos. Sin embargo, la respuesta no se le dio hasta el año de 1941. Esta nueva situación se presentó como una pregunta concreta en su vida: era libre de marcharse, desarrollar y defender su teoría a salvo fuera de Europa. Sus padres estarían contentísimos y compartían la alegría de verlo a salvo en el extranjero, pero Frankl no se decidió a usar el pasaporte, pues sabía que al poco tiempo de marcharse su familia sería deportada a cualquier campo de concentración.

“No sabía qué hacer. Debía yo sacrificar a mi familia por el bien de la causa a la que había dedicado mi vida, o debía sacrificar esta causa por el bien de mis padres. Cuando se está confrontado a esta clase de preguntas, uno ansía una respuesta del cielo”, señalaba.

En noviembre de 1941 su Visa caducó. Frankl siguió adelante con su vida y contrajo matrimonio con Tilly Grosser en diciembre de ese mismo año.

En septiembre de 1942, a los 37 años de edad, el doctor Viktor Frankl, fue deportado al campo de concentración de Theresiendstad, cercano a Praga, junto con su esposa y padres.

En tres años, Frankl pasó por cuatro diferentes campos de concentración, incluyendo el de Auschwitz. El 27 abril de 1945, cuando el médico iba a cumplir su segundo año en Dachau-Türkheim, llegó la liberación por las tropas norteamericanas. Sobrevivió al Holocausto, sin embargo su familia no tuvo la misma fortuna.

Debido al sufrimiento durante su vida en los campos de concentración y mientras estaba en ellos, Frankl desarrolló un acercamiento revolucionario a la psicoterapia conocida como logoterapia.

Frankl, regresó a Viena e inmediatamente fue nombrado jefe del Departamento de Neurología del Vienna Polyclinic Hospital, posición que mantuvo durante 25 años y fue profesor de neurología y psiquiatría en la Universidad de Viena, hasta los 85 años de edad.

Fue maestro de Logoterapia en la United States International University de California. Obtuvo cátedras en las universidades de Harvard y Standford, así como en las de Dallas, Pittsburg y San Diego.

El primer libro publicado por Frankl apareció en 1924, en la Internationaler Zeitschrift für Psychoanalyse, gracias a la recomendación de Sigmund Freud. Escribió 32 libros sobre análisis existencial y logoterapia, los que han sido traducidos a 26 idiomas, incluido el chino, japonés y coreano.

El psiquiatra austriaco murió el 2 de septiembre de 1997. Fue enterrado al día siguiente en presencia de un íntimo grupo de cercanos en el cementerio central de Viena.

La logoterapia

Tanto la teoría como la terapia de Viktor Frankl se desarrolló a partir de sus experiencias en los campos de concentración nazis. Al ver quien sobrevivía y quién no, concluyó que el filósofo Friederich Nietszche estaba en lo correcto: “aquellos que tienen un por qué para vivir, pese a la adversidad, resistirán”.

Pudo percibir cómo las personas que tenían esperanzas de reunirse con seres queridos o que poseían proyectos que sentían como una necesidad inconclusa, o aquellos que tenían una gran fe, parecían tener mejores oportunidades que los que habían perdido toda esperanza.

Su terapia se denomina logoterapia, que él mismo la define como “una doctrina de sentido contra el vacío de sentido”. A diferencia del psicoanálisis, es un método menos introspectivo y menos retrospectivo. Mira más bien hacia el futuro, es decir, al sentido y los valores que el paciente quiere realizar más adelante.

Logoterapia viene de la palabra griega logos que equivale a “sentido”, “significado” o “propósito”. Esta terapia se centra en el sentido de la existencia humana y en la búsqueda de ese sentido por parte del hombre. De acuerdo con esta postura, la primera fuerza motivante del hombre es la lucha por encontrarle un sentido a su propia vida. Por eso el psiquiatra vienés alude constantemente a la voluntad de sentido en contraste con el principio del placer que rige el psicoanálisis freudiano y, en oposición, también con la voluntad de poder, enfatizada por la psicología de Alfred Adler.

La Logoterapia detecta y hace el diagnóstico de los síntomas de vacío existencial y despierta en el ser humano la responsabilidad ante sí mismo, ante los demás y ante la vida, para que sea la misma persona la que encuentre motivos para vivir en los valores vivenciales, que le dan sentido al amor; en los valores creativos, que le dan sentido al trabajo, y en los valores actitudinales, que le dan sentido a la vida, aún en circunstancias adversas.

Al crear la logoterapia, Frankl logró contribuir una obra que sin duda alguna le sobrevivirá. En un momento temprano de la evolución psicoterapéutica, aportó una visión del hombre que constituyó un verdadero progreso que puede definirse como una valiosa contribución.

Durante más de medio siglo, la psiquiatría intentó interpretar la mente humana como simple mecanismo y, en consecuencia, la terapia de la enfermedad mental como una mera técnica. A juicio de Frankl, ese “sueño ha llegado a su fin. En los nuevos horizontes aparece una psiquiatría humanizada, frente a los rancios cuadros de la medicina psicologizada”.


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