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07 Junio 2010

Cenar en familia, más que una simple tradición

Cuando la comida familiar se realiza con cierta continuidad, existen diversos beneficios físicos, mentales y cognitivos. Así lo demuestran muchos estudios que aseguran que los niños adquieren un lenguaje más amplio, se forman hábitos alimenticios duraderos que protegen contra la obesidad y los jóvenes corren menos riesgo de consumir drogas, entre otros efectos.

Para nadie es novedad que las rutinas diarias de las personas han cambiado durante los últimos años debido a los descubrimientos tecnológicos, cambios socio-culturales y a largas jornadas laborales, lo que aumentó el individualismo y en consecuencia afectó la vida familiar. Lo relevante es que para muchos médicos esta cadena es la principal causa que un 21,1% de los escolares chilenos sufra obesidad, ya que no hay tiempo para sentarse a comer en la tradicional cena familiar.

Es que diversos estudios afirman que comer en familia es una de las mejores herramientas contra la obesidad. Una investigación publicada en la revista Archives of Familiar Medicine mostró que un 24% de aquellas personas que cenan regularmente en familia comen cinco porciones de frutas y verduras, contra un 12% de quienes cenan sin ellas. Asimismo, quienes siempre cenan en familia, obtuvieron mayores aportes de calcio, vitaminas y fibra dietética que quienes no lo hacen. Es más, otro estudio publicado en la revista Pediatrics demostró que los niños que comen con sus padres, ven poca televisión y duermen una cantidad de horas adecuadas, tienen un 40% menos riesgo de ser obesos.

Sin embargo, este hábito no sólo mejora la salud física, sino también la mental y ayuda a incrementar las habilidades intelectuales. Por ejemplo, comer en familia facilita el desarrollo del vocabulario. Frases como “pásame la sal" y "quiero más ensalada" tienen un valor que trasciende la mesa, ya que representan la primera fuente donde los niños adquieren buena parte de las palabras que forman su vocabulario. Según una investigación publicada en la revista Journal of Child Language, por cada dos mil palabras nuevas que adquiere un niño en edad preescolar, la mitad son escuchadas por primera vez en la mesa familiar y apenas 64 son por parte de la lectura. Además, un estudio realizado por la Universidad de Harvard, una las instituciones con mayor prestigio en el mundo, señala que aquellos niños que cenan en familia tienen un vocabulario mayor que aquellos que no comparten la mesa con sus padres. Asimismo, expertos dicen que una conversación entretenida durante la cena puede ser una mejor manera de estimular el lenguaje que exponer a los niños a un video educativo.

Pero los beneficios no terminan ahí, ya que la felicidad de los jóvenes también está en juego. Un estudio realizado por la Universidad de Minessota, Estados Unidos, señaló que aquellos jóvenes que cenan más veces con sus familias tienen una mejor salud mental que aquellos que lo hacen con menos frecuencia. Este último grupo tiene una mayor predisposición a sufrir baja autoestima, síntomas depresivos e ideación suicida. Según Borja Castro, psicólogo de la Universidad Andrés Bello, es importante que durante el momento de la cena los padres promuevan un ambiente de acogida para que todos se puedan expresar y ser escuchados. Para lograrlo, dice, es fundamental evitar la presencia del televisor y teléfonos celulares durante la comida.

Y no hay que dejar de lado el famoso Manual de Carreño. Muchas veces la cena familiar es concebida como algo muy reglado y formal, quizás anticuado, pero no hay duda de que es ahí donde se adquieren las bases de los hábitos. Y estos pueden ser desde cómo sentarse hasta qué alimentos comer y en qué cantidad. Para otra investigación aparecida en el Journal of Nutrition and Behavior, los adolescentes que desayunan, almuerzan o cenan al menos cinco veces a la semana en familia, logran mantener por más tiempo buenos hábitos alimenticios. Eso sí, Carolina González, nutrióloga de la Clínica Alemana, advierte que esto no es automático y depende de las conductas que tengan los mismos padres. Es decir, si ellos no se alimentan de manera saludable, sus hijos tampoco lo harán.

Y por último, el comer en familia puede ayudar a disminuir el abuso de droga en los menores. Una investigación del Centro Nacional de Adicciones y Abuso de Sustancias de la Universidad de Columbia reveló que las familias que cenan juntas al menos cinco veces a la semana reducen el riesgo de que sus hijos fumen, beban y se droguen. Según el mencionado estudio, el 70% de los que comen con sus padres y hablan con ellos tienen menor riesgo de abusar de sustancias como la cocaína o la marihuana, la mitad presenta menos posibilidades de tentarse a probar un primer cigarrillo o marihuana y un tercio tienen menos probabilidades de decir que sí a las primeras copas de sus vidas.

Con todo esto, es recomendable hacer un esfuerzo y retomar el hábito de cenar en familia, ya que además de representar unión familiar y fomentar buenos hábitos, es sinónimo de múltiples beneficios para la salud y prevención de enfermedad.

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