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10 Enero 2011

La ludopatía no es un juego

En Chile no existen estadísticas de prevalencia. Sin embargo, se estima que el juego patológico afecta entre un 1 y 3,4 por ciento de la población de Estados Unidos, prevalencia que se duplica en áreas donde hay un casino en un radio de 80 kilómetros.

El juego es una actividad natural que se utiliza para la diversión y el disfrute de los participantes. Es un ejercicio recreativo caracterizado por la espontaneidad, que está sometido a ciertas reglas en el cual se gana o se pierde. Si bien el juego es y ha sido necesario para el desarrollo del hombre a lo largo de la historia, se sabe que cuando éste se torna excesivo puede ser muy perjudicial.

La proliferación de nuevas salas de juego y el incremento de la oferta gracias a los avances tecnológicos e Internet ha llevado a este proceso, que parecía ser inofensivo, a cobrar ribetes patológicos, sobre todo en universitarios entre los 20 y 25 años.

Cada vez son más los jóvenes que confían su suerte al juego, en un principio por la emoción que produce ganar dinero fácil o, en caso de situaciones de dificultades económicas, para conseguir algo de capital extra. Pero esta conducta puede llegar, sin control, a una patología más grave: la ludopatía.

Muchas personas han llegado a perderlo todo: dinero, familia, trabajo, relaciones, por culpa de la dependencia al juego. Para estos enfermos el juego es una obsesión que puede considerarse como un trastorno del control de los impulsos. Lo que se busca es la acción más que el dinero, porque al aumentar las apuestas o magnificar los riesgos, el enfermo consigue producir y mantener los niveles de excitación deseados.

Según un novedoso estudio (Arch Gen Psychiatry. 2010 Jun.; 67 (6) 624-30), desarrollado por investigadores de la Universidad de Missouri-Columbia, la adicción al juego por apuestas podría ser hereditaria.

Hombres y las mujeres desarrollan las ludopatías de diferente forma. Mientras ellos suelen fascinarse con juegos como el póker o blackjack, ellas se envician con aquellos más solitarios, como el bingo o las máquinas tragamonedas.

La preferencia de los juegos de competición o estrategia por parte de los hombres sería fácilmente relacionable con la preferencia masculina por realizar actividades en grupo con otros hombres. Sin embargo, en las mujeres ludópatas se detecta, lo mismo que en muchas alcohólicas, la soledad de las amas de casa, que desarrollan estas patologías o una depresión.

Lo interesante es que en ambos grupos habría un componente hereditario de por medio que gatillaría esta enfermedad. Para llegar a esta conclusión se evaluaron a 2.900 parejas de gemelos en Australia de entre 32 y 43 años. De ellas casi la mitad apostaba al menos una vez al mes; y cerca del 33 por ciento lo hacía, al menos, una vez por semana. De todos ellos, sin embargo, sólo el 2,2 por ciento padecía de ludopatía, mientras que el 12,5 había mostrado uno o más síntomas vinculados a esa enfermedad.

Este estudio representa un importante paso, ya que establece por primera vez que los genes son importantes en la etiología de los trastornos del juego por apuestas y demuestra, una vez más, que el cerebro está designado en torno a un sistema de recompensa y castigo, porque ese es el modo en que los genes pueden construir un sistema complejo saludable.

Como en la mayor parte de los comportamientos adictivos, los ludópatas no son conscientes de la pérdida de control que sufren y, a menudo, niegan la existencia del problema.

La característica esencial del juego patológico es un comportamiento de juego, desadaptativo, persistente y recurrente que altera la continuidad de la vida personal, familiar o profesional, que encaja más con las de una adicción que con un trastorno de control de impulsos, que es como está clasificado de manera oficial, junto a la piromanía y la cleptomanía, porque suele ir acompañada de otras patologías como el abuso de alcohol, depresión o trastornos de personalidad.

La ludopatía está creciendo a un ritmo alarmante entre la población juvenil, sobre todo en personas que tienen antecedentes de haber jugado durante horas con consolas y ordenadores y que se encuentran en un entorno familiar y escolar complicado.

Si bien los expertos señalan que los videojuegos no crean ludópatas, sí influyen en que esta afición se convierta en una patología, porque incrementan el riesgo de que los jóvenes encuentren una excitación en jugar con dinero.

Por eso la prevención es fundamental. La exposición al juego puede aumentar el riesgo de llegar a sufrir ludopatía y el hecho de limitarla puede ser útil para las personas que están en riesgo, antes de que se convierta en un verdadero problema de salud pública, como en otros países del mundo.

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