Estimulación cerebral de la mano de Kafka
Franz Kafka fue un escritor checo bohemio que nació en 1883 en Praga, la antigua y hermosa ciudad checa, que entonces pertenecía a la monarquía austrohúngara. A pesar de su escasa obra, es considerado uno de los autores más brillantes y expresivos del siglo XX, que recibió influencias literarias de autores realistas como Fiódor Mijáilovich Dostoievski, Gustave Flaubert y Charles Dickens y de los filósofos Sören Kierkegaard y Friedrich Nietzsche.
Kafka nació en el seno de una familia judía. Comenzó a estudiar Química en la Universidad de Praga, pero a las dos semanas decidió dejarlo y se inclinó por Filología alemana e Historia del Arte, aunque finalmente estudió Derecho, obligado por su padre. Obtuvo el doctorado en leyes en 1906, luego de lo cual trabajó durante un año de pasante en una agencia de seguros de accidentes laborales. Entre 1909 y 1912 realizó una serie de viajes por Europa en los que comenzó a desarrollar su faceta literaria.
Se le considera uno de los autores más originales y especiales de principios del siglo XX, que enriquecieron el caudal de la literatura europea con nuevas ideas, estilos y perspectivas. Si bien hay muchos críticos literarios que han tratado de encontrarle un sentido específico a su creación, la verdad es que el autor representaba mucho más que el estereotipo de una figura solitaria que escribía movida por la angustia: su trabajo era mucho más deliberado, subversivo y más alegre de lo que parecía ser.
Su exigua obra –que nos fue heredada en contra de su voluntad expresa, pues ordenó a su íntimo amigo y consejero literario Max Brod que, a su muerte, quemara todos sus manuscritos- está considerada como una de las más influyentes e innovadoras de la literatura universal. Fue autor de sólo tres novelas: Der Prozeß (El proceso), Das Schloß (El castillo) y Amerika or Der Verschollene (América), de la novela corta Die Verwandlung (La metamorfosis) y de un gran número de relatos cortos como Ein Landarzt (El médico rural).
Su peculiar estilo literario ha sido asociado con el existencialismo, socialismo y marxismo, y la influencia del judaísmo ha sido estudiada e interpretada desde diversos puntos de vista. Sus temas fueron siempre los mismos: la soledad, la frustración y la angustiosa sensación de culpabilidad que experimenta el individuo al verse amenazado por fuerzas desconocidas que no alcanza a comprender y se hallan fuera de su control.
Aunque parezca extraño, el hombre que escribió sobre demonios, derrumbamiento, embates, desamparo, persecución, soledad, asalto a las últimas fronteras terrenales y sobre un mundo oscuro, desconcertante y desconocido sin pensarlo desarrolló un tipo de literatura que mejoraría los procesos que regulan en aprendizaje.
Investigadores de las Universidades British Columbia y California de Estados Unidos en un estudio publicado en la revista Phychological Science (Psychol Sci. 2009 Sep; 20(9):1125-31) comprobaron que las personas que leyeron las historias surrealistas del escritor checo desarrollaron su cerebro mientras lo hacían.
La clave de este efecto sería el surrealismo, la marcada vocación metafísica y la síntesis de absurdo, ironía y lucidez. Ese mundo de sueños, que describe paradójicamente con un realismo minucioso, se halla presente en textos como El médico rural, escrito por Kafka en 1918 y que narra la historia de un profesional de la salud que se siente sobrepasado por las expectativas puestas en él por la familia de un enfermo grave, que quiere obligarlo a curarlo aunque sea por la fuerza.
Los investigadores pidieron a un grupo de voluntarios que leyeran la novela original, la que está llena dicotomías y desvaríos; y a otro grupo se le solicitó leer una versión rescrita con un sentido lógico. Tras la lectura los médicos hicieron resolver un examen de gramática, el mismo para ambos grupos, y los resultados fueron sorprendentes: quienes habían leído el texto original resolvieron la prueba con mejor puntuación.
Para el doctor Travis Proulx, coautor del estudio, la exposición a estímulos surrealistas mejorados favorecería la actividad cognoscitiva de los individuos. “La gente se siente incómoda ante asociaciones inesperadas y da lugar a un deseo inconsciente de dotarles de sentido. Esta sensación de desasosiego puede provenir de una historia surrealista o de la contemplación de sus propios comportamientos contradictorios; sea como sea, quieren deshacerse de ella, por lo que se encuentran motivados para aprender nuevos patrones”.
Esto llevaría a desarrollar una mayor capacidad de aprendizaje. A juicio de los especialistas, los textos de Kafka son profundamente desconcertantes para las personas que los leen, porque el autor checo rompe con todas las relaciones lógicas a las que el lector está acostumbrado.
“El significado de una cosa es una asociación esperada con nuestro propio entorno”. Así, por ejemplo, el fuego se asocia con calor extremo, de modo que poner la mano sobre una llama y sentir de repente un frío extremo sería una “amenaza” para el significado de fuego. Sería desconcertante, porque no tendría sentido”, explicó el doctor Proulx. Y esa es la sensación que causan algunos textos de Franz Kafka.
Así que ya sabe, si desea estimular positivamente su cerebro lea a Kafka, cuyo secreto radica en “la ambigüedad fundamental que se perpetúa en oscilaciones entre lo natural y lo extraordinario; entre el individuo y lo universal; entre lo trágico y lo cotidiano; entre lo absurdo y lo lógico que le dieron tanta resonancia y significado a su trabajo” como dijo el novelista, dramaturgo, filósofo y periodista francés Albert Camus.
