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La Organización Mundial de la Salud publicó en 2015 el informe denominado “Tuberculosis global”, el cual entregó un diagnóstico sobre el bacilo de Koch (Mycobacterium tuberculosis) que destacó entre otros puntos la disminución del 50 por ciento de los fallecimientos por esta enfermedad desde 1990. Además, en 2000 se inició una baja sostenida de su incidencia, evitándose 53 millones de muertes gracias a diagnósticos oportunos y tratamientos más efectivos. “El control de la tuberculosis ha tenido un impacto tremendo en términos de vidas salvadas y pacientes curados. Los avances son alentadores, pero si el objetivo es poner fin a esta epidemia mundial, es necesario amplificar los servicios y, de manera contundente, invertir en investigación”, aseguró la doctora Margaret Chan, directora general de la Organización Mundial de la Salud. 

Ese mismo año, fallecieron casi 1,8 millones de personas por tuberculosis, situándola como una de las principales patologías causantes de muerte en el mundo, junto al VIH. En el “Informe mundial sobre tuberculosis” emitido en 2017, se confirmó que durante 2016 las muertes bajaron a 1,7 millones, mientras que las nuevas infecciones se mantuvieron en 10,4 millones, marcando un descenso considerando el aumento de la población global.

“La tasa de mortalidad está cayendo al tres por ciento anual y la incidencia al dos por ciento. Estas cifras tienen que aumentar hasta un 4 o 5 y un 10 por ciento, respectivamente, para cumplir con nuestra estrategia de eliminación, que tiene como objetivo final reducir un 90 por ciento las muertes y 80 por ciento la incidencia en 2030 con respecto a 2015”, comunicó la OMS.

Tal como en distintos puntos del planeta, en Chile el manejo de la patología es considerado un problema de salud pública. En este contexto, el sábado 24 de marzo se celebró el Día Mundial de la Tuberculosis, conmemoración que como todos los años busca generar conciencia en la población en torno a una enfermedad que, pese a los avances científicos, no ha logrado ser erradicada. Se trata de una iniciativa impulsada por la Organización Mundial de la Salud con el fin de adquirir o reforzar compromisos políticos y sociales que puedan, mediante un enfoque estratégico, disminuir la propagación de la tuberculosis en base a una labor integrativa y que se aleje al máximo de la estigmatización, garantizando mayor acceso a atención médica y aunando criterios en torno al problema que suma la resistencia a los fármacos.

Varios establecimientos de salud se adhirieron a la fecha. Uno de ellos fue el Hospital San Juan de Dios de Curicó. En el recinto de la Región del Maule el programa de manejo de la enfermedad está integrado por el doctor Víctor Martínez Hagen, la enfermera Paulina Vergara Yáñez  y la técnico en enfermería de nivel superior Mariela Poblete Navarro, quienes trabajan en conjunto con toda la red provincial en el control, detección y seguimientos de los casos de tuberculosis más avanzados. “Si bien la tuberculosis es una enfermedad que se encuentra controlada, no ha desaparecido y es sumamente importante tenerla siempre presente, no solo en los grupos de mayor exposición, sino en toda la población. En general tiene muy buen pronóstico, pero si no se detecta a tiempo puede ser mortal”, subrayó el broncopulmonar.

Los síntomas de esta enfermedad son inespecíficos, por lo que se recomienda a las personas con tos y expectoración por más de dos semanas, sin tener antecedentes de patologías respiratorias crónicas, dirigirse a un centro de salud cercano para practicarse una basiloscopia.

“Los grupos más expuestos a contraer esta enfermedad son pacientes con VIH, diabéticos o con otras inmunosupresiones, personas en situación de calle y poblaciones cautivas como privados de libertad, hogares de ancianos y hospederías. También individuos en situación de hacinamiento, inmigrantes de países de alta endemia de tuberculosis, personas pertenecientes a pueblos indígenas y hombres o mujeres que han mantenido contacto con pacientes con tuberculosis en etapa de contagio”, precisó el doctor Martínez.