Las bases neurobiológicas de la belleza
¿Qué entendemos por belleza? Para Aristóteles, era “la relación entre armonía, orden y la medida de las partes que forman un todo”; para Platón “algo difícil, proporción y medida, es lo que es cumplido en sí, es lo que inspira el amor”; mientras que para Plotino era “algo inmaterial, inteligible y no sensible, y no puede depender de proporción ni medida. Viene, pues, la belleza a confundirse con el ser puro, con el bien supremo. El resplandor que este ser puro y este bien supremo vierte en las cosas materiales y visibles es lo que las hace bellas”.
Este vago y poético concepto de belleza en Platón y en los neoplatónicos es el que más se aproxima a la exactitud y a la verdad que ha prevalecido hasta hoy, con pequeños matices. San Agustín, Boecio, Alberto Magno, Santo Tomás de Aquino y Dante hablaron de ella como la ley que deriva inmediatamente de Dios y la belleza particular de casa cosa sería un destello de la belleza absoluta que está en Él y que es inasequible a toda inteligencia finita.
La belleza de Dios resplandece en las criaturas, como el sello que Él le pone, por lo que es singular que Dante –el poeta soñador y teólogo- y Bacon –el apóstol y jefe de la ciencia empírica- concuerden en esto del sello divino que hace bellas las cosas.
El tema de si existen características que hacen que un objeto sea bello, ha sido debatido durante miles de años por artistas y filósofos del arte, pero sin llegar a una conclusión satisfactoria. La pregunta fue especialmente bien formulada, de manera neurobiológica, por el filósofo británico Edmund Burke, quien en su Philosophical enquiry into the origin of our ideas of the sublime and beautiful postuló que la “belleza es, en su mayor parte, una cierta calidad en los organismos, que actúa mecánicamente sobre la mente humana por la intervención de los sentidos”.
Esta definición sugeriría que existe una única facultad de la belleza que puede ser estimulada por uno o todos los sentidos. Lo que plantea una importante pregunta: ¿la experiencia de la belleza, deriva de los diferentes sentidos correlacionados con la actividad de una o más áreas del cerebro? Un reciente estudio sugiere que es posible determinar de qué manera una persona percibe la belleza con un simple examen de su estado cerebral.
El doctor Semir Seki de la University College de Londres, considerado el padre de la neuroestética, ha dedicado más de 25 años a investigar y definir el dualismo mente-cerebro para entrelazar los saberes humanísticos y científicos, en el entendido de que toda obra de arte es el resultado del anhelo de nuestro cerebro por alcanzar un ideal de belleza.
Junto a un grupo de científicos seleccionó a voluntarios, con diferentes orígenes culturales y étnicos, que debieron calificar una serie de pinturas y pasajes musicales en tres categorías: obras bellas, feas e indiferentes. Luego, debieron observar las pinturas o escuchar las piezas de música mientras eran sometidos a una resonancia magnética funcional por imágenes (FMRI).
Los investigadores encontraron que un área en la parte frontal del cerebro, que se conoce como la corteza orbitofrontal medial, se activaba más en los sujetos cuando escuchaban música o veían una imagen que previamente habían calificado como hermosa. Por el contrario, ninguna región en particular del cerebro se solía correlacionar con obras de arte calificadas como feas.
Si bien anteriormente esta misma zona había sido vinculada a la apreciación de la belleza, esta es la primera vez que los científicos pudieron mostrar que en los mismos sujetos se activaba semejante área del cerebro con la belleza visual y auditiva. “Esto implica que la belleza realmente existe como un concepto abstracto en el cerebro”, afirmaron los autores.
Podría argumentarse entonces que sólo las creaciones cuya experiencia está correlacionada con la actividad en la corteza prefrontal orbital deberían quedar clasificadas como arte hermoso. Sin embargo, el doctor Seki señaló que esta investigación “intentó encontrar la base científica de la creación del arte, que a nuestro juicio se trata de un proceso muy complejo en el que intervienen distintos parámetros como colores, movimiento y formas, que se complementan con un fuerte componente emocional”.
La investigación sugiere que el cerebro –a la hora de desarrollar las actividades artísticas- es el que se encarga de finalizar una obra de arte. Todo artista, al buscar la belleza, se acerca al sentido de lo bello de acuerdo a lo que esto significa en su cerebro. Por esta razón, “en todo artista residiría un neurólogo, aunque él no lo sepa”, reflexionó el científico.
Lo interesante es que aún no se logra descifrar de qué manera un único estímulo –como por ejemplo un cuadro- es capaz de desencadenar diferentes emociones. La segunda etapa de este estudio espera poder concluir si los conocimientos previos, la formación artística, el nivel intelectual, incluso el sexo y la edad tienen algo que aportar.
El científico señaló que “si tuviera que definir qué es una obra de arte, diría que es aquella que satisface a más partes del cerebro, a más cerebros y a lo largo de más tiempo” y también destacó que esta investigación es la más interesante para él, ya que ofrece una definición totalmente moderna de la belleza, pues en lugar de tratar de averiguar qué características en común poseen todos los objetos bellos, se ha ocupado de ahondar en cómo el cerebro se encarga de percibir la belleza.
Si bien sus descubrimientos podrían aportar datos útiles para personas ligadas a la publicidad o las artes, el científico es claro en señalar que su investigación se ajusta a una cadena ética, porque el intervenir el cerebro de una persona podría traducirse en una verdadera invasión a la intimidad emocional, cosa que este estudio no busca.
Lo que sí queda claro es que la contemplación de una bella obra de arte puede estimular el flujo sanguíneo en la parte del cerebro relacionada con el placer y equivaldría a la sensación de estar enamorado.
