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26 Julio 2010

Psiquiatría:

Alfred Hitchcock: detrás de la psicopatología de un genio

El maestro del suspenso estrenó en junio de 1960 Psycho, un film que mezcla de manera única cine, pintura y psicoanálisis, algo que sólo una mente como la de Hitchcock podría ser capaz de concebir.

Cuando Psycho llegó a las pantallas de cine en junio de 1960, su director Alfred Hitchcock se encontraba en la cumbre de su carrera cinematográfica. Con pocos trabajos, ya se había convertido en el icono genial de la discreta industria británica. Con películas como Murder! (1930), The Man Who Knew Too Much (1934) y, especialmente, The 39 Steps (1935) se transformó en todo un emblema internacional del nuevo cine británico que, años más tarde, lo haría triunfar en Hollywood.

El escritor norteamericano Donald Spoto, en 1983 lanzó el libro The Dark Side of Genius: The Life of Alfred Hitchcock una radiografía de este innovador del cine que permite acercarse a sus películas desde una perspectiva más completa y ayuda a descubrir las pistas y detalles que conducen directamente al alma del cineasta, lugar en el que residen los profundos misterios y que permiten comprender a una de las personalidades más complejas del mundo del cine.

Su relación contradictoria con las mujeres, la imagen que tenía de ellas, sus miedos, obsesiones, deseos, la culpa, su propia personalidad reservada, introvertida y su fascinación voyerista hicieron de él un maestro en el arte de contar historias de misterio e intriga que surgían de una imaginación prolífica, llena de sentimientos y deseos reprimidos, y que encontraron en el cine una vía de escape, brindando a los espectadores momentos claustrofóbicos e inquietantes que ningún director ha logrado igualar, a pesar del despliegue de efectos especiales.

Alfred Hitchcock asombró al mundo, hace 50 años, con Psycho, una de las películas más emblemáticas del cine que fue filmada con un presupuesto menor a un millón de dólares. Estaba basada en la novela de Robert Bloch, del mismo nombre, que se había inspirado en eventos acontecidos en 1957 en un poblado de Wisconsin.

Esta obra cumbre consagró a Hitchcock como el creador de un nuevo género y como el maestro del suspenso, ya que su peculiar forma de hacer cine era algo totalmente nuevo en esa época. Asombró al mundo por varios factores: la música de Bernard Herrman; Norman Bates, su protagonista; y, sobre todo, por la inconfundible escena de la ducha, que muchos directores durante los últimos 50 años han querido replicar.

Pero qué llevó a que esta película marcara un antes un después en el género del suspenso. La respuesta es fácil: la personalidad del director. Se ha dicho que Alfred Hitchcock era un neurótico y que no le habría sido fácil imponer su neurosis al mundo; que era un hombre atrapado en las garras de impulsos patológicos incontrolables que incluían misoginia, tendencias sádicas y fantasías sobre violación; diversos fetiches como los cuartos de baño, el sexo y el cuerpo; una abrumadora culpabilidad, ansiedad y fijación por la madre castradora; y las fobias hacia las mujeres, las personas y el mundo en general.

Para Freud la neurosis era el resultado de un conflicto entre el yo y su ello, cuyo desenlace análogo de tal perturbación, entre el yo y el mundo exterior, sería la psicosis, tema que se ve fuertemente reflejado en Psycho con la protagonista Marion Crane (Janet Leigh), mujer que mantiene una relación sentimental oculta con un hombre casado, Sam Loomis (John Gavin), que le provoca sentimientos dicotómicos de alegría, placer y culpa que la llevan a cometer un robo para poder satisfacer ese deseo obsesivo de un amor que no puede ser completo por la cobardía de un hombre que, a pesar de sentirse pleno con ella, la rechaza posponiendo su propia felicidad.

En el caso de Norman Bates (Anthony Perkins), el conflicto en la neurosis es interno, tiene su origen en la negación de la realidad, del mundo que lo rodea y de las reglas dentro de la sociedad. Eso ha llevado a Norman a crear una realidad paralela en la cual se establecen las fantasías de realización de sus deseos. La realidad puede ser muy cruel y no dejar capacidad al yo para adaptarse. Es muy típico que esto suceda cuando hay un momento de desprendimiento. La muerte, por ejemplo, es probablemente el episodio más duro para muchas personas y que, incluso, puede ser desencadenante de brotes psicóticos. Norman ha perdido a su padre y a su madre, lo cual no ha aceptado y lo han convertido en un psicótico con un complejo de Edipo no disuelto. La relación del personaje con su madre era absoluta y total. A pesar de ser una mujer castradora, Norman nunca pudo aceptar el tener que compartir su cariño con otro hombre, por eso la manera de solucionar ese pequeño gran problema es el asesinato, primero del compañero de su madre y luego de su progenitora, a modo de venganza y despecho. Sentimientos muy presentes en la personalidad del cineasta inglés.

El no soportar el haber tenido que matar a la madre para estar con ella, lo lleva entonces a recrear la realidad, tema que está brillantemente explicado por el psiquiatra al final de la película que, como sabemos hoy, se trataría de un analista freudiano, pues el guionista de Psycho, Joseph Stefano, se estaba sometiendo a un psicoanálisis durante el proceso creativo del guión.

Psycho, cuya traducción más acertada sería psicópata es una cinta que desafió el código de producción de Hollywood y abrió nuevas vetas al género del horror. A 50 años de su estreno sigue siendo una película que trata temas vigentes como el adulterio, robo, asesinato y la locura edípica con un talento notable.

Sin tener en cuenta este perfil psicológico, no es posible dar sentido a la obra de Hitchcock y a las fuentes de su creatividad, que fue moldeado –consciente e inconscientemente- de forma artística. "Lo esencial es conmover al público –decía el cineasta-, y la emoción nace de la manera de contar la historia, de la manera de yuxtaponer las secuencias".

A lo largo de su carrera, Hitchcock construyó películas en las que cada momento es único. Esa voluntad huraña de mantener la atención cueste lo que cueste, y de crear y después preservar la emoción con el fin de mantener la tensión, hace sus películas inimitables. El suspense que él inventó se convirtió en un medio poético cuya finalidad es conmover al espectador al punto de llegar a acelerar los latidos del corazón.

En la pantalla del cine proyectó temas eternos con el lenguaje universal de las imágenes. Sus cintas, unas más que otras, son una instrucción visual artística sin precedentes, que explotan los matices del blanco y negro a la perfección, creando un ambiente de misterio y confusión, que envuelve al espectador de principio a fin. Una mezcla única de cine, pintura y psicoanálisis que sólo una mente como la de Hitchcock podría ser capaz de concebir.

Todas sus historias tienen como denominador común el presentar tramas que parten de asuntos comunes, donde los personajes –verdaderos espejos de sus propias fobias- se ven obligados a hacer frente a situaciones que rompen, de forma brusca, la tranquila cotidianeidad en la que viven inmersos. Sus películas no se ven como un acercamiento a la ciencia por parte del cine, sino más bien como obras de ficción con una coartada psiquiátrica.

Mundo Médico

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