Riesgos en salud infanto juvenil
Estudio dirigido por la OMS revela que la mayoría de los adolescentes no realizan suficiente actividad física, lo que es perjudicial para la salud actual y futura.
La práctica habitual de ejercicio en menores de edad se traduce en una serie de beneficios en el corto, mediano y largo plazo, entre ellos, la mejora de la capacidad cardiorrespiratoria y muscular, la salud ósea y cardiometabólica; y efectos positivos sobre el peso, el desarrollo cognitivo y la socialización, los que se mantienen hasta la edad adulta.
Un reciente estudio dirigido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) reveló que la mayoría de los adolescentes no realizan suficiente actividad física, lo que pone de manifiesto la necesidad de adoptar medidas urgentes para incrementar el ejercicio en niñas y niños entre los 11 y 17 años.
La investigación, publicada en la revista The Lancet Child & Adolescent Health y en la que participaron 146 países entre 2001 y 2016, concluye que más del 80% de los adolescentes en edad escolar de todo el mundo –85% de niñas y 78% de niños– no alcanzan el nivel mínimo recomendado de una hora de gasto energético al día.
Un dato importante fue que la prevalencia de la actividad física insuficiente disminuyó ligeramente en el caso de los niños de un 80% a 78%), mientras que las niñas no se registraron cambios en el mismo periodo.
“La tendencia de que ellas sean menos activas, es preocupante. Eso nos lleva a pensar en la necesidad de crear más oportunidades para satisfacer las necesidades e intereses de las niñas a fin de atraer y mantener su participación en algún deporte durante la adolescencia y hasta la edad adulta”, explicó la doctora Leanne Riley, coautora del estudio.
Para las autoras de este estudio, para estimular la práctica de ejercicio entre los jóvenes es prioritario que los gobiernos identifiquen y combatan las numerosas causas y desigualdades sociales, económicas, culturales, tecnológicas y ambientales que pueden estar perpetuando estas diferencias entre niños y niñas.
“Los países deben desarrollar o actualizar sus políticas y destinar recursos necesarios para impulsar y potenciar todas las formas de actividad física, por ejemplo, mediante una educación física que imparta conocimientos en esta materia, mayores oportunidades para practicar deportes, juegos activos y actividades recreativas, además de un entorno seguro para que los jóvenes puedan caminar o montar en bicicleta de manera autónoma”.
“Un enfoque integral requiere la participación de múltiples sectores como las escuelas, las familias, los proveedores de servicios deportivos y recreativos, los urbanistas y los dirigentes comunitarios y municipales”.
Cabe destacar que en Chile uno de cada cinco niños y niñas entre nueve y 11 años es físicamente activo –según un estudio desarrollado por académicos de la Universidad de La Frontera en conjunto con la organización internacional Active Healthy Kids Global Alliance– escenario que debe ser reconocido como una prioridad, debido a que el sedentarismo y los malos hábitos alimenticios repercuten en altas cifras de sobrepeso, las que a nivel latinoamericano ubican al país en el segundo lugar del ranking de obesidad en población infantil, después de Argentina.
