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12 Abril 2021

Dr. Ignacio Aránguiz González:

“Esta tragedia sanitaria nos fortalecerá a nivel humano y profesional”

Si bien al comienzo de esta emergencia se recomendó la suspensión temporal de actividades clínicas para los alumnos de medicina, el poder educativo de esta pandemia es inmejorable.

Al inicio de la pandemia por COVID-19 muchas escuelas de medicina adoptaron medidas de distanciamiento social y restringieron el acceso de sus estudiantes a zonas asistenciales, con el avance de la emergencia varios países movilizaron a un número importante de ellos para ayudar al manejo de la crisis.

Las actividades encomendadas varían dependiendo de las necesidades. Se ocupan del seguimiento de pacientes, atienden líneas telefónicas de ayuda y desarrollan labores administrativas con el fin de liberar de carga laboral al personal médico. 

Un testigo de este cambio es el doctor Ignacio Aránguiz González, cirujano de la Universidad Católica de Chile y docente adjunto de la Universidad de O'Higgins en Rancagua. “Ninguna pandemia de los últimos cien años causó tanto impacto como la de COVID-19. Por ejemplo, yo era estudiante para la pandemia AH1N1, pero en la práctica no se vieron mayormente afectados los pilares de mi formación. Ahora, por el contrario, el cambio fue radical y paradigmático”. 

Dedicado al tratamiento de la obesidad y administración en salud, reconoce que “esta crisis es una oportunidad. Hemos aprendido que las clases tradicionales pueden ser más provechosas si se transforman y enriquecen con recursos digitales sincrónicos y asincrónicos. “Cuando volvamos a la ‘normalidad’ es probable que tengamos una mejor y más eficiente experiencia académica”.

En entrevista con SAVALnet concluye que esta emergencia ha llevado a las escuelas del área de la salud a implementar prácticas de enseñanza basadas en la evidencia y recomendaciones internacionales; y que ya están observando cómo esta experiencia está fortaleciendo la calidad humana y profesional de los alumnos. 

- Doctor, la carrera de medicina en la Universidad de O’Higgins es nueva. ¿Cuáles fueron las motivaciones que llevaron a su creación? 

Al fundarse la universidad, la comunidad de la región solicitó de manera explícita la necesidad de contar con médicos formados en esta casa de estudios. Se realizó un proceso de evaluación y construcción de un perfil de egreso acorde con la zona, apoyado por la Universidad de Chile. Fue así como en 2017 se inauguró la carrera. Actualmente, tenemos cinco generaciones, un total de 250 estudiantes matriculados aproximadamente. La cohorte inicial fue de 28 alumnos, cifra que este 2021 llega a los 90. 

- ¿De qué manera se ha visto afectado el crecimiento y fomento de la educación en ciencias de la salud?

De muchas. Primero situó en un lugar protagónico de la sociedad a los profesionales de la salud, lo que ha tenido como resultado un mayor interés de los jóvenes por postular a carreras del área, lo que quedó demostrado en las solicitudes registradas este año a medicina, enfermería y kinesiología. Esta emergencia, además, ha desafiado el modo en el que se realiza la atención, viéndose necesariamente afectado el proceso formativo. El ejemplo más claro es el desarrollo vertiginoso de la enseñanza con recursos digitales. Adicionalmente, la alta demanda de capital humano sanitario ha implicado que, en muchos países, los alumnos de último año hayan tenido que “saltar” al mundo real a atender pacientes, fenómeno que impacta fuertemente la experiencia educativa.

- ¿Qué modificaciones se han implementado en la forma de enseñar y practicar la medicina?

Se han dado dos cambios paradigmáticos. El primero, es el ejercicio profesional con énfasis en el autocuidado. Como nunca en la historia de la medicina moderna, el uso de elementos de protección personal, aplicación de protocolos sanitarios y preocupación del personal de salud se han tomado la agenda de la práctica médica. Y la segunda gran transformación es la migración hacia una enseñanza fuertemente anclada en recursos digitales, lo que implica no solo clases online, sino también otras prácticas educativas como laboratorios de simulación.

- ¿Cómo han materializado este proceso de adaptación?

Con flexibilidad, colaboración y rigurosidad. Ninguna universidad sabía en enero de 2020 que todo el año académico se iba a realizar en formato en línea y en marzo ya estaban montados los sistemas para que esto fuera una realidad. Todos los integrantes de la comunidad educativa pusieron sus capacidades al servicio de una situación que nos tomó por sorpresa. Cambiar paradigmas tan rápidamente es siempre difícil, pero con trabajo riguroso, creatividad y sentido de comunidad es posible hacerlo. El esfuerzo técnico y anímico que implicó asumir una enseñanza telemática fue gigantesco, pero finalmente exitoso. Esto se debió a una constante preocupación de la institución por implementar prácticas educativas basadas en la evidencia y en recomendaciones internacionales.

- En pandemias anteriores, ¿de qué manera se abordó este tema?

Cuesta responder esa pregunta, porque ninguna del último siglo causó tanto impacto como la de la COVID-19. Por ejemplo, yo era estudiante de medicina para la pandemia AH1N1, pero en la práctica no se vieron mayormente afectados los pilares de mi formación. Ahora, por el contrario, el cambio fue radical y paradigmático. El año pasado, el doctor Jesús Reyna-Figueroa y colegas del Hospital Central Sur de Alta Especialidad en México realizó una revisión histórica sobre el rol de las escuelas de salud en emergencias sanitarias, constatando que han sido muy relevantes. Durante la epidemia de viruela en Santiago en 1872, quienes destacaron por su labor fueron los estudiantes de medicina. Durante la gripe española fueron ellos también quienes tuvieron que reemplazar a los médicos que morían en las aldeas pequeñas. Existen varios más. De modo que este tipo de emergencias globales fuerzan la participación de los estudiantes en el proceso sanitario, situación que, por sí misma, tiene un poder educativo inmejorable si es correctamente guiado con tutores clínicos debidamente capacitados.

- Al principio, la Association of American Medical Colleges recomendó la suspensión temporal de actividades clínicas para los estudiantes de las ciencias de la salud. ¿Cómo es el panorama actual?

En general, existe un amplio consenso de que todas las tareas que puedan ser ejecutadas de modo no presencial se mantengan de esa forma. Sin embargo, tenemos tareas clínicas orientadas al desarrollo de habilidades profesionales prácticas que exigen presencialidad, por ejemplo, los internados. Por tal motivo, y dado que ya tuvimos un año completo sin estas actividades, es probable que durante este 2021 vayamos forjando un modelo mixto, en el cual ellos puedan seguir formándose con recursos digitales, pero en el que para determinados objetivos tendrán que volver a la práctica, naturalmente con la adopción de todas las medidas de seguridad correspondientes: vacuna y elementos de protección personal. 

- Las clases teóricas son más interactivas, de mayor autoaprendizaje y con un alumno protagonista en la enseñanza que recibe. ¿La pandemia vino a adelantar esta tendencia?

Absolutamente. Las crisis siempre son oportunidades. Las escuelas de salud -y las de otras áreas- hemos aprendido que la clase tradicional puede ser más provechosa si se transforma y enriquece con recursos digitales sincrónicos y asincrónicos. Teníamos un estudiante que acudía a un auditorio a escuchar un tema específico, muchas veces, no conocido por él con anterioridad. Cuando volvamos a la “normalidad” es probable que no utilicemos más esa dinámica, pues esa clase puede ser previamente subida a una plataforma online, atendida en un horario de preferencia y en la comodidad de la casa para, posteriormente, reunirnos a comentarla, resolver dudas y aplicar el conocimiento en casos clínicos. En otras palabras, tendremos una mejor y más eficiente experiencia académica.

- En esta “migración de emergencia” a la educación virtual, ¿cuáles han sido los éxitos y limitaciones?

Hemos descubierto que las comunidades educativas tenían la madurez suficiente para ejecutar cambios profundos y necesarios; que el aprendizaje significativo no exige que todos estén en la misma sala a la misma hora; que se puede ser más eficiente con el uso de los tiempos; y que la creatividad conduce a mejores experiencias académicas. Con respecto a los obstáculos, como mencionamos anteriormente, uno de ellos ha sido la enseñanza de habilidades clínicas presenciales. Otro tema ha sido lo técnico, principalmente, problemas de conexión. Y también uno, no menor, que tiene que ver con el ámbito relacional. Esa experiencia de debatir en clases tiene una dimensión que lo digital no alcanza a reemplazar o subsanar. 

- Qué aspectos llegaron para quedarse…

Probablemente muchas actividades sigan siendo digitales de aquí en adelante, como clases teóricas, reuniones grupales e incluso evaluaciones, que no justifican la concurrencia de un grupo de personas en un mismo lugar. Los estudiantes actuales son “nativos digitales” y han asimilado estos cambios con más naturalidad que los docentes. Sin embargo, la mayoría reconoce extrañar la presencialidad y la experiencia del aula física.

- Dos temas importantes han afectado a los alumnos en general: la salud mental y el aumento de peso y obesidad. ¿Cuál ha sido su experiencia?

Se cuenta con una excelente plataforma de atención a los problemas de salud de los estudiantes, situación que ha sido especialmente desafiante el último año. En efecto, los datos confirman un aumento significativo de síntomas de depresión, ansiedad, obesidad y problemas osteomusculares derivados de la inmovilidad. Tuve la oportunidad de conversar con ellos sobre el aumento de peso en un seminario online de obesidad que ellos mismos organizaron a través de su federación científica. Como institución hemos hecho un esfuerzo real por responder a esta necesidad de forma eficiente y personalizada.

- Por último doctor, este es un escenario para el que la universidad no prepara. ¿Qué reflexiones comparten los futuros médicos sobre lo que les ha tocado vivir como estudiantes?

A pesar de todos los problemas derivados de la pandemia, muchos sienten que estudiar medicina en un momento tan importante de la historia sanitaria, les ha otorgado una mejor perspectiva sobre lo que significa ser un profesional de la salud. Esta situación ha despertado lo mejor de ellos, como la capacidad de adaptarse, colaborar y también de aprender cosas completamente nuevas. Existe entre ellos una inevitable reflexión sobre la fragilidad de la vida humana, aspecto central en la vocación de cualquier profesional de la salud. En muchos sentidos, aceptan que dentro de esta tragedia sanitaria hay una experiencia que los fortalecerá a nivel humano y profesional.

Por Carolina Faraldo Portus

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