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31 Diciembre 2012

El prognatismo de un rey

Esta configuración facial anormal puede ser consecuencia de problemas respiratorios, de adenoides o amígdalas o de una mala posición lingual que –incluso- puede estimular el crecimiento del arco mandibular inferior, un problema que el rey Fernando VII de España sufrió desde muy pequeño.

La relación entre medicina y arte ha llamado la atención, desde hace mucho tiempo, de estudiosos, historiadores, escritores y, por supuesto, médicos y artistas. Todos ellos han abordado esta dependencia desde diferentes perspectivas, según la posición del observador. Entre los diferentes puntos de vista destacan fundamentalmente dos: el que analiza la influencia que la enfermedad puede tener en la obra del artista, y el que trata de descubrir las interpretaciones que han hecho los artistas de la enfermedad, los médicos, los enfermos, y la relación entre ellos.

Francisco de Goya y Lucientes –pintor y grabador español, cuya obra abarca la pintura de caballete y mural, el grabado y el dibujo y que inauguró el Romanticismo- se convirtió en un artista visionario. Saltó desde su infancia hasta la infancia de las vanguardias, que en el siglo XX lo reivindicaron como maestro. Nadie se explica cómo fue ese extraño proceso, pero lo que sí está claro es que se convirtió en un pintor y un profeta solitario que dejó una importante huella en la historia de la pintura española.

Goya fue llevado a la Corte por su cuñado Francisco Bayeu, pintor de Carlos III en 1767. Desde entonces, sus clientes fueron personas vinculadas al entorno regio aunque no faltaron los retratos pintados para amigos y paisanos. Sus principales clientes fueron Carlos III y Carlos IV a los que sirvió como pintor de cámara. Al entrar en este círculo conoció el arte de sus grandes coetáneos y las colecciones atesoradas durante generaciones, con obra abundante de Velázquez, su maestro confesado, junto con Rembrandt.

Si bien no recibió especial atención de los reyes, sus cartas revelan que sí compartió momentos de intimidad con ellos. Dentro de sus obligaciones estaba la de reproducir en numerosas copias la imagen prototípica de los reyes, que eran utilizadas en instituciones públicas o se regalaban a particulares.

Una de sus grandes y reconocidas obras es la pintura de Fernando VII con las insignias reales para la Junta del Canal Imperial de Aragón (1814-1815) que actualmente se encuentra en el Museo de Zaragoza.

El retrato de cuerpo entero vuelto a la derecha con las insignias reales, es una obra de factura impresionista, donde la pincelada corta y densa anticipa las formas de corrientes posteriores. Se trata de la representación de un monarca que identifica su persona con la institución, con lo que se justifica el poder que detenta.

Éste es uno de los mejores retratos pintados por Goya, ya que supo sacar partido de a figura nada atractiva, disimulando los defectos del rey con maestría, gracias al interesante juego de luces, el mejor de los que se le conoce, con el que destaca la capa roja sobre fondo oscuro, el realismo de la expresión del monarca, y la ostentación y teatralidad de su postura, lo que supone una intencionalidad propagandística, una búsqueda de prestigio de quien encargó el trabajo: la Junta del Canal Imperial de Aragón.

El realismo de sus pinturas fue tal, que los hermanos Florencio e Isidoro Monje Gil, dos odontólogos españoles y el primero jefe de Servicio de Cirugía Oral y Maxilofacial del Hospital Infanta Cristina de Badajoz, analizaron las obras del autor y editaron el libro La pintura de Goya y las deformidades dentofaciales (Florencio Monje Gil, Isidoro Monje Gil, Lunwerg, España, 2011), donde analizan las patologías orales y maxilofaciales de algunos de los protagonistas que formaron parte de las más de dos mil obras del artista aragonés.

Aunque nunca llegó a posar para él, Goya retrató en muchas ocasiones a Fernando VII y fue capaz de plasmar la deformidad maxilofacial del rey: tenía un prognatismo propio de los Borbones, una característica que lo acompañó desde su más tierna infancia.

La configuración facial anormal en la que uno o ambos maxilares sobresalen hacia adelante y que puede considerarse como real o imaginario, dependiendo de los factores anatómicos y evolutivos involucrados, es un problema no muy frecuente entre la población, pero que suele acarrear problemas psicológicos de autoestima o inseguridad.

Este prognatismo siempre va unido una maloclusión o malposición dentaria, la que se manifiesta cuando los dientes no están alineados, incluida la mordida invertida como en el caso de Fernando VII. Lo normal es que los dientes superiores sobresalgan un poco sobre los inferiores, pero aquí ocurre lo contrario: el maxilar superior se queda atrás y la mandíbula, delante.

En su libro, los autores señalan que en el caso particular de Fernando VII, su prognatismo se incrementaba aún más, porque en esa época era fácil perder los dientes de la arcada superior. La causa en el caso de monarca sería por factores hereditarios, como es el caso también de Carlos IV, aunque también este problema se puede ocasionar por accidente y, sobre todo, por la pérdida dental y la atrofia ósea que genera. Si bien no supone un problema grave, si se puede transformar en un serio inconveniente estético.

Para los doctores Monje Goya se ha convertido en un verdadero fisonomista. No sólo retrató la realidad en sus obras, sino que fue más allá: fue capaz de plasmar lo que de sentía respecto a los personajes pintados. “Es muy curioso comprobar cómo pinta esa deformidad de Fernando VII de manera muy sutil en el cuadro La familia de Carlos IV, cuando el rey tenía 14 años, mientras, a medida que es adulto y las relaciones con Goya van siendo cada vez peores, lo pinta más desfavorecido. Un verdadero genio cuyas pinturas tienen un mensaje que va mucho más allá de las escenas que representa”.

Actualmente, existe tratamiento combinado de ortodoncia y cirugía con el que se corrige esta alteración. Se debe hacer un diagnóstico previo correcto ya que en cada caso, la asimetría entre ambos huesos puede variar. Por eso es tan importante estudiar a cada paciente de forma individual.

La pintura quizá sea la actividad artística que ha dejado más testimonios de la cara oscura del acontecer de los hombres, mostrándola y atenuándola, según la ocasión. La ciencia médica y el entorno que rodea a la enfermedad han sido protagonistas vivos de esta cruel realidad y la abundancia de imágenes plasmadas en los lienzos constituyen una brillante galería ilustrada de la patología humana, en la que el artista, a lo mejor sin proponérselo, se ha convertido en mensajero único de un rico y útil legado que ha permitido conocer esa historia pasada, desde otra mirada. En ese caso, desde el realismo de un grande.

Mundo Médico

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