Dr. Edwin Valencia Mundy:
“La cirugía ortognática es una intervención netamente funcional”
Si bien reconoce que la corrección de deformaciones maxilofaciales y problemas en la oclusión es la prioridad de su especialidad, el cirujano no pone en duda los beneficios adicionales que esta intervención causa: corrección estética y mejoras en la autoestima de los pacientes jóvenes.
La cirugía máxilo facial es la especialidad responsable del tratamiento de las patologías que afectan al sistema estomatognático, que proviene de una estructura embrionaria que se forma por la unión de un conjunto de procesos faciales que abarcan cara, cráneo, cuello y todas las estructuras asociadas como labios, lengua, dientes, encías, mejillas, paladar, orofaringe, glándulas salivales, piso de la boca, maxilares, frenillos, ganglios linfáticos, senos para nasales, articulación cráneo mandibular, así como huesos, músculos y piel del territorio.
El doctor Edwin Valencia Mundy, cirujano maxilofacial, director de Postgrado en Cirugía Oral y Maxilofacial y del Programa de Cirugía Ortognática de la Escuela de Odontología de la Universidad de Valparaíso (UV), trata a pacientes que padecen alteraciones del tamaño, forma o posición de los maxilares, lo que altera la estética facial y la capacidad de morder o masticar.
“Para nosotros los tratamientos maxilofaciales son un tema netamente odontológico, porque funcionan alrededor de la oclusión. En este sentido, es necesario no confundir con la cirugía plástica. Si bien los cambios faciales que logramos producir nosotros son realmente espectaculares, lo que corregimos es la oclusión, pero –sin duda- el subproducto de la estética es muy importante, pues es capaz de cambiar la vida de una persona”, destacó el especialista.
Formado en la Universidad de Chile, sede Valparaíso, el doctor Valencia se perfeccionó en la Universidad de Londres y después en la Universidad de Nueva York. Trabajó como odontólogo general hasta que en el año 1983 encontró que la cirugía era lo suyo. Desde entonces nunca la ha dejado, sino que la ha complementado con otras labores, como la docencia.
“Partí en el pregrado y desde el año 90’ estoy a cargo del postgrado, pero siempre manteniendo algunas actividades dentro del pregrado, de hecho todavía imparto algunas clases, pero como profesor invitado, porque el postgrado me consume todo el horario universitario que tengo. La docencia siempre ha sido, como digo yo, la competencia directa de mi señora, porque la universidad nos consume mucho tiempo, pero a mí me apasiona. Voy para los 45 años ejerciéndola y espero seguir haciéndolo por un tiempo más, porque siempre me ha gustado enseñar”, confesó.
Fue presidente de la Sociedad Valparaíso dos veces, de la Sociedad de Cirugía y Traumatología Bucal y Máxilo-Facial de Chile y actualmente es past president de la Asociación Latinoamericana de Cirugía y Traumatología Buco-Máxilo-Facial. Desde esa vitrina reconoce el buen nivel de la especialidad en el país y hace un llamado a cuidarla.
“La educación del pregrado chilena era muy bien conceptuada en tiempos en que yo realicé mi especialización. Actualmente ese panorama ha cambiado, por lo que urge contar con un buen sistema de acreditación que garantice la buena formación profesional y eso es lo que nosotros, los que tenemos más años, tenemos que hacer ver. Creo que un examen nacional debería ser obligatorio”.
Sobre este y otros temas, el doctor Edwin Valencia Mundy se entrevistó con SAVALnet en su consulta privada donde se encuentra la clínica, aquella que diariamente recibe a pacientes con deformaciones maxilofaciales y problemas en la mordida que luego de someterse a una cirugía sienten un gran cambio en sus vidas.
Doctor Valencia, ¿de qué casos se ocupa la cirugía máxilo facial?
Nosotros tratamos todas las patologías quirúrgicas de los huesos maxilares. Prácticamente desde los terceros molares incluidos “las muelas del juicio”, hasta la cirugía de corrección de malformaciones faciales. Por ejemplo, en una persona que es prognata, es decir, que tiene una mandíbula grande, o que tiene déficit de crecimiento y que, por lo mismo, va a tener mordidas alteradas, nosotros corregimos eso y la posición de los huesos faciales. También trabajamos otras patologías, quistes, tumores benignos, articulación temporomandibular, es decir, tenemos un campo de acción bastante amplio. En implantes dentales, además de instalarlos, ayudamos al proceso de preparación de los sitios para implantes, un aspecto de la odontología que se ha ido generalizando y que otras especialidades realizan, incluso algunos dentistas generales colocan implantes, pero cuando no hay “buen hueso” no se puede hacer y justo ahí entramos los cirujanos a crear hueso colocando injertos, haciendo plastías, lo que va a permitir la perfecta colocación de los implantes. Así es que es un campo bastante extenso.
De todas estas intervenciones, ¿cuáles son las más habituales?
En cirugía dentoalveolar lo más habitual son los terceros molares retenidos. El tercer molar, por un problema de crecimiento y desarrollo de la humanidad, se ha ido quedando de reserva y, prácticamente, en el 70 por ciento de la población, por un tema de espacio, hay que extraerlo antes que salgan. Esta es una patología tremendamente frecuente aquí en Chile y en todas partes del mundo. En Estados Unidos, la patología del tercer molar, tiene tanta inversión en salud como la cirugía cardiaca, para que veas la magnitud. Y después, en cirugía maxilofacial, en los hospitales lo más frecuente es el trauma maxilofacial. En mi caso particular me he dedicado, fundamentalmente, a la corrección de alteraciones del desarrollo. Yo trabajo en la consulta, tengo un pabellón para hacer cirugías ambulatorias y también opero en la Clínica Reñaca, Clínica Miraflores y en el Hospital Valparaíso.
Cuando un paciente llega a su consulta, ¿lo hace libre demanda o derivado desde un odontólogo general?
La gran mayoría de mis pacientes son derivados. Normalmente, el caso odontológico puro lo ve el dentista general u otra especialidad como el ortodoncista o endodoncista. Cuando el problema es un poco más complejo, se deriva al cirujano. Y, en el caso de la cirugía maxilofacial, la gran mayoría son derivados de ortodoncia. Como uno ya tiene muchos “años de circo”, varios llegan directamente también, por datos de amigos o familiares.
La cirugía ortognática se emplea para corregir las deformaciones dentofaciales, y seguramente será muy demandada por aquellos que quieran mejorar su aspecto pero, ¿en qué casos se debe realizar por razones médicas? ¿Qué nos podría comentar sobre las correcciones en caso de labioleporino?
La cirugía ortognática y el labioleporino son dos cosas distintas. El labioleporino es una enfermedad con la cual se nace, es congénita, y la cirugía ortognática, fundamentalmente, corrige las alteraciones del desarrollo, que se van produciendo en la medida de un crecimiento desordenado. Es una cirugía netamente funcional. El hecho que se mejore la estética es un efecto colateral, pero muy importante. Si, por ejemplo, nos hubiese tocado operar a un Felipe II de España, conocido por tener una mandíbula grande, no habría sido por su mandíbula prominente, sino que porque tenía dificultades para morder bien. Como no puedes realizar ese proceso de forma normal, se producen alteraciones articulares y, fundamentalmente, problemas musculares que producen muchos dolores. Nosotros siempre operamos por razones funcionales. La estética es un resultado muy bueno, es lo que muchos pacientes buscan, pero, en el fondo, esta es una cirugía netamente funcional.
¿Cuáles son las correcciones estéticas más habituales que se realizan con cirugía ortognática?
Para nosotros la gran patología es el paciente con exceso mandibular o sea el prognata, aquella persona que posee una mandíbula grande. A diferencia de la patología americana que, en general, se caracteriza por contar con pacientes que tienen las mandíbulas pequeñas. Una vez me tocó exponer en un congreso americano y presenté mi casuística. En la rueda de preguntas los colegas lo primero que querían saber era dónde había podido encontrar tantos pacientes prognatas, considerando que el 90 por ciento de sus pacientes no lo eran.
¿Y eso a qué se debe?
Solamente a la genética. En nuestra población tenemos una mezcla entre la genética mapuche con la española. En España también es una patología recurrente. Mientras que el sajón o nórdico se caracteriza por tener una mandíbula más pequeña, lo que trae consigo otro tipo de problemas odontológicos.
Cuando se hacen cirugías ortognáticas, ¿qué otros profesionales y disciplinas trabajan con usted?
Yo tengo mi propio equipo quirúrgico. Yo opero, desde hace ya varios años, con los doctores Joaquín Jaramillo y Marcos Nasi, ambos son cirujanos maxilofaciales del Programa de Cirugía Ortognática de la Universidad de Valparaíso, y con nuestros residentes. La otra especialidad que es fundamental para nosotros es la ortodoncia, en nuestro equipo de la UV participa el doctor Gastón Coprona, porque antes de operar al paciente hay que ordenarle los dientes, cosa que cuando se opere la oclusión, los dientes de arriba y abajo calcen bien en una oclusión correcta. Además, desde hace ocho años, hemos incorporado una tercera figura profesional a este equipo: el kinesiólogo. En Chile, afortunadamente, hay una muy buena escuela de kinesiología maxilofacial que la creó el doctor Mariano Rocabado en Santiago. Él ha sido muy reconocido por esto y tenemos la fortuna de trabajar con un profesional formado por él, el señor Norman Marfull. En algunos casos, también necesitamos contar con apoyo psicológico para ayudar a nuestros pacientes a enfrentar el fenómeno del bullying en los colegios. De hecho, por recomendación psicológica, hemos tenido que intervenir antes de la pubertad y luego realizar una segunda intervención ya en la adultez.
¿Qué nos podría señalar sobre el tiempo o proceso de recuperación del paciente?
Todo depende de la intervención. Si bien son cirugías tremendamente invasivas, son, al mismo tiempo, muy programadas y ordenadas. No es como el trauma o los tumores, en los que uno, al momento de intervenir, se puede ir encontrando con distintas cosas que te pueden ir complicando el panorama, a pesar de contar con el apoyo previo de las imágenes. En la cirugía ortognática es todo muy planificado. Tenemos la ortodoncia, después un periodo de planificación y luego de eso entramos a operar. Cuando tú vas a intervenir ya sabes lo que tienes que hacer, eso queda previamente definido y medido. Por lo que dependiendo de la cirugía es el proceso de recuperación. Generalmente, yo les digo a los pacientes que después que se operen consideren dos meses antes de olvidarse que se operó. A los dos meses el paciente, por el tema de la cicatrización ósea, va a poder estar haciendo deporte nuevamente, comiendo de todo, como si no se hubiese operado. Luego de la operación inmediata el paciente debe permanecer hospitalizados tres días, a la semana se revisan los puntos y luego de eso comienza progresivamente el proceso de recuperación.
Es una cirugía electiva, es decir, se puede elegir el mejor momento para intervenir al paciente, desde el punto de vista local y general.
Hace años se decía que los terceros molares no servían para nada, porque estaban situados muy atrás, y que lo mejor era quitarlos para evitar que dieran problemas en el futuro o que restasen espacio al resto de la dentadura ¿tienen alguna utilidad?
No, ninguna. El problema es que ningún diente que no puede erupcionar y quedar funcionalmente en la arcada tiene una utilidad. El concepto nuestro es que un diente que no tiene espacio en la arcada y queda incluido debería ser extraído, aunque no esté dando problemas. Y esa es una cuestión muy discutible, porque el tercer molar, potencialmente, produce muchos daños. Si empieza a empujar produce daños en el molar de adelante, causa enfermedades periodontales, infecciones y desalineamiento de los dientes. Hay personas que tienen 60 años y que nunca se sacaron esos molares y no tuvieron mayores problemas. Existen casos, pero son los más excepcionales. Y lo peor que pasa es que, muchas veces, llegan pacientes sobre los 50 años con problemas de molares del juicio que son muy complicados como quistes y tumores. Por eso el concepto actual es que el tercer molar, que no tiene cupo en la arcada, es mejor extraerlo entre los 15 y 18 años, antes de que comience a producir problemas. Incluso hay una teoría japonesa que postula que el tercer molar debería extraerse a los 12 años, cuando ya se ve que no hay cupo. En esa etapa son mucho más pequeños y se pueden extraer con cierta facilidad. Yo lo hice con uno de mis nietos y así se evitan problemas posteriores.
Existe posibilidad de que nunca salgan…
Hay dos posibilidades. Una que definitivamente no exista y otra en que el paciente no tiene espacio en la arcada dentaria y es imposible que erupcione. El que no exista es una fortuna, podríamos decir que se trata de pacientes del siglo XXII.
Además de tener indicación de exodoncia por caries, por mal posición en el arco dentario, por pericorionaritis y por indicaciones ortodóncicas. A su juicio, ¿cuándo está indicado eliminar a los terceros molares o muelas del juicio como se les conoce vulgarmente?
Para mí, ojalá que siempre cuando no pueda erupcionar. Ahora, puede haber, por ejemplo, un adulto que tiene un molar no erupcionado de difícil acceso que no esté tocando el diente de al lado y que tiene una serie de características que son bien específicas que nos podría tentar a dejarlo, siempre y cuando ese adulto haga un control seguido. Pero si tiene un molar horizontal que está presionando el otro que tiene un saco periocoronario, que son células activas, hay que sacarlo.
Por último, ¿qué avances considera más relevantes en el campo de la cirugía maxilofacial, la ortodoncia y el cuidado de la salud bucodental en general?
Hay dos cosas que son increíbles. Una, son las imágenes. Hoy son espectaculares, tenemos imágenes tridimensionales, que puedes introducir en un computador, procesar y mirar por todos lados. Y, por otro lado, además de lo que se ha hecho en regeneración ósea, se ha visto un avance notable en los trabajos con células madre, injerto, materiales de sustitutos óseos y esas cosas. Todo lo que es implantes y regeneración ósea, regeneración de tejidos, injertos e ingeniería tisular va a cambiar la especialidad. Y quizás una tercera cosa que está empezando y está todavía en “verde” en este minuto son los nuevos instrumentos de corte, fundamentalmente, por medio de láser y otros instrumentos de ultra velocidad para cortar hueso y tejido blando, que podrían cambiarnos bastante algunas técnicas actuales. Yo creo que en los próximos 20 años van a haber cambios muy fundamentales. Yo le digo a mis alumnos que lo que nosotros hacemos hoy van a ser barbaries del siglo pasado, eso está pronto a cambiar, pues lo que viene es la ingeniería de tejidos. Eso en lo quirúrgico, pero desde el punto de vista de la odontología general, todos los aspectos preventivos y técnicos han sido fundamentales en el desarrollo de nuestra profesión.
