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16 Junio 2008

No puedo dormir…

Son las tres de la mañana y no puedo dormir. Miro el reloj, consciente de que la alarma se activará en pocas horas, y a pesar de ello no logro conciliar el sueño. Sé que tendré un día muy ocupado por delante y necesito descansar, pero no puedo. Ya son las cuatro de la mañana. Siento una especie de estrés que me invade. Tengo muchas cosas que hacer durante el día. Pienso en ello y me agobio. Prendo el computador y trato de aprovechar ese tiempo en averiguar lo que me pasa. Tengo insomnio.

¿Qué es el insomnio?
La palabra insomnio viene del latín in (no o ausencia de) y somnus (dormir), por lo que literalmente significa "no dormir" o la imposibilidad de conciliar el sueño. Es producto de una insuficiencia o mala calidad del sueño, caracterizada por una o varias de las siguientes características: dificultad para iniciar el sueño, mantenerlo o despertarse demasiado temprano por la mañana.

Durante mucho tiempo, se ha enseñado a los profesionales de la salud que el insomnio “es un síntoma, no una enfermedad”. Sin embargo, las nuevas evidencias empiezan a sugerir que simplemente no es señal de otras condiciones, sino que parece ser un desorden en su propio derecho. Independientemente si se produce con otras alteraciones médicas –o por sí mismo- el insomnio tiende a tener un conjunto coherente de síntomas nocturnos y diurnos que, sin una atención específica, no mejora la enfermedad. El insomnio y otras condiciones pueden seguir diferentes cursos de tiempo y, en muchos casos, la alteración está asociada con deficientes resultados diarios.

Según el National Institutes of Health de Estados Unidos (NIH), esta condición afecta a más de 70 millones de estadounidenses. Los costos directos –que incluyen gastos en el tratamiento, servicios de salud, hospitales y enfermería- se estiman en casi 14 mil millones de dólares anuales, mientras que los valores indirectos, tales como pérdida de trabajo, daños a la propiedad y transporte, se calculan en 28 mil millones.

¿Qué es esta condición que nos afecta tanto?
La encuesta 2002 de la National Sleep Foundation de Estados Unidos (www.sleepfoundation.org/) demostró que el 58 por ciento de los adultos en los Estados Unidos experimentan síntomas de insomnio algunas noches a la semana. Aunque la alteración es el problema más común del sueño en aproximadamente la mitad de los adultos mayores (48 por ciento), ellos tienen menos probabilidad de experimentar síntomas frecuentes de insomnio que sus homólogos más jóvenes (45 versus 62 por ciento), y sus síntomas son más propensos a estar asociados con condiciones médicas.

Tipos de Insomnio
Los especialistas clasifican al insomnio en dos categorías principales: agudo y crónico. A corto plazo la forma aguda, que a menudo se debe a una situación coyuntural, como estrés, jet lag o la pérdida de trabajo o de pareja, puede durar hasta un mes y es tratable. Es importante manejar la causa subyacente. La prescripción efectiva y segura de medicamentos puede ayudar.

A largo plazo, se describe la forma crónica, que se experimenta durante un mes o más, puede ser secundaria a causas tales como condiciones médicas, físicas o psicológicas, a otros trastornos del sueño, o a medicamentos y ciertos compuestos. Además, el insomnio crónico puede ser primario, lo que significa que no es causado por otros factores médicos, psiquiátricos, del sueño o por medicación. La condición primaria se debe a factores como el aumento de la temperatura corporal, la tasa metabólica o el metabolismo cerebral. Malos hábitos del dormir contribuyen también a la condición primaria y otras formas de insomnio.

La incapacidad para dormir es un factor de riesgo para la depresión afectando significativamente la calidad de vida. Las consecuencias de una vigilia anormal pueden incluir fatiga, problemas de ánimo, depresión y angustia psicológica y la disminución de la capacidad para concentrarse, resolver problemas y tomar decisiones, así como sufrir peligro de lesiones, somnolencia en la conducción y enfermedades.

Tratamientos disponibles
Afortunadamente, existen opciones de tratamiento disponibles, que van desde la terapia conductual al uso de medicamentos de prescripción médica o a una combinación de ambas.

La terapia conductual normalmente la suministra un psicólogo, un psiquiatra u otro profesional de la salud con capacitación especializada. Varias visitas al terapeuta generalmente son necesarias para aprender y aplicar técnicas conductuales específicas. Algunos de los enfoques más comunes son: el control de los estímulos, la terapia cognitiva y la relajación.

Los medicamentos recetados que promueven el sueño son llamados hipnóticos. Difieren en la dosis y duración de acción. Si bien la mayoría de los pacientes los toman unas cuantas noches o un par de semanas, algunos pueden beneficiarse de su uso a largo plazo. Las investigaciones indican que cuando se utilizan sólo de noche, éstos siguen siendo eficaces durante al menos varias semanas y, probablemente, más tiempo.

De hecho, un reciente estudio encontró que el uso, a largo plazo, de una medicación hipnótica es –a la vez- seguro y eficaz. Los efectos secundarios más comunes incluyen sedación por la mañana, problemas de memoria, dolores de cabeza y una o dos noches de mal dormir, lo que se da principalmente después de interrumpir la medicación.

Buenas prácticas
Aunque las causas específicas de insomnio difieren de una persona a otra, existen algunos hábitos generales que ayudan a dormir mejor. Los expertos recomiendan los siguientes consejos:

Por la noche:

- Establecer una rutina regular para acostarse, dormir y despertar. Esto significa levantarse a la misma hora todos los días de la semana, no importa cuánto se haya dormido la noche anterior.
- No perder mucho tiempo en la cama. No se puede forzar el sueño por pasar más tiempo acostado.
- No comer o beber demasiado antes de acostarse.
- Crear un ambiente tranquilo, oscuro, fresco y confortable.

Durante el día:

- Consumir menos cafeína, sobre todo al final del día.
- Evitar el alcohol y la nicotina, especialmente cerca de la hora de dormir.
- Ejercicio no dentro de las tres horas antes de acostarse.
- Evitar las siestas.
- Mantener un “diario de sueño” para identificar los hábitos y patrones de sueño que se pueden compartir con el médico.

Si sigue estos pasos, pronto encontrará un equilibrio que le ayudará a conciliar cada noche un sueño reparador. Recuerde: lo principal es tomarlo con calma y psicología. Alterarnos o preocuparnos excesivamente sólo servirá para impedir lo que más queremos… dormir.

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