Retina: los secretos mortales de la malaria
Es considerada una de las plagas más antiguas de la humanidad. Aproximadamente, el 40% de la población mundial se encuentra en riesgo de adquirirla, debido a la creciente resistencia al tratamiento e insecticidas, cambios climáticos-ecológicos y a un aumento importante de viajes a zonas endémicas. Chile tuvo malaria pero fue exitosamente erradicada por campañas realizadas en el norte del país a cargo del profesor Dr. Juan Noé, entre los años 1937 y 1947. Desde entonces, sólo se han reportado casos aislados y una serie clínica de 9 casos no autóctonos entre los años 1972 y 1984, en los cuales existió el antecedente epidemiológico de permanencia en zonas maláricas. Según datos del Departamento de Epidemiología del Ministerio de Salud, en los últimos años han aumentado los pacientes infectados, registrándose entre 1990 y 2001, 66 nuevos casos en los distintos Servicios del país y 5 fallecimientos. Según el boletín de enfermedades de notificación obligatoria ministerial, en 2003 hubo 6 nuevos casos y en 2004 se presentaron 7.
En un estudio financiado por la Fundación Wellcome Trust, y publicado recientemente en la prestigiosa revista médica Journal of Infectious Diseases, investigadores de la República de Malawi han demostrado por primera vez en humanos que la acumulación de células de sangre infectadas en los estrechos vasos sanguíneos cerebrales conduce a una potencialmente letal falta de oxígeno en el cerebro.
La malaria es uno de los mayores “asesinos” del mundo, provocando la muerte de más de un millón de personas cada año, principalmente niños y mujeres embarazadas en África, y adultos en el sudeste de Asia. Los parásitos de la malaria (Plasmodium vivax, P. falciparum, P. malariae y P. ovale) entran en el torrente sanguíneo por mordeduras de mosquitos del género Anopheles infectados y se desarrollan en los glóbulos rojos, por lo que se adhieren a la parte interior de los finos vasos sanguíneos causando bloqueos. La mayoría de las casos se producen como consecuencia de la denominada malaria cerebral (P. falciparum), donde los glóbulos rojos infectados se acumulan en el cerebro, dando lugar a convulsiones y al coma y, si no se trata rápidamente, la muerte.
Los científicos han sabido por algún tiempo que la malaria cerebral se acompaña de cambios en la retina, conocida como retinopatía asociada a malaria, que puede ser descrita mediante exámenes oftalmológicos. Dado que la retina es considerada como una extensión del sistema nervioso central, ha sido utilizada anteriormente como una "ventana al cerebro", lo que, entre otras cosas, permite agilizar el diagnóstico del paludismo cerebral. Sin embargo, hasta ahora no se entendía claramente por qué la condición es tan mortal.
En esta nueva investigación sobre el tema, el Dr. Nick Beare del Real Hospital de la Universidad de Liverpool, Reino Unido, junto con colegas del Queen Elizabeth Central Hospital en Blantyre, Malawi, examinaron la retina de 34 niños ingresados al hospital por paludismo cerebral. Se utilizó una técnica conocida como angiografía con fluoresceína, que implica la inyección de un colorante por vía intravenosa en el brazo y la fotografía de su paso por los vasos sanguíneos retinales. Este procedimiento, es utilizado para identificar las fugas de líquido o los bloqueos en los vasos sanguíneos pequeños en la parte posterior del ojo.
Cuatro de cada cinco niños examinados por el Dr. Beare y colegas tenían alteración del flujo en los vasos sanguíneos de los ojos. Tres cuartas partes presentaban blanqueamientos en las zonas de la retina donde la sangre no parece llegar, lo que implicaba que los parásitos interrumpían el suministro de oxígeno y nutrientes.
Los autores habían utilizado anteriormente la retina para diagnosticar con precisión la forma más grave, pero ahora esta vía ha permitido el conocimiento del carácter mortífero de la malaria cerebral. Este es el primer estudio que muestra claramente lo afectada que está la circulación en los ojos de los pacientes. Son pruebas sólidas que apoyan lo que, hasta ahora, ha sido simplemente una hipótesis: la malaria cerebral causa insuficiencia de flujo de sangre al cerebro, privándolo de oxígeno y generando problemas fatales.
A tiempo, los efectos de la malaria cerebral pueden revertirse sin ningún daño duradero en las funciones cognitivas de los pacientes o a su vista. El Dr. Beare considera que estos novedosos descubrimientos apuntan a nuevas medidas terapéuticas para el tratamiento del paludismo cerebral de manera más eficaz, especialmente en niños comatosos.
Muchos pequeños mueren en África debido a esta patología, ya que no se entiende de manera fehaciente el efecto concreto de los fármacos antipalúdicos. Ahora, los medicamentos que mejoren la circulación y limiten los daños causados por la falta de oxígeno podrían ayudar a prevenir muchos decesos.
