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20 Octubre 2003

“Litoral de las Artes”

Un recorrido por la historia de Adolfo Couve

La casa que perteneció al pintor y escritor chileno, hoy convertida en museo de artes decorativas, es el eje del circuito turístico cultural que propone el doctor Daniel Fernández Dodds.

Por Paloma Baytelman

"Villa Lucía", propiedad donde vivió el pintor y escritor chileno, es la piedra angular del "Litoral de las Artes", circuito ideado por el médico internista doctor Daniel Fernández Dodds como una manera de preservar nuestro patrimonio natural y artístico, a través de un recorrido que centra su mirada en atractivos de la V Región, tales como la casa de Pablo Neruda en el balneario de Isla Negra; el taller del pintor Jorge Huth Gac; el Centro de Restauración y Antigüedades “El Rastro” y el restaurant “El Kaleuche”, de El Tabo.

La casa, una hermosa construcción del 1900 edificada con la elegancia de aquellos años, fue el hogar de Adolfo Couve Rioseco en las últimas décadas del siglo XX.

El artista nació en Valparaíso el 28 de marzo de 1940 y desde los ocho años vivió en Santiago. Al terminar el colegio inició sus estudios en la Escuela de Bellas Artes, donde fue alumno y ayudante de la cátedra de Pintura del profesor Augusto Eguiluz.

Gracias a su talento, a principios de los ’60 fue becado en la Ecole de Beaux Arts de París, Francia, para posteriormente continuar perfeccionándose en el Art's Student League de Nueva York, Estados Unidos.

Luego de exponer sus trabajos en importantes museos y galerías estadounidenses, de regreso en nuestro país Couve trabajó en la Universidad de Chile como profesor titular de Historia del Arte, Teoría del Arte y Pintura desde 1976 hasta su muerte en 1998. Asimismo, dictó las cátedras de Renacimiento y Barroco en la Escuela de Arte de la Universidad Católica entre 1974 y 1981.

A principios de los ‘70 el artista decidió dejar la pintura y dedicarse por completo a su vocación literaria, sólo retomando su trabajo pictórico en forma intermitente 15 años más tarde. Sus cuadros abordan con una mirada intimista pequeños retratos, paisajes, bodegones y elementos de la vida cotidiana, donde el sello está dado por el manejo de luces y sombras. Al igual que en su pintura, en las piezas literarias de Couve reina la austeridad como un elemento clave y en ambas disciplinas el artista fue distinguido con varios e importantes premios.

Dr. Daniel Fernández Dodds

El doctor Fernández Dodds conoció la obra del artista a principios de los ’90 y quedó prendado de su capacidad creativa. El médico, que comenzaba a estudiar Historia del Arte en forma paralela a su quehacer profesional, tuvo la oportunidad de asistir a algunas de las clases que Couve dictaba en la Universidad de Chile. “Adolfo era dueño de un carácter extraordinariamente complejo, una persona que tenía sus propias angustias y fantasmas, por lo que no permitía que los alumnos estableciéramos algún grado de comunicación con él. Incluso, cuando terminaba sus clases, salía muy rápido sin dejar que nadie le hiciera ninguna pregunta”.

El médico recuerda que en la escuela Couve era famoso por ser un profesor muy duro e inaccesible. “Sus clases eran cortas, no duraban más de 30 minutos, pero cada segundo estaba lleno de contenido. Eran síntesis absolutamente brillantes”.

Precisamente, ese poder de síntesis es lo que caracteriza las obras plásticas y literarias del artista, al mismo tiempo que fue un elemento que lo persiguió durante toda la vida. El afán de perfección lo atormentaba a tal punto que, en los últimos años, quemar sus propias obras se transformó en una práctica habitual.

La autoexigencia creativa era irrenunciable para él. Se caracterizaba por ser un hombre más bien solitario que rehuía del circuito artístico y de las grandes actividades sociales. De hecho, la vida en la capital le resultaba difícil de sobrellevar, por lo que cada vez con más frecuencia comenzó a ir a una casa que compró en Cartagena a mediados de los años ‘70: “Villa Lucía”.

El refugio

A comienzos del siglo XX, como tantos otros inmigrantes italianos, la familia Bratti desembarcó en el puerto de Valparaíso, ciudad donde estableció un próspero negocio. Años más tarde, en 1910, contrataron al arquitecto Casasbellas para que construyera “Villa Lucía”: una réplica exacta de las villas italianas, que estaría ubicada sobre los cerros que rodean a Cartagena, localidad que en esa época era un exclusivo balneario frecuentado por los más distinguidos miembros de la sociedad chilena.

Prácticamente todos los materiales utilizados en la construcción, como puertas, ventanas, muros y pisos, fueron traídos en barco desde Génova y otras partes de Europa, llevando el detalle hasta el extremo de utilizar los colores de la Italia pompeyana.

Cuando las familias adineradas hacía mucho habían abandonado Cartagena y el balneario y su patrimonio arquitectónico se estaban derrumbando, Adolfo Couve lo eligió como lugar de su aislamiento. Al conocer “Villa Lucía”, tal fue la atracción que sintió el artista por la casa y su bello jardín, que a mediados de los ’70 vendió gran parte de sus pertenencias, pidió algo de dinero prestado y compró la propiedad a la última descendiente de la familia Bratti. La anciana tomó todo el dinero, adquirió un pasaje sólo de ida por barco a Shanghai y nunca más se supo de ella.

Para el artista, la casa se convirtió en una verdadera musa inspiradora, tanto de sus obras pictóricas como literarias, por lo que se radicó definitivamente en ella 10 años después de haberla adquirido y vivió allí hasta el día de su muerte en marzo de 1998. Convirtió “Villa Lucía” en su refugio, la rebautizó como “La Casa Grande” y dispuso antiguos muebles junto a varias de sus obras.

Desde que el doctor Daniel Fernández Dodds compró la casa el año 2001, ha trabajado incansablemente por restaurarla y convertir el lugar en el primer Museo de Artes Decorativas de la zona, combinando en su interior los objetos dejados por Couve con piezas de su colección particular. Éste es el eje del circuito turístico cultural que el médico denominó “Litoral de las Artes”.

Conexión en Cartagena

Un pasaje de la leyenda que se teje en torno a la figura del artista, cuenta que un día Adolfo Couve iba en su auto por una de las arterias más transitadas de Santiago, cuando de pronto se vio atascado en un gran atochamiento vehicular. Los minutos corrían y el escenario no cambiaba en lo absoluto, lo que fue para él un símbolo máximo de la opresión citadina. Tomó entonces una decisión radical: abrió la puerta del auto, descendió de él y lo abandonó allí, en medio de la calle alejándose a pie del lugar. Luego fue a su casa, tomó un par de cosas y partió a radicarse definitivamente en Cartagena. El artista inició de este modo un período de gran aislamiento, que sólo interrumpía en forma esporádica para dictar algunas clases ocasionales en Santiago.

Si bien el doctor Daniel Fernández Dodds, nunca logró cruzar palabra con el artista, gracias al estudio riguroso de su obra y su vida, siente que lo conoce muy bien. Según él, Couve eligió Cartagena porque era un lugar aislado de toda esa vida social, que tanto lo perturbaba. “Además creo que le atrajo el hecho de que este balneario represente tan bien esa mixtura que en el fondo nos constituye a todos: esa mezcla nativa y europea que quedó plasmada en las casas y grandes palacios que fueron construidos en las laderas que envuelven a Cartagena, por familias muy adineradas a principios del siglo XX”.

Calificado por quienes lo conocieron como una persona solitaria y excéntrica, el artista padecía regularmente de crisis de angustia. Luego de dos fallidos intentos, Couve consiguió quitarse la vida el 11 de marzo del año 98, noticia que impactó profundamente al doctor Fernández Dodds.

Para entonces, el médico ya había adquirido algunas pinturas de Couve y lo consideraba uno de los más grandes creadores chilenos del siglo XX. “En septiembre de ese año fui a Cartagena y empecé a preguntar en los almacenes del pueblo por la casa del pintor, pero no obtuve respuesta”.

El doctor Fernández Dodds realizó con éxito un nuevo intento el año 2000 y al encontrar la casa sintió de inmediato una conexión especial con el lugar. “Villa Lucía tiene una carga especial que es muy fuerte. La propiedad es absolutamente fascinante, por la vista y la vegetación que posee. Sin embargo, cuando llegué allí estaba todo en completo abandono y las plantas no se habían regado durante dos años”.

Tras esa primera experiencia, el doctor Fernández Dodds comenzó a visitar regularmente la casa, lugar que conocía sólo por fuera, pues la propiedad estaba cerrada. Cuando se cumplieron tres años de la muerte de Couve, el médico decidió organizar una misa en su honor, ocasión en la que tuvo la oportunidad de conversar con la hija del artista, Camila, quien lo invitó a conocer Villa Lucía por dentro.

Partió rumbo al lugar junto al cuidador de la casa; una vez allí el médico entró solo, por un acceso posterior de la construcción. “Estaban las ventanas cerradas, pero la luz lograba colarse iluminando una gran galería, que terminaba en un corredor vidriado. El polvo tapaba los muebles, pero había mucha paz. Entonces sentí que debía quedarme con la casa; hacerme cargo de Villa Lucía. Un par de semanas más tarde hablé con Camila, le conté mis intenciones y comenzamos a realizar los trámites para hacer efectiva la posesión, proceso que duró nueve meses. Compré la casa a puertas cerradas, con todo lo que había adentro”, cuenta el doctor Fernández Dodds.

Restaurar el pasado

Cuando estuvieron listos los trámites legales, el médico se quedó durante todo un mes en la casa para comenzar a devolverle su antiguo esplendor. “Tomé escoba y virutilla. Conté con la ayuda de varias personas, pero el trabajo fue titánico. Pensaba ¿por donde empiezo?, porque limpiaba una pared y quedaba preciosa, pero toda la mugre volvía a acumularse en el piso. Una vez que estaba todo reluciente nos fijamos en que había que limpiar los techos. Nuevamente se ensuciaban las murallas y el piso. Era una tarea de nunca acabar”, recuerda el doctor Daniel Fernández Dodds.

Posteriormente, junto con su colección personal, el médico dispuso muchas de las cosas que habían pertenecido a Adolfo Couve, varias de las cuales mandó paulatinamente a restaurar. “A veces son proceso de años, pues se trata de métodos muy delicados y cuando hay que reponer algo es necesario encontrar la pieza precisa. Para lograrlo, fuimos tocando puertas, averiguando quien tenía tal o cual cosa. Así nos encontramos con casas que habían sido de grandes lujos y que ahora se estaban cayendo a pedazos. Señora, me vende esto; me regala esto otro, decía, y casi sin darme cuenta me fui llenando de cosas que me regaló la gente”.

Algunos de los logros que ponen más orgulloso al médico, son el salón de recepciones de “Villa Lucía”, habitación que aloja algunos elementos que fueron parte del Castillo Ferreiro, y el dormitorio de los presidentes, habitación que está amoblada con una cama que perteneció a Manuel Montt, veladores de Federico Errázuriz Zañartu y algunos elementos que fueron de Jorge Alessandri.

Otro de los proyectos que tiene el doctor Fernández Dodds es crear la biblioteca de la costa en “Villa Lucía”, por lo que junto a sus colaboradores ha comenzado por recopilar las obras de Adolfo Couve y todo lo que se ha escrito sobre él.

Pero según el profesional, aún falta mucho para la completa restauración del lugar, proceso que consta de varias etapas y podría durar años. “Este es un lugar que nunca se termina de construir ni de diseñar –explica-, pero lo que sí tenemos claro son las etapas en líneas gruesas. Lo primero fue recuperar la casa y, en segundo lugar, el parque. En este momentos estamos en la tercera fase que se relaciona con los deslindes. Es decir, con los muros que separan a “Villa Lucía” de otras propiedades, porque sólo habían arbustos y mallas de alambres que se estaban cayendo a pedazos”.

El doctor explica que esta etapa lo preocupa bastante. “Considerando que lo que estamos haciendo es un museo, la seguridad es fundamental. Además es importante que las cosas estén bien hechas y que sean coherentes con la línea arquitectónica del lugar, de modo que las intervenciones no sean notorias, sino que se incorporen al paisaje, como si siempre hubieran estado allí”.

Más allá de Couve

Con el firme propósito de que Villa Lucía no sea como “una gota de agua en el desierto”, el doctor Daniel Fernández Dodds se ha propuesto crear el “Litoral de las Artes” uniendo varios atractivos turísticos culturales de la zona, iniciativa que comenzó su funcionamiento el primer trimestre del 2003.

El profesional explica que la idea es “rescatar aquellas cosas que han hecho de nuestro litoral un polo que llama a profesionales de las más diversas áreas a radicarse aquí, muchas veces abandonándolo todo, como fue el caso de Couve y es la historia de tantos otros.

Por ello, incorporó al circuito artístico cultural otras interesantes alternativas que ofrece la zona, de modo que los visitantes tengan una experiencia global y enriquecedora en varios aspectos.

Uno de estos espacios es la casa de Pablo Neruda en Isla negra, lugar que contiene buena parte de las colecciones del poeta y que está rodeada por un impactante paisaje, donde se entremezclan empinadas calles, añosos eucalíptus y alerces, intrincados roqueríos y el Pacífico en toda su magnitud.

Neruda conoció el balneario Las Gaviotas y en 1939 compró una casa en este lugar que más tarde rebautizaría como “Isla Negra”, nombre que aún conserva. Actualmente la construcción es un verdadero museo que da cuenta de su vida; allí es posible encontrar a “La Guillermina”, mascarón de proa que compró en Perú, y varias colecciones de caracolas, máscaras y botellas de diferentes colores y tamaños, entre muchos otros interesantes y curiosos objetos. La propiedad alberga además la tumba del poeta y de Matilde Urrutia, su última esposa.

Otro de los puntos que considera el “Litoral de las Artes”, es una visita al taller del pintor Jorge Huth Gac, quien fue amigo y discípulo de Adolfo Couve. Huth fue durante su juventud un viajero inquieto, lo que le llevó a recorrer América desde Montreal hasta Punta Arenas, experiencias de las que regresó cargando de conocimientos sobre objetos de diversos orígenes y datas. Así fue que decidió dedicarse al comercio de antigüedades, actividad lo puso en contacto con la pintura chilena, latinoamericana y europea, despertando en él un deseo de plasmar en tela sus propias vivencias en forma autodidacta.

A finales de 1990 Huth optó por dejar el acelerado ritmo de vida de Santiago para dedicarse de lleno a la pintura. Con ese propósito se instaló en Cartagena, balneario donde conoció a Couve, quien desde entonces se convirtió en su amigo y maestro.

Jorge Huth Gac

Huth, quien ha realizado varias exposiciones individuales y colectivas, es autor de una prolífica obra pictórica y la mayoría de sus trabajos se encuentra en manos de coleccionistas privados.

El circuito artístico y cultural también contempla el Centro de Restauración y Antigüedades “El Rastro”, en El Tabo, el cual está en una casa que fue mandada a construir en la primera mitad del siglo XX por el periodista y escritor Carlos Silva Vildósola.

Las piedras empleadas en la construcción fueron extraídas de una cantera cercana y en el interior se observan terminaciones en mampostería, un antiguo sistema que aprovecha la fuerza de gravedad para garantizar la resistencia de paredes, arcos y otros elementos estructurales. En el salón principal de la casa se encuentra un altorrelieve en tamaño real que representa la figura de San Francisco de Asis, realizado por Peter Horn, importante escultor alemán afincado en Chile, que durante los años ’30 se especializó en arte sacro.

Para agregar un toque de sabor al recorrido, “El Litoral de las Artes” también incluye un ingrediente culinario. Se trata de la visita al restaurant “El Kaleuche”, que fue construido sobre las rocas y frente al mar en la playa de El Tabo. Con un nombre inspirado en la mitología chilota y una trayectoria de cuatro décadas, este lugar ofrece una atractiva carta, caracterizada por preparaciones a base de pescados y mariscos.

El restaurant, que fue construido con materiales rústicos sobre la base de una antigua casa de adobe, está decorado con piedrecillas, troncos y ramas de algas, y posee generosos ventanales que permiten resguardarse del viento mientras que se disfruta de la comida y la hermosa vista hacia el mar.

Siendo consecuente sobre la importancia que tienen los privados en la difusión de la cultura y en el rescate del patrimonio artístico y natural, el doctor Daniel Fernández Dodds no descansa con el afán de difundir su iniciativa, actividad que es para él tan importante como su quehacer profesional. “La medicina es un instrumento que permite aliviar el dolor a muchas personas, pero esto otro me llena de paz, tranquilidad y alegría que después trasmito en mi trabajo. Es fundamental sentir que uno está construyendo algo importante, algo que va a significar un aporte, pero a través de cosas simples y cotidianas, porque allí donde parece que nada pasa, pasa de todo. Eso es lo que me interesa, como a través del legado de grandes hombres y el trabajo anónimo de muchas personas es posible preservar nuestra historia y tradiciones para las generaciones futuras”.

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