Genética y atracción: complemento imperfecto
Todos hemos escuchado hablar de la “química” entre un hombre y una mujer, pero nunca hemos conseguido una respuesta clara para esa atracción sin explicación que sentimos por ciertas personas. ¿Es algo de la mente o del corazón? ¿Una liberación de hormonas o anti-compatibilidad genética?
A lo largo de la historia hemos conocido parejas que tanto física como sicológicamente son polos opuestos. Por ejemplo, la dominante Cleopatra y el inseguro Marco Antonio o el emperador francés Napoleón y su bella esposa Josefina.
Una de las teorías explica que la dopamina, la adrenalina y la serotonina son las hormonas que actúan en el proceso de atracción de dos personas, mientras que la vasopresina y oxitocina son las hormonas correspondientes a la etapa del apego o cariño. Ésta última es liberada por el hipotálamo en el cerebro durante el parto y es la hormona que provoca la expulsión de la leche durante la lactancia. La oxitocina, además, establece los lazos entre madre e hijos y entre la pareja.
Sin embargo, esta teoría de las “hormonas del amor” va a tener que competir con una nueva investigación científica que incluye a la genética en el proceso de atracción. Esto, porque la doctora brasilera Maria da Graça Bicalho, de la Universidad de Paraná, presentó en el Congreso Europeo de Genética un trabajo que muestra cómo las personas cuya herencia genética se parece menos, tienen más probabilidades de sentirse atraídas entre sí que aquellas con genes similares. De esta manera, hay más probabilidades de tener una descendencia sana.
La investigación plantea que mientras menos parecido haya en el Complejo Mayor de Histocompatibilidad (MHC) de dos personas, existe más atracción. El MHC es una región genética situada en el cromosoma 6 que portan la mayor parte de los vertebrados y desempeña una importante función en el sistema inmunológico y en el éxito reproductivo.
Si bien los científicos dijeron que no estaba claro qué señales atraen al cuerpo a las personas genéticamente diferentes, sugirieron que la emisión y detección del olor corporal o incluso la estructura de la cara podrían desempeñar un papel importante. “Aunque resulte tentador pensar que los humanos eligen pareja en función de sus afinidades, nuestra investigación plantea claramente que son las diferencias las que explican el éxito en la reproducción y en el impulso inconsciente de buscar una prole saludable a la hora de elegir compañero”, explicó Bicalho.
La evidencia
Para comprobarlo, el grupo de investigación brasilero registró los datos de 90 parejas casadas y los compararon con los de 152 “dúos virtuales” establecidos de manera aleatoria, que sirvieron como grupo de control. Se hizo un recuento del número de diferencias en MHC entre aquellos que eran pareja de verdad y las virtuales establecidas para la comparación. “Si los genes MHC no tuvieran influencia en la elección de compañero, cabría esperar resultados similares en los resultados de ambos grupos”, explicó la doctora brasilera en el encuentro científico. “No obstante, observamos que las parejas reales tenían un número significativamente mayor de divergencias en sus genes MHC”.
Esta inclinación innata reduce el riesgo de endogamia e incrementa las probabilidades de que la prole sea más diversa desde el punto de vista genético. La variabilidad genética está documentada como una ventaja para la siguiente generación y, de hecho, existe la teoría de que se trata de una estrategia evolutiva orientada a evitar el incesto en humanos y a mejorar el rendimiento del sistema inmunológico. Sin ir más lejos, si retrocedemos en la historia esto se evidencia con el historial de la familia real europea de los Habsburgo, quienes en su afán de formar alianzas matrimoniales consanguíneas para mantener la herencia de la dinastía intacta, ésta se extinguió.
De esta manera, el equipo brasilero cree que sus hallazgos contribuirán a la comprensión de las alteraciones de la concepción y la fertilidad. Hay trabajos previos que plantean que las parejas cuyos genes MHC se parecen tienen hijos de edades más espaciadas, lo que sugiere que han experimentado interrupciones del embarazo que han podido pasar inadvertidas. “Nuestro propósito es profundizar en las influencias sociales y culturales de este fenómeno (además de las biológicas) y relacionarlas con la diversidad genética”.
Al término de la exposición, la investigadora concluyó que “la hipótesis de partida es que los aspectos culturales tienen mucho que ver en la elección de compañero, y respaldamos la teoría de que si una persona es portadora de una determinada variante genética ésta explicará su forma de actuar. Lo que sí pensamos es que no debería pasarse por alto el aspecto evolutivo e inconsciente de la elección de pareja. Esta investigación demuestra que es un fenómeno importante para la salud reproductiva, ya que contribuye a garantizar una descendencia fuerte en el sentido inmunológico”.
