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07 Julio 2003

Dr. René Tapia Salgado

Médico de la Isla Grande

El profesional con más años de servicio en Chiloé, cuenta sobre su vida y singulares situaciones que le ha tocado vivir en el lugar al que llegó en 1940.

El doctor René Tapia Salgado nació en Linares el 29 de noviembre de 1914, realizó sus estudios primarios en la Escuela N°41 de esa ciudad, los secundarios en el Liceo de Hombres y a los 24 años egresó de la Escuela de Medicina de Universidad de Chile. Con su título bajo el brazo, el médico se dispuso a buscar trabajo con una gran preocupación en la mente. No sólo debía pensar en la importancia de atender a personas enfermas, sino que además necesitaba que el Servicio de Salud, donde había postulado, lo enviara a alguna destinación que fuera bien remunerada, pues según nos cuenta, debía cancelar a su tía el dinero que le había prestado para financiar su tesis en rayos X.

En la noche del 24 de Enero de 1939, un sismo con magnitud 7,8 en escala Richter e intensidad indefinida en escala Mercalli, se sintió entre Santiago y Temuco y causó estragos en las provincias del Maule, Linares, Ñuble y Concepción. El saldo oficial hablaba de 5.648 víctimas fatales, pero según estimaciones de la prensa de la época, el terremoto había significado la muerte de unas 30.000 personas.

El Presidente Pedro Aguirre Cerda se trasladó al día siguiente a Chillán y, advertido de la gravedad de la situación, pidió ayuda a sus conciudadanos. El doctor René Tapia aún no conocía su destinación definitiva, por lo que partió a la zona a ayudar.

Allí estaba cuando supo que sería enviado a Coronel, noticia que pese a la tragedia que lo rodeaba lo alegró mucho, pues no perdía de vista el objetivo de pagar su deuda y el sueldo de tres mil pesos correspondientes a ese cargo le permitiría terminar con esa constante preocupación en unos pocos meses.

Pero cuando ya tenía los pasajes en la mano para dejar Chillán, le avisaron que su destinación había sido cambiada y debía escoger entre la antigua oficina salitrera de Humberstone (que en esos años ya venía en decadencia) o Chiloé. Con el pesar que le provocaba saber que trabajar en cualquiera de estos lugares difería bastante de sus cálculos previos, aceptó ser enviado a la Isla Grande.

(Foto: gentileza chiloeweb.com)

En 1940 el médico llegó a trabajar al Hospital de Castro, recinto cuya edificación respondía a una iniciativa del Presidente Carlos Ibáñez del Campo. “Sin embargo, el recinto había sido entregado a unas monjitas que ocupaban buena parte del lugar, por lo que el hospital constaba sólo de cuatro pabellones: en uno había una camilla, otro era una bodega de abarrotes, el tercero estaba destinado a acoger durante las noches a ancianos indigentes que dormían allí y el cuarto era un comedor. En resumen, lo que menos era este edificio era ser un hospital”, recuerda el doctor Tapia. Explica que donde realmente se atendía a los enfermos era una vieja casa cercana a lo que debía ser el hospital.

Al poco tiempo de su llegada a Chiloé y cuando recién comenzaba a palpar la compleja realidad sanitaria que enfrentaba la zona en aquella época, autoridades del Servicio de Salud le informaron que él sería el nuevo director del centro asistencial y que su labor sería reestructurar la actividad hospitalaria de Castro.

Las medidas iniciales del doctor Tapia al asumir su nuevo cargo no fueron bien recibidas. “En primer lugar –recuerda- envíe a las monjitas a la casa vieja y trasladé el hospital al edificio que desde un comienzo había sido designado para ello”, explica el médico.

Esto le generó al profesional un gran conflicto con las religiosas, quienes lo declararon persona non grata para la comunidad e, incluso, en varias oportunidades intentaron expulsarlo de Castro sin éxito. “Así comenzó una nueva etapa hospitalaria en Chiloé”, (ríe). Otra de las iniciativas del médico consistió en crear los primeros pabellones quirúrgicos, muy útiles, dada la alta incidencia de apendicitis en Castro y sus alrededores.

No había pasado más de un año desde su llegada a la ciudad, cuando todos los habitantes ya sabían de la existencia del médico. “Era conocido como el doctor que operaba de apendicitis, porque la intervención se transformó casi en una moda”, cuenta.

(Foto: gentileza chiloeweb.com)

Fue así como la gente del lugar comenzó a darse cuenta de que esa persona supuestamente non grata era bastante agradable y un profesional que lograba hacer mucho con recursos muy escasos. “En esa época, el presupuesto del hospital sólo nos alcanzaba para seis pares de guantes mensuales. Así que… harto alcohol yodado, mascarilla, delantal y vamos operando no más”, (ríe).

Aún no concluía el año 1940 cuando su simpatía y carisma transformaron al doctor Tapia en un hombre muy querido en todo Chiloé, hecho que sumado a su vocación social lo llevó a entrar al mundo de la política. Primero fue electo regidor y más tarde alcalde de Castro, cargo que ejerció hasta 1950, cuando ingresó al Partido Liberal.

Durante la década de los ‘40, el médico había encontrado una afición paralela a la administración pública. En estos años, el profesional se transformó en socio fundador del Club Aéreo de Castro, institución de la que fue presidente 1948 y 1969. Asimismo, el doctor Tapia fue director para la X Región de la Federación Aérea de Chile (FEDACH), en 1961 lo designaron médico examinador de pilotos por la Dirección General de Aeronáutica Civil y fue gestor en la construcción de varios aeródromos en las islas adyacentes a Chiloé. Estas y otras labores relacionadas con el tema, le valieron el premio “Paul Tissandier 2002”, distinción otorgada por la Federación Aeronáutica Internacional (FAI) a personas que destacan por su aporte, colaboración y desarrollo de la aviación civil deportiva.

Pero los aviones nunca hicieron al doctor Tapia dejar de lado su carrera política. A mediados de los ‘60 se inscribió en el Partido Nacional y postuló como candidato a Diputado por la 25ª Agrupación Departamental de Ancud, Castro, Quinchao y Palena, resultando electo para el período 1969 – 1973. Como parlamentario, el médico integró las comisiones de Obras Públicas y Transportes, Economía, Salud Pública y Hacienda. En 1973 fue reelecto para el período de 1973 – 1977, período que no completó debido a la disolución del Congreso en septiembre de ese año. Mientras fue diputado, el profesional participó entre muchas otras actividades en la primera comisión para hacer el trazado de lo que hoy es la Carretera Austral.

Abriendo camino

En todos sus años de carrera hay muchos acontecimientos clínicos que el doctor René Tapia recuerda con orgullo. Rememora por ejemplo una curiosa situación que se presentó en Quemchi, comuna situada en la costa noreste de la isla. El médico se enteró de que un importante número de habitantes del lugar estaban quedando ciegos en forma progresiva y sin motivo aparente. “Inmediatamente pensé que algún chilote marino había traído una infección de otra parte del mundo y en efecto así fue”.

(Foto: gentileza chiloeweb.com)

La patología que diagnosticó el doctor Tapia fue el tracoma -también conocido como conjuntivitis granular u oftalmia egipcia- una infección ocular causada por la Chlamydia trachomatis que, si no recibe tratamiento, puede producir cicatrización crónica y ceguera. El tracoma se presenta en todo el mundo, principalmente en zonas rurales de países en desarrollo y afecta con frecuencia a los niños, quienes suelen mostrar consecuencias evidentes de la cicatrización sólo años después del contagio. La infección se adquiere por contacto directo con secreciones oculares, de la nariz o garganta de individuos enfermos, y objetos como toallas o ropa de cama.

Eran los últimos años de la década del ’40, cuando en forma regular comenzó a utilizarse la sulfanilamida, una sulfa que había sido fabricada exclusivamente para el tratamiento de la gonorrea, enfermedad que causaba estragos en el mundo entero. “Los investigadores de esa época insistieron tajantemente en la exclusividad del uso del medicamento para la gonorrea, pero decidí utilizarla en estos pacientes que requerían de una cura casi milagrosa, porque lo que tenían no era gonorrea, sino tracoma”.

Dr. René Tapia

El médico consiguió así el milagro que buscaba. “Poco a poco los pacientes comenzaron a mejorar, hasta que erradicamos por completo la infección. Tiempo después supe que unos científicos orientales habían lanzado como gran noticia la utilización de sulfas como tratamiento para la ceguera por tracoma obteniendo buenos resultados, lo que incluso les significó recibir un importante premio científico, que en lo más profundo también siento como mío”.

Otro hecho que lo marcó profundamente, está dado por el éxito de un tratamiento muy singular que él practica desde hace años - basado sólo en la experiencia empírica. “Leí un artículo acerca de un tratamiento del asma que consistía en hacer un injerto de un pequeño trozo de placenta bajo la piel de pacientes asmáticos. Entonces comencé a pedirles a mis amigas matronas que me guardaran placentas para implantarlas en estos pacientes. En un comienzo obtenía un 25 por ciento de éxito y el resto de las personas rechazaban el injerto, por lo que decidí hacer estudios de compatibilidad de grupo sanguíneo, para evitar el rechazo. Con ello logré casi el 100 por ciento de eficacia y hasta el día de hoy aún llegan pacientes del campo consultando por el tema. No me explico por qué siendo efectivo este tratamiento no se realiza en los hospitales”.

A sus 88 años, el doctor Tapia aún atiende pacientes en su consulta particular, principalmente a personas del campo. El médico es reconocido como una destacada personalidad de la zona, tanto así que los pabellones del Hospital de Castro llevan su nombre y en 1998 fue nombrado hijo ilustre de la ciudad de Castro, por su destacada labor en el campo de la salud y por su participación como fundador de varias instituciones de la ciudad.

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