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19 Marzo 2018

Dr. Claudio Cisterna Santana:

“La salud en la primera infancia se construye, trabaja y gana"

Ante la tendencia de patologizar fenómenos normales de los niños, para el pediatra viñamarino lo fundamental es entregar respuestas correctas que, a veces, son precisamente contrarias a la que los padres quieren escuchar.

El doctor Claudio Cisterna Santana es un pediatra muy reconocido en la Región de Valparaíso, al que muchos padres recurren cuando se enfrentan a la posibilidad de cambiar los paradigmas sociales que se refieren a la crianza de sus hijos. 

Nacido en la ciudad de Valparaíso y formado como médico y como pediatra en la Universidad de Valparaíso, el doctor Cisterna tiene un amor especial por el sur de Chile, en particular por Pitrufquén, una pequeña ciudad de la Provincia de Cautín en la Región de la Araucanía. 

Esa ciudad, que en mapudungún significa “lugar de cenizas”, lo asentó tanto en el plano personal como profesional. “Ejercí como general de zona durante cinco años. Fue una de las experiencias más marcadoras de mi vida, que siempre me gusta destacar. Yo provengo de una familia de mucho esfuerzo y fui el primero en ir a la Universidad, por lo que alejarme de ellos fue un gran tema. Nos fuimos con mi señora, no conocíamos a nadie, así y todo hicimos muchos amigos… tuvimos a nuestros dos hijos allá, fueron años muy lindos para nosotros como familia y para mí como profesional, porque influyó en mi decisión de convertirme en pediatra”, confiesa. 

Mientras cursaba su pregrado no tenía claro qué camino quería tomar. “Me gustaban todas las especialidades, excepto las quirúrgicas. Me reconozco poco hábil con las manos, por eso le tenía mucho respeto a las cirugías. Mi internado de pediatría fue particularmente duro. Tuve dos profesores bien estrictos: los doctores Edgardo Tomasello Hart y Jaime Goya Giralt, que nos hacían estudiar muchísimo, tanto así que pensé que pediatra era otra de las especialidades a las que no me quería dedicar”.

“Curiosamente, cuando llegué al Hospital de Pitrufquén, me dediqué a la medicina interna, trataba a abuelitos a los que les costaba salir adelante. Me cuestioné, incluso, si es que la medicina que estaba haciendo servía. Hasta que por esas cosas de la vida –nada casuales por cierto- la colega a cargo de pediatría se fue y me pidieron que la reemplazara una semana, mientras encontraban un nuevo médico. Nunca más salí de ahí. Me di cuenta que sabía mucha pediatría, que no me costaba y, además, que me gustaban los niños y tenía buena sintonía con ellos. Así generé el verdadero lazo con la especialidad. Era lo mío, lo que tenía que hacer”. 

A pesar de que aún no se formaba como especialista era reconocido como “el pediatra de Pitrufquén”. Su espíritu de vocación y servicio lo llevaron a participar en un proyecto de regionalización de la neonatología que en la década de los 90´se estaba implementando. “El Hospital de Temuco siempre estaba colapsado de niños neonatales. Así surgió la idea de potenciar algunos hospitales chicos para generar desarrollo neonatológico en ellos. Yo no era pediatra aún y mi amiga Eugenia Curimil no era enfermera neonatóloga. Postulamos patudamente y ganamos. Así creamos la Unidad de Recién Nacidos del Hospital de Pitrufquén. Aprendí mucho sin ser pediatra y siempre digo que antes de serlo fui neonatólogo. Esa fue una experiencia muy linda también”. 

Volvió a la Región de Valparaíso para realizar su beca de pediatría. Luego de terminarla cursó un magíster en salud pública y gestión hospitalaria. Actualmente, ejerce como médico jefe del Servicio de Pediatría del Hospital Dr. Gustavo Fricke de Viña del Mar y se ha desempeñado, en varias oportunidades, como subdirector médico de él. 

Es docente de tercer y quinto año de la carrera de medicina en la Universidad de Valparaíso y tiene asignados algunos módulos del magíster de salud púbica. Además, trabaja en su consulta privada donde ha sido testigo de un fenómeno que se está haciendo bastante frecuente en la medicina actual: “la constante patologización de manifestaciones fisiológicas que son completamente normales en los niños”. 

Para hablar sobre este y otros temas, el doctor Claudio Cisterna Santana, actual presidente de la Sociedad Chilena de Pediatría (Sochipe), Filial V Región, se entrevistó con SAVALNet. 

- Doctor, para comenzar, me gustaría que nos explicara una tendencia que se encuentra bastante en boga: la patologización de fenómenos normales durante la etapa de la infancia y adolescencia en medicina. ¿De qué se trata?

En la medida que el mundo, de alguna manera, se ha ido “mercantilizando”, a todos los fenómenos humanos le hemos ido poniendo un “valor” y creemos que aquello que no se compra carece de valía. Por ejemplo, queremos que la felicidad tenga un precio. Y pasa que nos vamos olvidando que las cosas realmente importantes de la vida no lo tienen, por eso resulta tan difícil conseguirlas. Por ejemplo, la llegada de un hijo es un tema complejo de la vida. Un niño requiere tiempo y hoy éste casi se ha transformado en un bien de consumo, porque es escaso. Tenemos jornadas laborales extensas, llegamos cansados a la casa, seguimos conectados a miles de cosas mentalmente, por lo que al tiempo, inconscientemente, le hemos dado casi un valor económico. El tener tiempo libre y dedicárselo a otro para muchas personas resulta ser algo muy complejo. Y como cuesta tratamos de adquirirlo de otra manera. Y ahí nos equivocamos.

- Me imagino que en su consulta se encuentra con padres llenos de temores y aprensiones relacionados con el desconocimiento de la fisiología del niño sano, de sus variantes normales y de los fenómenos propios del desarrollo infantil 

Es un gran tema, porque hay muchos fenómenos del niño que son totalmente normales, que forman parte de la vida cotidiana. Los padres, muchas veces, creen que todo se soluciona con un medicamento. Y ese es un tema que, como pediatras, nos está preocupando. El recién nacido es un niño complejo. Se tiende a idealizar el comportamiento que va a tener el pequeño desde que es dado de alta. Se cree que va a tener una lactancia materna excelente, que va a dormir durante toda la noche, que va a llorar poco, que no va a ser inquieto y resulta que todos los que tenemos hijos sabemos que eso no es así: el niño llora para expresarse, refluye, no siempre duerme bien, se queja y, además, nuestros horarios de sueño se alteran. Y ahí es cuando los papás quieren la fórmula mágica y te preguntan “¿no habrá algo que le podamos dar al niño, porque debe tener algo?” Y la verdad es que los niños presentan una serie de conductas y manifestaciones clínicas que son absolutamente normales. El tema del reflujo es un clásico, el niño puede convivir con él incluso hasta el año. No necesariamente el medicamento es lo que necesitan, sino que acompañamiento y cariño. Ese reflujo no hay que mejorarlo, porque es algo normal. Forma parte de lo que nos toca vivir como papás, sólo podemos ayudar al proceso a través del apego, la contención y la dedicación, que requieren tiempo. No digo que sea algo fácil, es una labor de la madre y el padre, cada uno en su rol. La madre ha cambiado su vida del cielo a la tierra y en ese proceso necesita de un compañero que le entregue apoyo y mucha contención. 

- ¿Cómo afronta esta realidad con padres que buscan un crecimiento y crianza casi perfectos, sin dolencias o problemas propios de la condición humana en esa etapa de la vida?

Los padres actuales quieren soluciones rápidas. Quieren salir de la consulta con una lista de medicamentos en caso de. Yo soy un convencido de que tenemos que utilizar fármacos de manera criteriosa. No estoy en contra de su uso, pero sí a favor de educar a los padres a que no todos los problemas de la infancia se solucionan con una receta médica. Como pediatras no tenemos que caer en estos requerimientos cada vez más comunes, porque se tiende a pensar que un profesional que no prescribe ningún medicamento es un mal médico y eso no es así. A mis estudiantes les digo que antes que aprender a recetar o prescribir, lo que tienen que aprender es a conversar con los papás, para que cuando ellos se vayan de la consulta lo hagan de manera tranquila porque saben lo que está pasando con su hijo y lo que podría llegar a ocurrir. Para mí, ese es un trabajo bien hecho, porque la responsabilidad primera del cuidado del niño es de los padres. El medicamento es su ayudante, colabora, así como lo hacemos nosotros los pediatras. Entregamos algunas indicaciones, pero son ellos quienes pasan la mayor parte del tiempo con los pequeños. Los pediatras tenemos que tener conversaciones francas con los padres y abrir las puertas ante cualquier duda. Medicalizar es mucho más fácil y rápido, pero como pediatras tenemos una responsabilidad compartida: debemos brindar tranquilidad y ser transparentes con respecto a los medicamentos que estamos recetando. En la medida que establezcamos lazos de afecto y confianza con los padres, vamos a ser capaces de prescribir medicamentos cuando realmente sean necesarios y eso, a largo plazo, nos va a permitir hacer una mejor medicina.

- ¿Esto está condicionado por la inmediatez de los tiempos actuales?

Exactamente, todo necesita ser resuelto de manera rápida y efectiva. Pero en la primera infancia no existen los tiempos precisos, existen los procesos y éstos dependen de cada individualidad, por lo tanto son diversos.

- ¿Cuándo comenzó a interesarse por este fenómeno y cómo lo ha introducido en su práctica clínica?

Hace unos años, leí un libro muy hermoso que se llama “La ciudadela” de Joseph Cronin, una novela que habla de la medicina de principios del siglo XX, que tuvo una gran influencia para la creación del sistema nacional de salud moderno en el Reino Unido. Uno cuando es joven, siente que tiene que brindarle al paciente la respuesta que anda buscando, pero la verdad es que nosotros tenemos que entregar respuestas correctas y, a veces, es precisamente contraria a la que el paciente quiere escuchar. En la práctica clínica me empezó a pasar eso: a raíz de que los padres me lo solicitaban, prescribía algunos medicamentos sin estar del todo convencido de hacerlo. Y este libro narra, precisamente, la experiencia de un médico que ejerce con mucho romanticismo en lugares bien pobres. A medida que fue adquiriendo un poco de fama, comenzó a vivir su medicina en función de lo que los pacientes querían y eso le incomodaba, sentía que había perdido el rumbo. Me sentí tremendamente identificado. No quería que eso me pasara. No quería hacer medicina en función de lo que se esperaba, sino que de lo que realmente debía hacerse, sobre todo si trabajo con niños. Y fue así como empecé a cambiar ese tema. Los años de ejercicio dan una libertad de decir como pediatra que es lo mejor para un niño. Cuando los argumentos son sólidos y basados en evidencia científica clara, los padres se educan y agradecen. Al principio costó, pero los frutos son bastante satisfactorios. 

- Esta aspiración de darle una significación patológica a los comportamientos de los niños respondiendo a determinados supuestos ¿quién los impone, los padres, los establecimientos educacionales o los mismos médicos?

La sociedad de consumo es la que ha establecido estos patrones. De hecho, algunas patologías pediátricas que vemos actualmente responden a una lógica de mercado en la cual se presentan elementos para dar solución a ellas. Nuestra sociedad exitista nos está llevando a patologizar comportamientos que son normales en los niños. Creemos que la salud y el bienestar de ellos se pueden adquirir como un bien de consumo. Sin embargo, estamos bien lejos de eso, porque la salud en la primera infancia se construye, se trabaja y se gana. Que un niño sea sano y feliz se construye dentro de una familia, de cualquier tipo que ésta sea. Se construye con mucho trabajo, sacrificio y felicidad. La sociedad nos ha impuesto que la solución de los problemas está afuera y no es así: las soluciones se encuentran dentro de nosotros. Siempre han estado ahí, nunca se han ido, sólo tenemos que dejar que afloren.

- ¿Cómo cree usted que se está escuchando a los niños hoy?

Que buena pregunta. Los niños, en general, no han sido muy escuchados. Los adultos hemos sido quienes pensamos por ellos, creemos saber qué cosas les gustan y qué es lo que quieren. Desde que nacen, uno debiera tratarlos como personas con identidad, llamarlos por su nombre para ayudar a la construcción de su intersubjetividad de niños como sujetos sociales en sus diferentes manifestaciones. Eso es lo que trato de practicar diariamente. Cuando llega un paciente lo saludo por su nombre, le cuento que lo voy a examinar, lo ubico en el espacio, le comento con quién se está enfrentando y quiénes nos están acompañando. A pesar de que ese bebé conoce o aprende de otra manera, es necesario brindarle su calidad de individuo. En general, a los pacientes pediátricos los incorporamos poco, porque los hacemos hablar a través de sus padres. Por eso el reto actual en pediatría es alcanzar una mayor interacción con ellos para generar confianza y para entender el mundo desde su perspectiva. Creo que no estamos escuchando su mayor requerimiento: la atención. 

- A su juicio, ¿cuáles son los problemas que están afectando a los niños en la actualidad?

La obesidad es uno de los problemas complejos en nuestro país y el mundo. En ese sentido, tenemos que ver de qué forma enfrentamos la problemática de la alimentación y el sedentarismo, porque estamos frente a la manifestación de patologías crónicas propias del adulto que ya estamos viendo en niños y adolescentes. Otro aspecto importante es cómo manejamos la adicción a las nuevas tecnologías y videojuegos. Tenemos que tratar de generar políticas, desde la pediatría, para que los más pequeños utilicen de forma adecuada este tipo de plataformas digitales, que –en gran medida- han colaborado a elevar las cifras de obesidad y sedentarismo. Como Servicio de Pediatría del Hospital Dr. Gustavo Fricke nos estamos enfrentando a importantes problemáticas en la esfera de salud mental: abandono, intento de suicidio, dependencia a las drogas y alcohol que, hasta hace algunos años, eran casos aislados, pero que hoy son cada vez más frecuentes. Si bien las enfermedades infectocontagiosas han ido en retirada, nos preocupa la reaparición de algunas que estaban erradicadas por el simple hecho de que algunos padres se resisten a vacunar a sus hijos. Nuestro país tiene un gran Programa Ampliado de Inmunizaciones que permitió erradicar enfermedades severas que causaban muerte y secuelas en los chilenos del siglo XX. Como pediatras tenemos el rol de informar sobre los beneficios de las vacunas, porque éstas no sólo protegen al niño que las recibe, sino que a toda la sociedad, porque entregan inmunidad de rebaño. Otra materia, no menor, es el de los Niños y Adolescentes con Necesidades Especiales de Atención en Salud (NANEAS). En nuestro hospital contamos con un Programa en el que trabaja un equipo multidisciplinario de profesionales que atiende a estos pacientes, los cuales han ido aumentando en número y, al mismo tiempo, en expectativa de vida, porque hoy contamos con las condiciones tecnológicas para apoyarlos y representan todo un desafío para la pediatría moderna.

- Por último doctor, ¿cómo volvemos al origen?, es decir, al camino correcto para concientizar sobre la importancia de desarrollar prácticas saludables para criar bajo el concepto de niños sanos

La educación es uno de los caminos, pero también hay otra vía que es la consecuencia personal. Uno no puede ir por la vida diciendo y no haciendo. La mejor educación es la que se hace a través de la acción. Las palabras quedan en el aire si no se complementan con el ejercicio de hacer algo. Como Sociedad Chilena de Pediatría queremos realizar charlas de extensión para hablar con la comunidad, para que entre todos solucionemos las problemáticas de nuestros niños y adolescentes. Tenemos que visibilizar los temas que nos preocupan y escuchar lo que ellos nos están diciendo, para así construir una mejor sociedad. Como Sochipe tenemos mucho por hacer. Me gusta usar la metáfora que dice que “si la nota de una sinfonía dijera es que es sólo una nota más y todas dijeran lo mismo, la verdad es que no habría sinfonía”. De eso se trata lo que hemos venido conversando, cada uno de nosotros tiene que ser capaz de decir cuán importante es dentro de la sinfonía llamada sociedad. Todos podemos hacer más o menos dependiendo del lugar en donde estemos. Es terrible darse por vencidos antes de comenzar la batalla. Lo veo a diario en la consulta: los niños ya están cambiando esquemas, eso es tremendamente esperanzador. 

Por Carolina Faraldo Portus

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