Ante todo, somos criaturas emocionales
La emoción es importante por la forma en que experimentamos la vida. El amor, el miedo, la ira, el asco son fundamentales para la experiencia humana. Este puñado de sensaciones en bruto, en diferentes combinaciones, agrega “sabor” a nuestra existencia, define muchos de nuestros objetivos e influye en nuestras decisiones. En su forma básica, ayuda a la supervivencia. El miedo y los disgustos nos permite alejarnos de las posibles fuentes de daño, como los depredadores o la escasez de alimentos; el amor por su parte, nos ayuda a reproducirnos. Las emociones tienen un profundo impacto entre nosotros, que afectan a casi todos los aspectos de nuestra forma de actuar y de pensar.
Uno es su influencia sobre la atención. Detectamos estímulos emocionales, por ejemplo la cara con sus expresiones positivas o negativas, mucho antes que características personales neutras. Curiosamente, sin embargo, la neuroimagen funcional ha demostrado que el cerebro también reacciona a los estímulos emocionales antes que la naturaleza de los estímulos haya sido reconocida explícitamente, incluso, sin recuerdo consciente de que hayamos presenciado algo de miedo.
La clave aquí es la región cerebral de la amígdala, la cual recibe la entrada visual independiente de las principales zonas cerebrales del procesamiento de la visión. Si detectamos estímulos atemorizantes, ésta envía mensajes a otras partes del cerebro, desencadenando una serie de respuestas, lo que nos convierte en “asustados”.
El profesor V. J. Wukmir (quien escribió en 1967 “Emoción y Sufrimiento. Endoantropología elemental”) planteó que siendo la vida y la supervivencia lo positivo para un ser vivo, la emoción es el resultado de una medida (o valoración) subjetiva de la posibilidad o probabilidad de supervivencia del organismo en una situación dada o frente a estímulos determinados. La emoción informa al organismo acerca de la favorabilidad de cada situación.
Los recuerdos están hechos de las emociones
Así como preferentemente nos centramos en los estímulos emocionales, esto también nos permite recordar mejor. Tendemos a no recordar las cosas mundanas, pero sí los acontecimientos emocionalmente fuertes, como el bien o el mal. Una vez más, tener una buena memoria parece depender de la actividad en la amígdala.
Aunque, a veces, la gente no quiere recordar las experiencias emocionalmente extremas. Las personas con trastorno de estrés postraumático (TEPT) no desean sufrir los denominados flashbacks y los recuerdos intrusivos de su trauma. Curiosamente, la creación de las memorias traumáticas depende de un neurotransmisor (noradrenalina), y de una droga que bloquea su acción, el propanolol, generalmente utilizados para controlar el corazón, los cuales pueden impedir que los recuerdos traumáticos se establezcan. Existe interés en la utilización de estos principios como tratamiento del trastorno de estrés postraumático, o incluso impedirlo.
Los sentimientos, nada más que sentimientos
Los neurocientíficos ven las emociones tal cual describen el cerebro y sus coherentes respuestas. Para ellos, éstas se traducen en experiencias subjetivas que conocemos como sentimientos. Estos, a su vez, derivan en parte de los cambios fisiológicos creados por los estímulos emocionales, que son registrados por sensores del estado interno del cuerpo (órganos internos, niveles de energía, etc.)
Es probable que los sistemas cerebrales para el manejo de las emociones no sean los mismos que los responsables de los sentimientos. Por ejemplo, algunas personas con daños a la amígdala no muestran respuestas emocionales, pero aún así, son capaces de experimentar sentimientos. Otra distinción es que los sentimientos parecen tener más influencia en el comportamiento a largo plazo y la adopción de decisiones. Por lo tanto, nuestras decisiones dependerán en parte de nuestros estados emocionales pasados.
Muy ilógico
La emoción y la razón a menudo son consideradas como enemigas, una fría, dura e irracional batalla para la toma de decisiones. De hecho, sin embargo, las respuestas emocionales pueden mejorar nuestra capacidad de toma decisiones, por ejemplo, nos ayudan a emitir juicios de valor hacia las personas sobre la base de sus expresiones faciales o debido a una toma de conciencia de nuestro actual estado físico.
¿Qué regula el humor?
Nuestro estado de ánimo, o la emoción preponderante, se rige por varios neurotransmisores producidos en nuestros cuerpos. La serotonina, mejora el ánimo mediante la reducción de la depresión y la ansiedad. Los antidepresivos que aumentan los niveles de serotonina son ampliamente utilizados para tratar la depresión. Curiosamente, se han encontrado bajos niveles de serotonina en las víctimas de suicidio. La dopamina, apodada “la droga del placer", promueve un sentimiento de gozo. Esto explica la atracción por el alcohol, la nicotina y drogas como la cocaína, todo lo cual aumenta los niveles de dopamina.
La práctica de deportes nos hace sentir mejor, debido a la liberación de noradrenalina, otro químico del buen sentir. El placer también se ve aumentado por las endorfinas, analgésicos naturales del organismo, que se liberan de igual forma durante el ejercicio.
Otros componentes químicos, como la histamina y el GABA, también pueden influir en el ánimo. Nuestro ánimo final se rige por la compleja interacción entre todos estos productos químicos, con niveles de cada uno que son alterados por factores como la herencia, el medio ambiente, los estilos de vida e incluso la dieta.
