Sonidos y silencios para el corazón
La música ha sido definida tradicionalmente como el “arte de organizar –sensible y lógicamente- una combinación coherente de sonidos y silencios, utilizando los principios fundamentales de la melodía, la armonía y el ritmo, mediante la intervención de complejos procesos psico-anímicos”.
Este arte posee una larga historia, cuyo registro data de un tiempo relativamente corto. En las diversas culturas, ha cobrado un papel importante en los acontecimientos de toda índole, ejerciendo –incluso- un rol mediador entre lo intelectual y lo espiritual. Ha adquirido singular protagonismo en ceremonias rituales, por su capacidad de crear atmósferas de especial recogimiento y emotividad, por lo que constituye un lenguaje universal de gran variedad dentro de un equilibrio ordenado.
Basta sólo con mirar lo que nos rodea para darnos cuenta que la música está en todas partes: en la naturaleza y entre los seres humanos. Los componentes básicos de ella, como ritmo, melodía y armonía, son los mismos que forman nuestro organismo: el ritmo cardíaco, la sincronización rítmica al caminar, la melodía y volumen de nuestras voces al hablar, son algunos ejemplos.
Cada nota musical posee cualidades físicas específicas que se interpretan de manera matemática, las que al ser tocadas de distintas maneras, en diferentes intervalos, con diversos ritmos, dinámicas y volúmenes, influencian de manera psicológica, controlan conductas y ayudan al bienestar de los seres humanos.
No es extraño entonces pensar que la música produce efectos positivos sobre la salud de las personas y que tiene la gran habilidad de cambiar nuestros estados de ánimo dependiendo del ritmo que elegimos. Además, nos brinda un medio de expresión, porque como ningún otro, puede transmitir aquello que sentimos, pero que no podemos decir con palabras, imágenes o acciones.
La música facilita el establecimiento y la permanencia de las relaciones humanas, contribuyendo a la adaptación del individuo a su medio. Por otra parte, es un estímulo que enriquece el proceso sensorial, cognitivo y también enriquece los procesos motores, además de fomentar la creatividad y la disposición al cambio. Así, diversos tipos de música pueden reproducir diferentes estados de ánimo los que, a su vez, pueden repercutir en tareas psicomotoras y cognitivas.
La audición de estímulos musicales, placenteros o no, produce cambios en algunos de los sistemas de neurotransmisión cerebral. Por ejemplo: los sonidos desagradables producen un incremento en los niveles cerebrales de serotonina, hormona que se relaciona con los fenómenos de agresividad y depresión.
Existen dos tipos principales de música en relación con sus efectos: la música sedante, que es de naturaleza melódica sostenida y se caracteriza por tener un ritmo regular, una dinámica predecible, consonancia armónica y un timbre vocal e instrumental reconocido con efectos tranquilizantes; y la música estimulante, que aumenta la energía corporal, induce a la acción e incita las emociones.
La musicoterapia trabaja en tres niveles: el sonoro-musical, a través de la emisión de sonidos vocales, de improvisaciones instrumentales, y la audición de sonidos o músicas envasadas; el corporal, mediante ritmos y movimientos del cuerpo, gestos y posturas; y el verbal, por palabras y reflexiones que surgen a partir de la experiencia no-verbal. Por lo que dependiendo de las circunstancias personales, cada estímulo sonoro o musical puede inducir una variedad de respuestas en las que se integran, tanto los aspectos biofisiológicos como los aspectos afectivos y mentales de la persona.
La utilización de la música como apoyo en la curación de enfermedades es tan antigua como la medicina. Sin embargo, sólo desde hace muy poco se empezó a usar de manera científica y a considerar su aplicación con un fin terapéutico y preventivo.
Ya se ha comprobado que la música puede interferir con los mecanismos del cerebro mediante la estimulación de algunos circuitos del cerebro, funcionando como una verdadera terapia. Sin embargo, otras especialidades se encuentran estudiando el uso de la música como herramienta terapéutica en enfermedades relacionadas con los sistemas cardiovascular, respiratorio y nervioso.
Recientemente, varios trabajos han analizado el efecto de la música durante la cateterización cardiaca, antes y después de la cirugía cardiaca y durante la rehabilitación. Además, hay algunos informes que estudiaron el efecto de la música en la medicina de cuidados intensivos, en geriatría y en pacientes con enfermedades neurológicas y depresivas. Los resultados dieron cuenta que la música tiene efectos beneficiosos en diferentes parámetros fisiológicos, por lo que se presenta como una opción importante en el tratamiento de estos pacientes.
Se demostró que la estructura de una pieza musical tiene una constante y dinámica influencia sobre las respuestas de los sistemas cardiovascular y respiratorio, que se correlacionan con los perfiles musicales. Por lo que escuchar música puede ayudar a reducir, por ejemplo, la presión sanguínea, el ritmo cardiaco, la frecuencia respiratoria, la ansiedad y el dolor en este tipo de pacientes.
Desde tiempos ancestrales los seres humanos se han valido de la música para expresarse, comunicarse y transmitir sentimientos. La música transporta a otra dimensión evocativa, ayuda a sentirse bien y demuestra las habilidades físicas y sensoriales de nuestro cuerpo. Lo único que hay que hacer es seleccionarla bien o dejar que su médico lo haga por usted.
