https://www.savalnet.cl/mundo-medico/entrevistas/en-el-pais-existe-una-brecha-de-medicos-intensivistas.html
15 Septiembre 2014

Dr. Sergio Gálvez Gómez:

“En el país existe una brecha de médicos intensivistas”

El año pasado, encabezó un estudio de la Comisión Nacional de medicina intensiva del ministerio de Salud que entregó una fotografía de la especialidad a nivel nacional y un diagnóstico de lo que se necesita hacer para contar con más profesionales acreditados. 

El doctor Sergio Gálvez Gómez es reconocido dentro de la comunidad médica de la Región de Valparaíso por su vasta trayectoria profesional y a nivel nacional por ser uno de los precursores de la formación de médicos acreditados y por ser uno de los responsables de salvar la vida al joven quilpueíno César Barriga Torrejón, una de las siete personas en el mundo y el primer caso en Chile que logra sobrevivir a la rabia, enfermedad que contrajo tras ser mordido por un perro callejero hace un año.

Nacido en Potrerillos, una antigua localidad minera de la región de Atacama que se ubica en la Precordillera de Los Andes a unos 2800 metros sobre el nivel del mar, el profesional estudió medicina en la Pontificia Universidad Católica de Chile. “Luego hice mi formación de anestesiólogo en la Universidad de Chile y, posteriormente, mi beca de intensivo en la Universidad Católica de Lovaina en Bélgica, luego de la cual ingresé a trabajar en el Hospital Dr. Gustavo Fricke de Viña de Mar, cuando volví en la década del 90”, señala.

El doctor Gálvez es pionero de la especialidad en el país. Su formación en el extranjero y su experiencia en el tema, lo llevaron a crear la primera cátedra de medicina intensiva en la Universidad de Valparaíso (UV), que no sólo busca que los futuros intensivistas sean expertos en fisiopatología del paciente crítico, sino que adquieran una fuerte influencia bioética, para así poder resolver los casos de la mejor manera posible.

Ha dedicado cerca de 30 años a la medicina intensiva. Durante 27 fue jefe de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Dr. Gustavo Fricke de Viña del Mar. Es presidente de la Fundación de desarrollo en educación (Fideco) –una organización científica internacional sin fines de lucro dedicada a la promoción del intercambio internacional entre Latinoamérica y Europa en las áreas de ciencias de la salud, educación, desarrollo y transferencia tecnológica- y miembro de la World Association of Medical Editors (WAME). 

Actualmente trabaja como anestesiólogo en el Hospital Dr. Gustavo Fricke de Viña del Mar y como jefe de la Unidad de Cuidados Intensivos de Clínica Los Carrera de Quilpué, donde recibió a SAVALnet para conversar sobre el desarrollo y fortalecimiento que ha experimentado la medicina intensiva y la falta de médicos interesados en una especialidad relativamente joven en Chile, con no más de 25 años de existencia desde su reconocimiento formal.

- Doctor Gálvez, ¿qué es lo que distingue a la medicina intensiva sobre el resto de las especialidades médicas?

La diferencia con el resto de las especialidades es muy grande, porque la medicina intensiva se ocupa de pacientes que están en condiciones de extrema gravedad, donde el soporte vital es clave para poder sostener al enfermo. Ese apoyo es multisistémico, es decir, integral para que pueda sobrevivir. Esta es una primera diferencia. Además, las especialidades –generalmente- se enfocan en un tema, mientras que el intensivista no puede hacer eso, porque el paciente se muere entero o sobrevive entero, no lo podemos tratar por partes. Entonces el conocimiento del intensivista tiene que ser capaz de abordar la fisiopatología de todos los ámbitos. Es una especialidad bastante exigente y requiere de mucho estudio y trabajo para poder prepararse. De hecho, la formación de un especialista intensivo es muy larga: son 12 años en total. Cuando volví de mi beca de intensivo en Bélgica, en Chile no existía la especialidad reconocida como tal. Fue un largo trabajo el que tuvimos que hacer desde la Sociedad de Intensivo para poder obtener el reconocimiento de la especialidad en el año 2000. Participé activamente en las comisiones que hicieron ese trabajo. 

- ¿Cuáles son los pasos que un médico debe seguir para convertirse en intensivista?

Cuando se logró el reconocimiento de la especialidad, quedó establecido –a través de la Corporación Nacional Autónoma de Certificación de Especialidades Médicas (Conacem)- que se debe hacer una especialidad base primero, ya sea medicina interna, anestesiología o cirugía, y luego como subespecialidad se estudia la medicina intensiva. Para ser acreditado en Chile como especialista en cuidados intensivos tienes que ser médico, haber hecho una especialidad base y haber cursado –por los menos- dos años como especialista en el área específica de intensivo. 

- ¿Cuántos médicos intensivistas existen a lo largo del país?

A nivel nacional existen aproximadamente 150 intensivistas acreditados. Tú puedes pensar, con toda razón, que es una cifra muy baja, para la cantidad de urgencias que se producen. Lo que pasa es que, actualmente, trabajan en cuidados intensivos médicos internista –la mayoría- que no tienen la acreditación de especialidad y que se han dedicado a hacer medicina intensiva, pero no hicieron la formación. Eso genera un problema de control de calidad de los que se hace y de las visiones, que son muy diferentes. No es lo mismo, la visión de un internista que la de un especialista en cuidados intensivos respecto a los problemas que los pacientes tienen. Chile tiene un problema y, justamente, la comisión en la que trabajamos trató de resolver esa brecha que tenemos de especialistas, que es muy grande. 

- ¿Esta brecha tiene que ver con los años en los que tardaría formar a un intensivista?

Exactamente. En 1993 formamos la primera cátedra de intensivo en la Universidad de Valparaíso, de la cual fui director hasta hace poco. Gracias a un proyecto que contó con el apoyo del gobierno Belga, formamos a cerca de 17 especialistas en un lapso bastante largo de tiempo. Con los años, las Universidades Católica, de Chile y luego la del Desarrollo comenzaron a impartir este curso de postgrado. En Chile existen cuatro cátedras de intensivo que, en total, generan alrededor de 10 a 12 especialistas cada dos años y la brecha que existe es de más de 400. El país está creciendo muy rápido, lo que se va a traducir en un problema grave en un par de años más, porque vamos a tener muchas Unidades de Cuidados Intensivos con médicos que no están preparados, porque no se ha hecho lo necesario para eso y se puede agravar a futuro, cuando no haya suficiente capacidad para formar gente. Tenemos que resolver este tema con urgencia. 

- El año pasado, junto a otros colegas, usted realizó un trabajo de investigación sobre los desafíos de la medicina intensiva en el país. De acuerdo a las conclusiones alcanzadas, ¿cómo se puede mejorar ese panorama?

Creo que la resolución pasa por varios temas. El primero, tiene que ver con los programas de formación. Tenemos que invertir en la formación de los especialistas. Las universidades tienen capacidad formadora, pero no tienen los recursos económicos para pagar a los becados, entonces, el ministerio de Salud tendría que hacer un esfuerzo particular en ese campo para que estas personas se puedan formar. Otro tema importante son los incentivos. Hoy, el área de intensivo es extraordinariamente compleja, es riesgosa en términos médico-legales. Las personas consideran que si el paciente se muere es culpa de los doctores, o sea, un paciente puede estar muy grave y si no sobrevive puede ser litigio para el gremio médico y eso desincentiva a la gente joven, claramente, que no quiere problemas ni trabajos extremadamente estresantes. Esta es una especialidad que tiene que lidiar con pacientes que están al borde del colapso y siempre en el límite entre la vida y la muerte, cualquier cosa que se haga puede ser un desastre. Entonces es muy demandante, exigente y económicamente hablando no es particularmente atractiva. Por eso tenemos que ser capaces de seducir a las nuevas generaciones, para que se formen en intensivo. Ha pasado, por ejemplo, en los últimos llamados a concurso en la Católica que los cupos de esta especialidad no se han llenado. Eso nos está diciendo algo. Nosotros en la comisión lo estudiamos, pero no logramos encontrar una solución.

- Suena un poco desalentador el panorama…

Yo creo que el tema no es irreversible, sino nos tendríamos que ir todos para la casa. Existen posibilidades de mejora, sin duda. Hay que construir los caminos para que las cátedras de formación se amplíen y para que sus capacidades puedan crecer en términos de ofrecer un número de becas suficiente para las necesidades del país. Este tiene que ser un trabajo a largo plazo, esto no se hace en una sola ronda. Hay que pensar que Chile está creciendo en este terreno. Sin ir más lejos, el Hospital Gustavo Fricke de Viña del Mar, que tiene 23 camas de intensivo, con la construcción del nuevo recinto van a crecer a más de 60 y no existe personal para eso y tampoco se está formando. Tenemos que trabajar con visión de futuro. Hay que abordar el tema con anticipación y eso fue lo que tratamos de hacer con esta comisión. Entregar los pasos necesarios para que las cátedras puedan tener procesos que vayan in crecendo paulatinamente para ir llenando la brecha. Eso no sólo pasa en Viña del Mar, sino que en todo el país. Además, tenemos otro problema, muchos de los médicos que están haciendo intensivo actualmente están en los tiempos de retiro, porque ha completado los 20 años de turno –meta que el mismo ministerio de Salud propuso, con razón por cierto- y no hay recambio equivalente. Es un tema complejo que si no se le da la importancia necesaria va a tener un impacto súper negativo y las consecuencias van a ser muy serias para el país.

- ¿Cuál es la evolución que ha experimentado la especialidad en el país, desde la creación de la primera cátedra?

Bueno, si nos remontamos a1993 –año en que regresé desde Bélgica- teníamos una especialidad que estaba recién partiendo con gente muy joven, con poca experiencia, unidades que estaban recién equipándose. Teníamos muchas dificultades, reciclábamos todo, usábamos los mismos medicamentos, los mismo insumos, era súper heroico. Hoy el desarrollo ha sido espectacular. Tenemos una capacidad que no tiene nada que envidiarle a los países desarrollados en términos de infraestructura. Cuando miras las Unidades de Intensivo de los hospitales públicos te das cuenta que cuentan con tecnología de primera línea. Ha habido inversión en el sector en los últimos años. Crecieron las camas de 600 a mil en todo el país y esa fue una inversión considerable, se ha notado la diferencia. El problema fue que eso destapó la brecha de falta de personal y ese es un problema que es más difícil que la infraestructura. En salud los servicios básicos y el equipamiento son importantes, pero no es lo primordial, porque si tu pones a un piloto a manejar un avión que le queda grande te lo va a estrellar, esto es lo mismo, o sea, en el área de intensivo tú tienes que tener un piloto que sepa lo que va a hacer en el caso de los pacientes graves. Los recursos han permitido mejorar la calidad del trabajo: hoy no reciclamos cosas, usamos drogas de buen nivel. Chile, en términos de infraestructura, equipamiento y fármacos está en muy buena línea, no tiene nada que ver con lo que nosotros teníamos cuando partimos. Yo viví la experiencia, así es que tengo la película clara de cómo partimos a cómo estamos ahora: tenemos un apoyo tremendo de imagenología, no hay limitaciones en ese terreno. Chile podría tener un excelente nivel de cuidados intensivos, si es que nosotros resolviéramos bien el tema de las competencias, de que todo el personal que trabaja en cuidados intensivos sepa lo que tiene que hacer. 

- Sin ir más lejos, ustedes demostraron ese “saber hacer” con César Barriga y el primer caso de rabia humana con sobrevida en Chile y el séptimo en el mundo

Probablemente, ese sea un buen ejemplo de cómo se deben hacer bien las cosas. Hemos hecho el esfuerzo con muchos pacientes como César, obviamente no con una rabia, pero sí con un caso de extrema gravedad. Hemos librado batallas muy grandes, donde a veces nos ha ido bien y otras mal. En este caso en particular, fue el contexto el que hizo la diferencia. Es cierto que se trató del primer caso de rabia humana con sobrevida en Chile, de alguna manera, eso marca un hito. Nos tocó a nosotros la fortuna de haberlo ayudado, pero yo no me siento ni iluminado ni mucho menos. Esto fue la prueba fiel de que trabajando en equipo, con convicción y respaldo necesario, las cosas salen bien. Este éxito es compartido. Para el personal de enfermería, los paramédicos y los colegas que trabajaron en este largo proceso también debe ser motivo de orgullo. Te aseguro que no son conscientes de eso. Este trabajo es el que estamos acostumbrados a hacer en las unidades de cuidados intensivos de todo el país. La diferencia fue el paciente. Este fue un caso grave más, con una connotación diferente.

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