Q.F. Jorge Fuentealba Arcos:
“Podemos transformarnos en un polo de desarrollo biomédico”
La transferencia científica entre centros de investigación, junto al aumento en la visibilidad y producción de estudios clínicos, son desafíos prioritarios para la farmacología nacional.
Potenciar el conocimiento y abrir la disciplina al ámbito clínico es clave para Jorge Fuentealba Arcos, director del Departamento de Fisiología de la Facultad Ciencias Biológicas de la Universidad de Concepción (UdeC) y vicepresidente de la Sociedad de Farmacología de Chile.
“La academia debe ser el faro que dirija estas acciones, ofreciendo respaldo institucional y garantizando la rigurosidad científica. Trabajar con los equipos médicos de forma estrecha e impulsar investigaciones conjuntas son aspectos que nos preocupan y motivan”, comenta.
Formado en la Universidad Autónoma de Madrid, el director técnico de la Unidad de Bioequivalencia del Centro de Investigación Avanzada en Biomedicina UdeC plantea la necesidad de insertar los laboratorios científicos en los hospitales, replicando el modelo español. “El trabajo que allí se realiza alcanza un nivel de productividad que ha obligado a los recintos asistenciales a generar nueva infraestructura y fundaciones dedicadas a gestionar adecuadamente los estudios clínicos”.
- De acuerdo con su experiencia, ¿cuál es el nivel de la investigación farmacéutica en Chile?
Está bien posicionada, incluso diría que comparativamente nos situamos al mismo nivel que centros de referencia internacional. Lo que falta es potenciar la transferencia de la investigación más básica hacia productos farmacéuticos de elaboración final, por lo tanto, es clave la asociatividad que pueda existir entre los laboratorios que tienen esa capacidad y las instituciones de mayor producción científica.
- ¿Cómo fortalecer este vínculo?
Se debe trabajar en la construcción de confianzas e implementar alianzas estratégicas que impulsen y canalicen estos esfuerzos. En Europa y Estados Unidos los laboratorios farmacéuticos se coordinan rápida y fácilmente con centros universitarios de investigación para, bajo lineamentos regulados, generar desarrollos conjuntos. En Chile esa área está poco explotada y, por otro lado, tampoco nos hemos mostrado como una potencia capaz de realizar estudios preclínicos y de Fase 1. Debemos profundizar y visibilizar más nuestra labor.
- ¿La investigación en ciencias básicas puede traducirse en beneficios concretos para la población?
Sí, pero junto con resolver el desafío de la transferencia de conocimientos, tenemos que abordar otro problema: la poca capacidad para desarrollar estudios clínicos. A pesar de que tenemos infraestructura, hospitales vinculados con universidades y equipos profesionales de calidad, no hemos logrado capitalizar de forma sistemática un apalancamiento de estos. Tenemos que repensar las cosas que nos faltan por hacer para transformarnos en un polo de desarrollo biomédico.
- En el último informe del Banco Interamericano de Desarrollo sobre ciencia, innovación y crecimiento productivo queda en evidencia la brecha entre Latinoamérica y El Caribe en comparación a Europa, Estados Unidos o China…
Exactamente y la distancia se ha ampliado durante la pandemia. Esta crisis nos ha hecho reflexionar sobre la importancia de tener una capacidad instalada, que esté al servicio de demandas emergentes. Que distinto hubiese sido contar con la unidad de vacunas del Instituto de Salud Pública (ISP) funcionando o invertir en un centro interuniversitario de vacunas y fármacos. Nadie imaginó lo que ocurriría, por eso es importante disponer de infraestructura y conocimientos propios para estar preparados. Chile está entre los países miembros de la OCDE con más bajo porcentaje del PIB destinado a ciencia. Además, postular a proyectos tiene una serie de limitantes que a veces impiden disponer de recursos para realizar investigación.
- ¿Cómo coordinar adecuadamente los esfuerzos de la industria privada y la academia?
En primer lugar, debemos ceñirnos a toda la normativa bioética que regula este tipo de estudios, es decir, cumplir con los estándares de calidad y contar con las autorizaciones correspondientes, tanto del ISP como de los comités de ética que tengan jurisprudencia. Por otro lado, tenemos que ser muy cuidadosos con las expectativas que generamos en la opinión pública, sobre todo en temas sensibles como la pandemia o las enfermedades neurodegenerativas, ya que detrás de estos hay grupos de población ávidos de que la ciencia les proporcione una solución.
Cuando se generan falsas expectativas en la sociedad lo único que se consigue es desacreditar el trabajo científico y eso lleva al cuestionamiento de recursos, los que ya son escasos. En este sentido, el soporte de instituciones públicas y la asociación con empresas privadas debe estar fundamentado en la rigurosidad científica y comunicacional, siendo muy cuidadosos con los mensajes que damos a personas susceptibles.
- Una de sus líneas de investigación es la búsqueda de compuestos neuroactivos que tengan aplicación en enfermedades neurodegenerativas…
Estamos desarrollando varias estrategias para buscar compuestos que puedan tener alguna aplicación. Queremos entender en profundidad el mecanismo de acción de estas moléculas y qué papel cumplen en patologías como el alzhéimer y párkinson. En este enfoque hemos realizado trabajos preclínicos en modelos animales, asociando el uso de compuestos neuroactivos de origen natural con estrategias basadas en una dieta rica en polifenoles y pauta de ejercicios, lo que ha evitado el deterioro cognitivo.
Nuestros resultados sugieren que sería beneficioso implementar una pauta de alimentación saludable y ejercicios como política pública en salud. Esperamos comprender mejor estas patologías y postular en el mediano plazo algunas soluciones que contribuyan en su manejo. Ahora hay que pensar en la formulación y administración, pero en las próximas fases es clave asociarse con la industria farmacéutica.
- En este aspecto, ¿cuál es el rol de la ley de fármacos 2?
Representa un avance en algunos aspectos, pero deja sin resolver otros que nos atan, como la investigación clínica en pacientes que tienen problemas cognitivos y los resguardos para las personas que fueron objeto de estudio. Este marco permite promover estudios de bioequivalencia, aspecto relevante porque si somos capaces de certificar calidad, garantizaremos la equidad en el acceso a tratamientos.
- ¿Cómo cerraría esta conversación?
Destacando el trabajo del Centro de Biomedicina UdeC, donde realizamos estudios de bioequivalencia, certificados por el ISP, con participación de un equipo calificado y metodologías de calidad. Fuimos pioneros y llevamos 11 años de labor, algo que no ocurre en otros puntos del país. Mientras en Santiago los centros especializados han reducido su producción e impacto, Concepción tiene el potencial de convertirse en un referente en investigación clínica.
Por Óscar Ferrari Gutiérrez
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