Arquitectura del sueño y sonambulismo
La Luna ha sido una fuente de inspiración artística y un objeto de culto desde la primera noche de los tiempos. Ha jugado el rol de diosa para culturas ancestrales y enigma omnipresente; musa inspiradora de poetas, de relatos románticos y de terror; y aullada tanto por los lobos como por la imaginería más fértil. Incluso, una tumba prehistórica de cinco mil años de antigüedad, descubierta en Irlanda, conserva el que es, hasta el momento, el primer mapa de nuestro satélite del que tenemos noticia.
El filósofo, geómetra y astrónomo griego Anaxágoras –probable discípulo de Anaxímenes, que perteneció a la denominada escuela jónica y abrió la primera escuela de filosofía en Atenas- 45 siglos después, dio una de las primeras explicaciones científicas sobre la naturaleza de la Luna, afirmando que ésta no se trataba de una deidad, sino de “una gran roca esférica que reflejaba la luz del Sol, que tampoco tenía nada de divino”.
Sus enseñanzas fueron consideradas heréticas, por lo que fue encarcelado. En 1610, Galileo Galilei recogió en su obra Sidereus Nuncius una descripción de la Luna, en la que afirmaba que el satélite “contenía montañas y cráteres”.
Pese a que cada vez son más las observaciones científicas, la Luna ha seguido generando mitos. Desde hace más de tres siglos, existe la creencia popular de que la Luna llena puede alterar el comportamiento humano y que puede influir en la violencia, aumentar el número de partos e incluso favorecer la aparición de episodios de sonambulismo que tiene su origen en causas psicopatológicas.
Quizás por ese motivo, se ha atribuido a los sonámbulos actividades extravagantes. El propio Shakespeare hizo que la manipuladora Lady Macbeth viviera un episodio antes de suicidarse. Robert Wiene, el famoso director alemán de cine mudo, mostró en El gabinete del doctor Caligari cómo el sonámbulo Cesare cometía terribles asesinatos siguiendo las órdenes hipnóticas del doctor, lo que durante el siglo XX acrecentó el aura de misterio que rodea a este trastorno que afecta a una de cada 10 personas en el mundo.
Los trastornos del sueño se refieren al amplio grupo de padecimientos que afectan el desarrollo habitual del ciclo sueño-vigilia, algunos de los cuales pueden ser muy graves e interferir con el funcionamiento físico, mental y emocional de una persona.
Se dividen en cuatro grandes apartados según su posible etiología: los trastornos primarios del sueño; los relacionados con otro trastorno mental; los que son causados por una enfermedad médica; y los inducidos por sustancias. Dentro del primer grupo se encuentran las parasomnias, que son trastornos caracterizados por acontecimientos o conductas anormales asociadas al sueño, a sus fases específicas o a los momentos de transición sueño-vigilia.
El sueño no tiene un curso lineal, sino que se compone de cinco estadios: el sueño con movimientos oculares rápidos (REM) y cuatro estadios de sueño con reducción de los movimientos oculares rápidos (NREM 1, 2, 3 y 4). El sueño REM, durante el cual tiene lugar la mayor parte de la actividad onírica, constituye alrededor del 20 a 25 por ciento del sueño total.
En el estadio 1 NREM se produce la transición de la vigilia al sueño y constituye un cinco por ciento del tiempo total de sueño en los adultos sanos. El 2 NREM se caracteriza por ondas electroencefalográficas específicas que representan al 50 por ciento del tiempo de sueño. Los estadios 3 y 4 NREM, también conocidos como sueño de ondas lentas, son los periodos de sueño más profundo y constituyen aproximadamente un 10 a 20 por ciento del sueño.
Estos estadios de sueño presentan una organización temporal a lo largo de la noche. Los estadios 3 y 4 NREM tienden a aparecer desde el primer tercio hasta la mitad de la noche y aumentan su duración en respuesta a la deprivación de sueño. El sueño REM aparece de un modo cíclico a lo largo de la noche, alternándose con el sueño NREM cada 80 a 100 minutos. Los periodos de sueño REM aumentan su duración al amanecer.
El sonambulismo, que perturba a la quinta parte de la población mundial, se manifiesta a edad temprana y afecta más a hombres que a mujeres. Se muestra durante las fases 3 y 4 del sueño NREM que, en contra de lo que se cree, es cuando normalmente no aparecen imágenes oníricas.
Los sonámbulos son presa de una de las parasomnias más singulares y extendidas. Se calcula que una da cada 10 personas ha experimentado sus síntomas, al menos, una vez en la vida.
La característica esencial es la existencia de episodios repetidos de comportamientos motores complejos que se inician durante el sueño y que implican que el individuo se levante de la cama y empiece a caminar. Durante este paseo nocturno, que puede durar entre unos minutos a media hora, se pueden desplegar una amplia variedad de comportamientos rutinarios y poco complejos, pero la literatura médica ha descrito casos de personas que han llegado a abrir puertas cerradas con llave o han activado diversos aparatos. Incluso pueden hablar y responder a preguntas, pero no establecen grandes diálogos.
Las causas concretas de este fenómeno aún constituyen un misterio. A pesar que no está demostrado que el sonambulismo tenga su origen en factores emocionales, suele darse, al menos en ciertos casos, en momentos de gran ansiedad.
Investigadores de la Universidad de Bern en Suiza descubrieron un gen que favorece la aparición del sonambulismo. Hasta entones, sólo se sabía que un niño, cuyos padres habían sido sonámbulos cuando pequeños, tenía 10 veces más probabilidades de sufrir el problema, razón por la cual se planteaba un origen hereditario aún sin mayores evidencias científicas.
En el estudio, Molecular Psychiatry. 2003 May; 8 (1) 114–17, se detectó un cambio genético en la región del sistema HLA que contiene más de 100 genes encargados, en su mayoría, de codificar las proteínas que se encuentran en la superficie de las células inmunitarias.
Si bien los científicos de la Universidad de Bern reconocieron que los sonámbulos tienen un incremento demostrado en la frecuencia de la variante HLA-DQB1*0501, eso no prueba que el gen sea absolutamente responsable del problema. Es altamente probable que otros genes, cuya identificación aún no se consigue, estén relacionados con la transmisión hereditaria del sonambulismo.
Lo que sí está claro es que el primer gran estudio (Arch. Gen Psychiatry. 2012 Jan; 69 (1): 71–79) realizado en Estados Unidos, basado en una gran muestra representativa de la población general, cifra en un 3,6 por ciento el número de adultos que camina dormido.
Si bien deambular durante la noche puede ser inocuo y, a menudo, motivo de bromas, tendría consecuencias graves para cerca del 29 por ciento de la población mundial que padece este trastorno, ya que podría conducir a una discapacidad en el funcionamiento psicosocial.
