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05 Junio 2017

Dr. Leonidas Quintana Marín:

“La planificación en neurocirugía es una máxima”

Como miembro del Servicio de Neurocirugía del Hospital Carlos van Buren y jefe del Programa de Neurocirugía de la Universidad de Valparaíso, se ha encargado de formar a varias generaciones de especialistas en base a tres pilares fundamentales: actitud, conocimiento y creatividad.

La neurocirugía ha cambiado de una forma extraordinaria en la última década, gracias a los avances tecnológicos se han creado nuevas herramientas, las que –actualmente- permiten planificar y diseñar una intervención quirúrgica, evitando potenciales riesgos y entregando así una mayor seguridad a los pacientes. 

Un testigo privilegiado de esta evolución ha sido el doctor Leonidas Quintana Marín, destacado neurocirujano de la Región de Valparaíso, que ha traspasado las fronteras nacionales entregando sus conocimientos con aportes específicos y modificaciones de técnicas a especialistas de todo el planeta. 

Formado como médico cirujano en la Universidad de Concepción y luego como neurocirujano en el Hospital Carlos van Buren de Valparaíso (HCVB), desde la década de los 80’ se ha encargado de velar y transmitir su experiencia a los becados, a quienes observa meticulosamente y con orgullo en cada paso que dan cuando entran a pabellón para encontrar la ruta del viaje sanador dentro del cerebro. 

Su aspecto y talante coinciden plenamente con la voz dulce y serena que narra, en primera persona, su historia y la de sus discípulos. Porque para el doctor Quintana el verdadero neurocirujano se debe formar “al alero de una buena escuela que aun enseñe la semiología neurológica “al detalle” y de esa forma llegue a ser en la práctica un buen especialista, aplicando los matices semiológicos de nuestros maestros para llegar a un diagnóstico acertado y a un entrenamiento quirúrgico rígido, pero al mismo tiempo práctico y creativo en el pabellón”.

Con más de 6000 cirugías en sus manos y con una sonrisa amplia, que abre con generosidad para ilustrar la conversación, recibió a SAVALnet en el Hospital Carlos van Buren de Valparaíso para conversar sobre cómo ha evolucionado la especialidad y de qué manera Chile se ha posicionado en el concierto mundial. 

- Doctor, ¿cómo fueron sus comienzos en la especialidad?

Cuando me recibí, en abril de 1972, me interesaba la cirugía de urgencia. La Universidad de Concepción tenía una fuerte orientación humanista social y, en ese entonces, era común que se realizara medicina general antes de cualquier beca. Por las complejidades climáticas, me fui, el primer año, a Calama. Una decisión totalmente inmadura, porque cansado de la lluvia y la humedad quería ejercer –ojalá- en el lugar más seco posible que había en Chile y por eso con un colega y amigo elegimos esa ciudad. Yo alcancé a durar un año. Estaba más cerca del centro de Bolivia que del de Chile. Con suerte viajaba cada seis meses a Santiago, así es que solicité cambio en junio de 1973 y me trasladé a la bonita provincia del río Colchagua. La familia de mi madre, era de Chépica. Así es que con mucho gusto me trasladé a Santa Cruz y me quedé en un pueblito más chico, pero siempre con la idea de hacer cirugía general. Ejercí como director médico de hospital alrededor de tres años. Yo tenía la intención de dedicarme a la cirugía de urgencia, pero se dio la posibilidad de la neurocirugía, una especialidad que –en aquellos años- se veía como algo muy lejano, difícil, de mucha formación y harto sacrificio. 

- ¿Y cómo llegó al Hospital Carlos van Buren?

Tenía dos opciones: una era Valdivia y la otra Valparaíso. Postulé a esta última y la gané. Inmediatamente me enamoré de la especialidad, porque se entroncaba lo difícil con la cirugía de urgencia. Tuve una ventaja muy importante: venía con una muy buena base de cirugía general de la Universidad de Concepción; había hecho cirugía general en Chillán, en Cañete y en Los Ángeles; había participado en el “Tren de la salud” del doctor Salvador Allende, es decir, ya venía con harta preparación. Entonces, cuando llegué a mi beca, operar un hematoma subdural con alguien que me diera la anestesia, con una arsenalera que me entregara el instrumental era un verdadero lujo, porque todo eso en mis primeros años lo hacía solo. Estaba encantado. Había caído parado acá y aprendí muchísimo con mi profesor Miguel Mirada Gacitúa. Así es que en 1979 ya era neurocirujano.

- Después de estos primeros años de formación, tengo entendido que viajó a Japón a perfeccionarse…

El doctor Miranda tenía una mentalidad muy especial. Él quería –y le encantaba- que todos sus alumnos recibieran formación de postgrado en el extranjero. Así ocurrió conmigo y es algo que he tratado de mantener como jefe del Programa de Neurocirugía de la Universidad de Valparaíso: que salgan, que conozcan, que adquieran nuevas herramientas. En mis años de formación era muy cercano al doctor Reinaldo Poblete Grez del Instituto Asenjo, quien era muy amigo del doctor Jiro Suzuki, académico de la División de Neurocirugía del Instituto para Enfermedades del Cerebro de la Escuela de Medicina de la Universidad de Tohoku en Sendai Japón, donde entre 1980 y 1981 me fui a perfeccionar con él, específicamente en neurocirugía vascular, neurocirugía de base de cráneo y tumores. Luego regresé a Valparaíso y compartí esos conocimientos con mis colegas. 

- Me imagino que ese viaje marcó su carrera profesional.

Así es. He vuelto tres veces más a Japón a perfeccionarme en diferentes materias y los profesores que fui conociendo en el camino me permitieron generar una red de contactos profesionales internacionales muy grande, los que se acrecentaron aún más gracias a mis cargos en la Sociedad Chilena de Neurocirugía, en la Latin American Federation of Neurosurgical Societies (FLANC) que presidí entre 2006 y 2008; y en la World Federation of Neurosurgical Societies (WFNS), donde actualmente soy presidente honorario. 

- A su juicio, ¿cuál ha sido la evolución que ha experimentado la neurocirugía en nuestro país y en qué nivel se encuentra posicionada a nivel internacional?

Ha tenido un tremendo crecimiento, el cual ha sido sostenido en el tiempo. Cuando fui presidente de la Sociedad Chilena de Neurocirugía, entre 1999 y 2001, pude trabajar de cerca con el Ministerio de Salud, a quienes les planteamos nuestros problemas e inquietudes. Desde entonces, ha habido un desarrollo de la especialidad muy importante, tanto así que la neurocirugía es una de las especialidades chilenas más prestigiadas a nivel latinoamericano y cada vez más más adentrada en el concierto mundial, como país miembro de la FLANC. Además, se ha incorporado tecnología de punta en el sistema púbico de salud. En 2013, durante mi jefatura en el Servicio de Neurocirugía del HCVB, realizamos gestiones junto a otras jefaturas y al Instituto Asenjo en el Ministerio para conseguir recursos. Con ese financiamiento central, compramos un neuronavegador, uno de los más modernos que existen en Chile, tanto en el sector público como privado; obtuvimos un equipo para monitorización intraoperatoria, un doppler intraoperatorio, un doppler intracraneano y microscopios de alta resolución y generación. En Chile contamos con herramientas terapéuticas que nos permiten estar absolutamente al día con respecto al resto del mundo.

- Eso hace que ustedes sean centro de referencia y derivación para el norte de Chile.

Exacto, nosotros abordamos a todos los pacientes de la Quinta Región Cordillera-Costa y lo más complejo de las Regiones de Coquimbo y Atacama. Del millón 700 mil usuarios que atendíamos, pasamos a tener inmediatamente tres millones. Lo más complejo en patología neuroquirúrgica llega a nuestro Servicio. 

- Además, muchos neurocirujanos del país vienen al Servicio a perfeccionarse con ustedes

No sólo de Chile, también hemos tenido colegas que se han venido a formar de Panamá, Colombia, Ecuador, Bolivia, Perú, Argentina, así es que tenemos un historial importante como centro formador de neurocirujanos.

- Usted es reconocido en nuestro país como un especialista con vasta experiencia y con una tremenda presencia mundial. ¿Cómo asume usted ese rol? 

Esto de ser conocido y reconocido en el extranjero nos sirve mucho, no sólo a mí, sino que también a las nuevas generaciones, porque permite insertarlos en los grandes centros. Dentro de Latinoamérica otro de los países avanzados en neurocirugía es Brasil, con quienes tenemos estrechos lazos, lo mismo pasa con México y Argentina. Somos los cuatro países pioneros en formación médica. En mi cátedra, durante el último año, los médicos residentes tienen que hacer una pasantía en el extranjero y la mayoría elige Estados Unidos o Brasil, porque tenemos muy buenos contactos y facilidades.

- De los grandes centros que ha podido conocer ¿cuál le ha impresionado más y por qué?

Por mi experiencia, Japón es una potencia en esta área. Tienen una tecnología que es de las mejores del mundo. Los centros norteamericanos se caracterizan por su disciplina y rigurosidad, estatura académica y orden, así como nosotros. Pero a nivel mundial existen excelentes centros, con los cuales tenemos contactos estrechos y directos. El doctor Edward C. Benzel, editor jefe de la World Neurosurgery nos abrió las puertas de la Clínica de Cleveland para que el doctor Patricio Yokota Beuret –que ya es un excelente neurocirujano- perfeccionara aún más su quehacer en patología de columna. En España, mantenemos una estrecha relación con el doctor Miguel Ángel Arráez, jefe de Neurocirugía del Hospital Quirón de Málaga y fundador del Instituto Arráez de Neurocirugía Avanzada, uno de los centros de formación de la WFNS; en Japón, con la doctora Yoko Kato, la primera neurocirujana japonesa, una eminencia y profesora de la Fujita Health University; en Miami, con los doctores Roberto Heros, subdirector del Departamento de Cirugía Neurológica de la Universidad de Miami y Jacques J. Morcos, director médico de Neurocirugía Craneal de la University of Miami Health System. Por eso, cuando uno de nuestros médicos se va a una pasantía a estos centros son muy bien recibidos y eso a nosotros nos permite recoger esa experiencia que transmiten de vuelta. Somos un centro bien considerado a nivel internacional, porque nos destacamos por contar con gente preparada. Esto ha servido mucho para abrir puertas.

- Se dice que en neurocirugía la improvisación no tiene cabida y que la planificación antes de una cirugía es la clave del éxito. Esta afirmación ¿es un mito o una realidad de esta disciplina?

Esa es una afirmación totalmente verdadera. Yo tengo un pensamiento bien oriental. Sun Tzu, en su famoso escrito “El arte de la guerra” decía que “Un ejército victorioso gana primero y entabla la batalla después; mientras que un ejército derrotado lucha primero e intenta obtener la victoria después”. Los héroes victoriosos ganan, porque planifican. Y eso en neurocirugía es una máxima. El doctor Axel Perneczky, cuya contribución a nuestra especialidad fue el desarrollo de la endoscopia y de la cirugía mínimamente invasiva en los procedimientos neuroquirúrgicos, tenía como consigna “hacer el menor daño”. El neurocirujano no puede llegar a improvisar dentro del pabellón, sobre todo si se trata de una cirugía compleja. Quizás en una cirugía de urgencia uno se puede dar esa licencia, porque necesitas abordar de manera rápida algún hematoma subdural o epidural. Pero, por ejemplo, si uno entra a operar un aneurisma o un tumor complejo a base de cráneo es fundamental la planificación previa. Y los nuevos avances tecnológicos nos permiten hacer eso. La neuronavegación es una gran herramienta de trabajo, que entrega a los neurocirujanos una guía continua durante la cirugía, con la que es posible planificar craneotomías, trayectorias dentro del cerebro y, de esta manera, realizar resecciones tumorales más seguras reduciendo tiempos operatorios y de hospitalización. Si hay una palabra que sobresale en esta disciplina es “planificación”. Sería tremendamente irresponsable entrar a operar un tumor de un centímetro de diámetro, que está ubicado a tres o cuatro centímetros de profundidad sin neuronavegación. Eso es impensado, una verdadera locura. 

- En ese sentido la tecnología actual les ha permitido llegar donde antes no se podía.

Así es. Antiguamente, las patologías se abordaban de manera distinta y –hay que decirlo- con una alta probabilidad de equivocación, porque no existían estos medios que hoy nos ayudan a entrar en el cerebro de manera precisa. Cuando no contábamos con la neuronavegación, teníamos una alta probabilidad de no encontrar el tumor. 

- Operar el cerebro no es lo mismo que intervenir en otras partes del cuerpo. Un error puede traer varios efectos colaterales. ¿Cómo enfrenta esa responsabilidad antes de entrar al pabellón?

La travesía o viaje dentro del cerebro presenta variadas complejidades. Por eso, como decíamos, la planificación es la clave del éxito de una cirugía. Todas las mañanas, nos reunimos en el cuarto piso para realizar las planificaciones quirúrgicas del día. Todo esto con el fin de darle una mayor seguridad al paciente y su familia. Obviamente, toda cirugía realizada por un ser humano está sujeta a cierto grado de error, pero juntando la experiencia, sumando la planificación y con una buena tecnología las posibilidades de sacar adelante una cirugía exitosa son más altas.

- ¿Cómo traspasa esa experiencia y seguridad a sus alumnos?

En general, todos los residentes son monitorizados por un profesional de mayor experiencia que está siempre a su lado. Nunca se van a ver enfrentados a una cirugía de manera solitaria. Eso es un aspecto sine qua non. Lo otro importante son las habilidades que deben tener los becarios, porque cuando uno está formando residentes hay tres pilares fundamentales: la actitud, una persona descuidada, que no se interesa por la salud de los pacientes y no respeta a sus pares no puede dedicarse a esto; el conocimiento y la creatividad, ese interés por estar al día, por investigar, por presentar trabajos en congresos para darle trabajo a la sustancia gris es fundamental; y la habilidad motriz, porque si no hay un buen pulso, si no se es diestro para realizar puntos milimétricos, si no se es preciso, es muy difícil llegara ser un buen profesional. Y eso es lo que, diariamente, tenemos que transmitirle a las generaciones más jóvenes.

- Usted ha compartido su experiencia clínica a través de diversos trabajos de investigación, con la participación en varias sociedades científicas, como editor de la revista de la Sociedad Chilena de Neurocirugía. Sin ir más lejos, a fines de agosto próximo, participará como expositor en el XVI Congreso mundial de neurocirugía que se celebrará en Turquía ¿Qué significado tiene para usted representar a nuestro país en este evento tan importante?

Siempre es un reto, porque te enfrentas a lo más docto de la neurocirugía mundial. Desde 2005, en Marrakech, Marruecos empecé a participar en congresos mundiales. Mi paso por cargos directivos en la FLANC y la WFNS me han permitido transmitir la experiencia chilena –sobre todo la de nuestro Servicio de Neurocirugía- en distintos lugares del mundo: Marruecos, Estados Unidos, Corea del Sur y este año en Turquía. Me gusta participar, porque me permite seguir vigente. Me gusta la investigación y el intercambio de ideas. Este año me invitaron a un Congreso en Bombay, una antesala de lo que será Turquía, donde junto a especialistas de China e India debatimos sobre los problemas y las complicaciones, a pesar de la planificación, que pueden surgir en las cirugías. 

- ¿Y qué temas presentará en Estambul? 

En el congreso de Turquía voy a presentar cinco trabajos. Uno de ellos sobre tratamiento de los aneurismas cerebrales gigantes y la utilidad del clipaje temporal bajo con protección cerebral; otro sobre las bases fisiopatológicas del tratamiento del vasoespasmo cerebral post ruptura de aneurisma cerebral; el tercero sobre el tratamiento de la enfermedad Moyamoya y la experiencia en Latinoamérica, un trabajo que es del Capítulo Vascular de la FLANC; después expondré sobre la importancia de la telemedicina en situaciones de emergencias y desastres, ese tema lo desarrollaremos en conjunto con el doctor Russell Andrews de la National Aeronautics and Space Administration (NASA) Institute de San José, California, USA; y el último sobre el tratamiento de la enfermedad Moyamoya en adultos, donde daré una clase ante el foro de neurocirujanos jóvenes de la Federación Mundial de Neurocirugía. 

- Por último doctor, en todos estos años de práctica, viendo y tocando cerebros, ¿cuál ha sido su mayor aprendizaje?

Ser modesto, porque todos tenemos el tejado de vidrio. En esta especialidad es imprescindible ser modesto, ese ha sido el mayor aprendizaje en mis años de ejercicio de la profesión.

Por Carolina Faraldo Portus

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