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08 Octubre 2012

Gota, enfermedad de reyes y Papas

Esta patología metabólica, producida por la acumulación de ácido úrico en el cuerpo, asociada históricamente a la realeza estaría resurgiendo. Un estudio comparó las cifras de prevalencia de ella en Nueva Zelanda e Inglaterra y concluyó que los casos se han duplicado en la última década.

Desde tiempos inmemorables, la gota ha sido una enfermedad reconocida. Hipócrates, ya en el siglo V a.C., hablaba de los estragos provocados por ella, explicando que afectaba a los hombres adultos, que no podían abstenerse de una actividad sexual desenfrenada, y a las mujeres, sólo después de la menopausia. Lo explicó a través de tres aforismos específicos “los eunucos no padecen gota, ni se quedan calvos; la mujer no sufre gota hasta que deja de tener menstruaciones; y los jóvenes (varones) no padecen gota hasta la madurez sexual”.

Desde aquella época, fue considerada como una enfermedad propia de la opulencia, que castigaba a aquellos amantes del placer y el libertinaje. La imagen típica del gotoso era la de un hombre con sobrepeso, con una botella de vino en la mano. Causó tantos trastornos entre muchos de los grandes mandatarios del mundo y Papas que, por lo mismo, recibió el nombre de la enfermedad de reyes.

La condición fue frecuente entre los emperadores romanos y la sufrieron también Felipe II (hijo del emperador Carlos V y de Isabel de Portugal, conocido como el Rey Prudente), Enrique VIII (rey de Inglaterra que se caracterizó por un fortalecimiento de la autoridad real, al someter por entero a la Iglesia y ser uno de los impulsores de la Iglesia Anglicana); e incluso Benjamin Franklin (uno de los Padres Fundadores de Estados Unidos, además de político, científico e inventor).

Se pensaba que era producida por un incontrolable apetito sexual, puesto que el dolor en las articulaciones y, sobre todo, en el dedo gordo del pie, aparecía repentinamente por las noches.

La sola idea de que se trataba de un trauma adquirido durante el acto sexual, puso en aprietos a varios Papas que sufrieron de gota como Julio II (quien antes de asumir el cargo pontificio tuvo tres hijas ilegítimas y amasó una fortuna), Clemente VIII(reconocido por la historia por reconciliarse con Enrique IV de Francia y su apartamiento de la política de Felipe II de España) e Inocencio XI (uno de los grandes enemigos del nepotismo en el siglo XVII).

Además, se la asoció también a una dieta rica en carnes y ciertos pescados, embutidos, quesos y dulces que tenían –y tienen hoy- un alto contenido en purinas, y al consumo excesivo del alcohol.

Los médicos de la época pensaban que para erradicar la enfermedad se debía depurar el cuerpo a través de un efecto laxante, por lo que se la trataba con unos brebajes a base de plantas de Colchicum¸ que interferían en la activación de los neutrófilos de la articulación y frenaba por completo, y en un plazo breve, el proceso inflamatorio. Lo que no se sabía en ese entonces, era que ese proceso se daba gracias al alcaloide colchicina.

A mediados del siglo XIX se descubrió que la gota era una especie de artritis inflamatoria que se producía por una acumulación de ácido úrico en las articulaciones y otras partes del cuerpo que los riñones no podían eliminar rápidamente. El síntoma más conocido es la inflamación y dolor de los dedos del pie, sobre todo el gordo, ya que la acumulación de cristales hace que éstos actúen como pequeñas agujas que se clavan en los tejidos blandos y provocan fuerte dolor.

Hoy, la gota parece estar más vinculada a la obesidad, mala dieta, consumo excesivo de alcohol y enfermedades cardiovasculares como la hipertensión. Tanto es así que un reciente estudio dado a conocer en la revista Rheumatology (Rheumatology Advance Access published September 18, 2012) comparó las cifras de la prevalencia de esta patología en Nueva Zelanda e Inglaterra y concluyó que los casos de gota se han duplicado en la última década.

Los últimos datos recopilados en Estados Unidos, Inglaterra, Australia y Nueva Zelanda han indicado que esta patología tiene un impacto significativo en el individuo y la sociedad, tiene un impacto profundo en la reducción de la salud y la calidad de vida de las personas activas, algo que repercute proporcionalmente sobre los recursos destinados a la salud pública de dichos países.

Los investigadores compararon el número de admisiones hospitalarias de pacientes con gota entre 1999 y 2009 y se dieron cuenta que los casos se incrementaron cada año 5,5 por ciento en Nueva Zelanda y 7,2 en Inglaterra, es decir, se observó un aumento de 86,6 por ciento.

De acuerdo al estudio, el aumento de casos estaría ligado a la longevidad y a los cambios en la dieta, ya que se relacionan, principalmente, con enfermedades cardiovasculares como hipertensión (39%), enfermedad renal (27%) y diabetes (27%) donde el sobrepeso y la falta de ejercicio han contribuido al aumento de estos casos.

A juicio de los especialistas, lo importante es manejar integralmente la patología y que los pacientes adhieran al tratamiento, ya que al atenuarse las crisis dolorosas suelen abandonarlo con facilidad. Lo importante no es sólo controlar la fase aguda, sino que también los trastornos en el metabolismo del ácido úrico que al resurgir pueden provocar problemas constantes en el paciente.

Mejorando la dieta y manteniendo un tratamiento farmacológico adecuado es posible sobrellevar una enfermedad que, por mucho tiempo, se asoció a la opulencia y que hoy está marcada por la epidemia de la obesidad.

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