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24 Julio 2016

Dr. Fernando Leiva Castro:

“El trabajo clínico y la docencia se han fusionado en mi vida profesional siempre”

Para el destacado traumatólogo de la Región de Valparaíso, actual “Socio Honorario” SCHOT, este camino lo ha llevado a transmitir a las nuevas generaciones los valores fundamentales de la institución: el desarrollo y la extensión de la especialidad en todo el país.

Este 2016, al celebrarse los 67 años de vida de la Sociedad Chilena de Ortopedia y Traumatología (SCHOT), el organismo reconoció con la distinción máxima de “Socio Honorario” al doctor Fernando Leiva Castro, director de la Especialidad de Traumatología y Ortopedia de la Escuela de Medicina de la Universidad de Valparaíso (UV).

El doctor Leiva estudió medicina en la Universidad de Chile e ingresó a la beca de Ortopedia y Traumatología en el Hospital Carlos van Buren de Valparaíso entre 1970 y 1972. Un año más tarde, se incorporó a la SCHOT y, desde entonces, ha mantenido una intensa actividad dentro de ella. 

“Siempre quise ser médico, era bien estudioso. No tuve dentro de mi familia alguna influencia en esta área. Sólo me gustaba. Siempre comento que la educación es lo que ayuda al cambio y al progreso. Soy producto de la educación pública y de las oportunidades que se me fueron presentando en la vida. Aproveché cada una de ellas. Eso marcó mi vida y puede marcar la vida de cualquier persona”, señala.

Ese valor es el que transmite a sus alumnos. Algo que se siente en el aire en cada uno de los movimientos que el doctor Leiva realiza para explicar a los estudiantes con ejemplos claros y prácticos –en un tono pausado, ameno y dinámico- las diferentes lesiones que se pueden presentar en la pierna, tobillo y pie durante sus clases en la UV, a las que gentilmente nos invitó a participar. 

Fue uno de los primeros especialistas del país en realizar un fellow en cirugía del pie en el extranjero. Eso significó que, a su regreso, organizara el primer curso en esta subespecialidad y, años más tarde, fundara el Comité de Cirugía y Pie, antecesor del actual Comité de Tobillo y Pie, que presidió entre 1990 y 1991.

Desde que egresó de su beca, ha desarrollado una importante carrera académica en la UV, donde se ha comprometido con sus alumnos en un rol cooperativo multicéntrico, orientado a la docencia tutorial quirúrgica y con el férreo convencimiento de que los nuevos especialistas deben seguir aportando con sus conocimientos a Sociedad Chilena de Ortopedia y Traumatología.

Forma parte del equipo médico de Clínica Reñaca, donde fue coordinador de la especialidad; es coordinador de traumatología para la Región de Valparaíso de la Mutual de Seguridad de la Cámara Chilena de la Construcción; organiza la atención traumatológica de accidentados del trabajo en la actual Clínica Valparaíso; y es socio del Centro Médico Traumatológico ASOMEL. “En todos esos lugares hago docencia. Soy un profesor clínico, hago clases donde están mis pacientes. Trato de enseñar la medicina real. Tanto la clínica como la docencia han estado interconectadas en mi vida profesional siempre”, dice.

Para conversar sobre su distinción, la especialidad y el crecimiento de la Sociedad Chilena de Ortopedia y Traumatología, el doctor Fernando Leiva Castro nos recibió luego de su clase en la Casona Jackson de la Escuela de Medicina UV en Viña del Mar.

- Doctor Leiva, cuéntenos un poco sobre las motivaciones que tuvo a la hora de especializarse en el área de la traumatología.

La verdad es que nunca he sido muy bueno para el deporte, pero me gusta mucho. Cuando estaba en segundo año de medicina, participé en un campeonato interno de la facultad, organizado por la cátedra de anatomía. Competencia que, tengo entendido, se ha mantenido en el tiempo. En pleno juego sufrí un esguince de tobillo. Mis compañeros me trasladaron al servicio médico de la Universidad de Chile, donde luego de atenderme y tomarme radiografías el médico me dijo que tenía un esguince. Él inmediatamente me puso un yeso. Hasta ese momento, no sabía que los médicos también podían hacer eso, lo encontré tremendamente interesante. Con los años, conocí ese doctor: Sergio Reyes Bustamante, era un destacado profesor de la Universidad de Chile y de la Universidad Católica. 

- Eso influyó entonces en su decisión…

Esa experiencia me llevó a querer ser traumatólogo. De los 160 médicos que egresamos, inicialmente sólo yo quería especializarme en esta área. Justo en esa época, 1970 aproximadamente, se produjo el boom de la traumatología. Se necesitaban muchos profesionales y era una especialidad nueva que concitaba el interés de los médicos. Por otro lado, había pacientes que no estaban recibiendo una buena atención. Por eso, el Estado comenzó a entregar oportunidades de formación en ortopedia y traumatología para los recién recibidos. Postulé a la Universidad de Chile y al cupo que había para la Universidad Católica. Quedé en ambas, pero como me había formado en la primera, me incliné por ella para la especialización. En ese entonces, existía la sede Valparaíso de la Universidad de Chile y la ventaja de estudiar en la región era que se hacían los dos años de beca acá y los dos de post beca también. No así en Santiago, que luego de los dos primeros años, uno podía ser destinado a cualquier lugar de Chile. Me vine a Valparaíso sin siquiera saber dónde quedaba el Hospital Carlos van Buren. Cuando terminé la beca, comencé a hacer clases y a desarrollar mi carrera docente. Años más tarde, esta sede pasó a ser la Universidad de Valparaíso, donde soy director de la Especialidad de Traumatología y Ortopedia de la Escuela de Medicina.

- Considerando su experiencia clínica y docente, ¿cuáles cree usted que han sido los hitos más importantes que ha experimentado la especialidad en la última década?

Desde que me dedico a ella, siento que ha experimentado un cambio notable, completo. Actualmente, es una especialidad muy tecnológica, hecho que ha permitido el desarrollo de técnicas quirúrgicas especiales como osteosíntesis, tratamiento de las fracturas con materiales nuevos, prótesis de reemplazo de articulaciones, microcirugías, artroscopia, entre otras cosas. Esta revolución es muy curiosa, porque no sólo nos ha permitido mirarla, sino que también participar de ella. Estoy agradecido de la época en la que me ha tocado desarrollar mi quehacer profesional, porque gracias a estas posibilidades la medicina ha cambiado notablemente la salud de las personas. Antiguamente, la patología ortopédica era mucho más invalidante, pero con el perfeccionamiento médico y quirúrgico pasó a ser una especialidad reconstructiva y bastante optimista. Por lo general, trabajamos para recuperar la movilidad de las personas. En ese sentido, es una especialidad muy ganadora, lo que es todo un desafío para nosotros, porque no sólo debemos estar al día, sino que debemos mantener los conceptos tradicionales de la medicina. Es decir, tenemos que ser capaces de equilibrar el trabajo entre ciencia y arte, porque trabajamos con personas.

- En 1949, un grupo de visionarios profesionales, unidos por una gran preocupación por el desarrollo científico, sentó las bases para la formación de la Sociedad Chilena de Ortopedia y Traumatología a la que usted se unió muy tempranamente. ¿Cómo fueron sus primeros años dentro de ella?

La Sociedad Chilena de Ortopedia y Traumatología es una entidad que busca el desarrollo de los profesionales con inquietudes científicas, docentes y tecnológicas. No se involucra en temas gremiales, sino que reúne a sus socios en base al desarrollo y perfeccionamiento. Somos más de 600 en todo el país y representamos a más del 50 por ciento de traumatólogos que trabajan en Chile. Es un organismo que tiene mucha potencia, en el sentido positivo de la palabra. Al entrar uno hace carrera. Yo decidí seguir ese camino desde muy joven, para finalmente estar 13 años en el directorio. Desarrollé la carrera completa, llegué a ser presidente en 1993, máximo cargo que uno puede alcanzar dentro de esta sociedad científica. Nunca he dejado de participar en ella. Actualmente, lo hago a través del comité de past presidents.

- Usted fue el precursor de la formación del Comité de Cirugía del Pie, ¿por qué nace la necesidad de crear esta rama subespecializada?

Creo que por la inquietud de entregar conocimientos. Fui el primer médico que salió a formarse al extranjero en cirugía del pie. Hice mi fellow en Barcelona. En 1981 organizamos el primer curso de cirugía del pie. A través de la SCHOT, nuestra entidad matriz, formamos en 1989 el Comité de Cirugía del Pie, antecesor del actual Comité de Tobillo y Pie. Hoy, esta es una subespecialidad muy prestigiosa, cuenta con profesionales muy bien formados y en ella participan muchos jóvenes que se potencian entre ellos.

- La SCHOT tiene una riqueza de fraternidad pocas veces vista. Pareciera ser una gran familia traumatológica. ¿A qué atribuye usted esta característica tan especial?

Eso se debe, principalmente, a las personas. Siempre hemos procurado que el ambiente humano sea bueno y eso se logra congeniando y solucionando las diferencias que se puedan presentar. Esta es una Sociedad seria, que tiene requisitos para entrar en ella e ir ascendiendo. Uno hace de carrera, pero no entendida en el plano de la competencia, sino que en el de la colaboración. Para nosotros es muy importante que predominen esos principios básicos. Además, procuramos que quienes ejercen cargos de responsabilidad den el ejemplo. Yo creo que participar en las distintas instancias que ofrece la SCHOT, para mí, siempre ha sido una actividad muy placentera y responsable. 

- Hace un par de semanas usted fue reconocido como “Socio Honorario” de la entidad, la máxima distinción que la SCHOT confiere a sus asociados. ¿Qué significado tiene?

Existen diferentes categorías de socios dentro de la Sociedad Chilena de Ortopedia y Traumatología: fundadores, correspondientes, activos y honorarios. Esta última, se confiere a aquellos miembros activos que, por votación unánime del directorio, han realizado la carrera completa y cuyo trabajo ha representado un aporte para la especialidad o la sociedad. Cuando yo fui presidente, elegimos a tres “Socios Honorarios” y en los 67 años que tiene la Sociedad se ha conferido esta distinción a 23 especialistas, de los cuales sólo cuatro hemos sido de región: Claus Grob Berkhoff de Valdivia en 1999, Hugo Grove Fontaine de Viña del Mar en 2000, Hans Besser Hess de Concepción en 2003 y yo. 

- ¿Cómo recibe usted este reconocimiento en el plano personal y profesional?

Recibo esta distinción muy contento y, al mismo tiempo, tranquilo. Es algo muy importante y lo digo con toda tranquilidad: es un honor. Sin falsa modestia, puedo decir que he trabajado duro por la especialidad en el plano laboral, académico y científico. Uno no se mueve en la vida por el reconocimiento, pero el que se valore en vida lo que uno ha hecho se siente bien y eso me brinda energías renovadas para seguir haciendo esto que me apasiona. He recibido el cariño de muchas personas. Me han felicitado mis alumnos, colegas y amigos de Chile y el extranjero. Eso sólo hace que me sienta feliz y agradecido por este honor. Uno, sin quererlo, deja algunas cosas de lado o las posterga y, a veces, la familia pasa la cuenta. El ser elegido por los pares es un tremendo orgullo, porque equivale lo que en otras especialidades se conoce como maestro. Y lo que me pone más contento es sentir que esto trasciende a mi persona, porque le confiere prestigio a nuestra región, a los profesionales que trabajamos en ella y a la Universidad de Valparaíso, por la labor que ha cumplido en la formación de las muchas generaciones de médicos y especialistas en traumatología.

- Por último doctor, sobre el último punto que mencionó. ¿De qué manera traspasa su experiencia a los futuros especialistas que se están formando bajo su alero?

Tengo la fortuna de haber influido en la formación de varias decenas de médicos y especialistas. Cuando se acerca un joven en alguna actividad y te lo dice, uno siente una gratificación muy grande. Las generaciones han cambiado mucho. Cada una tiene características propias. La actual es muy vivencial y eso implica un desafío para nosotros los profesores. Este reconocimiento ayuda a que ellos vean que sí se pueden lograr las cosas, que sí se puede llegar lejos, con constancia, trabajo y mucha perseverancia. Uno como académico cumple una función científica, social y humana. Por eso, dar el ejemplo es el mejor camino. Si los alumnos te ven participando activamente, motivado y feliz, puede ser que ayude a generar un cambio en ellos y un mayor interés por la profesión. 

 

Por Carolina Faraldo Portus

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