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13 Marzo 2023

Dr. Carlos Aguayo Zamora:

“El dolor crónico es más que síntoma, se trata de una enfermedad”

Nueva clasificación favorecerá diagnóstico, tratamiento y registro de millones de personas que viven con la patología en el mundo, la cual genera un fuerte impacto biopsicosocial y obliga a un manejo multidisciplinario.

El dolor se reconoce como una señal de alarma que el cuerpo envía cuando algo no está bien. Sin embargo, al prolongarse por tres meses o más se considera crónico, es decir, deja de ser un síntoma de defensa y pasa a convertirse en una entidad que menoscaba la calidad de vida de los pacientes.

Así quedó consignada en la última Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11) de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que comenzó a regir en 2020, donde se incorporan conceptos que permiten estratificar de mejor manera las patologías que cursan con dolor crónico no oncológico (DCNO) e identifica subtipos. 

El doctor Carlos Aguayo Zamora, anestesista del Hospital Clínico Fundación de Salud El Teniente (FUSAT) y presidente de la Asociación Chilena para el Estudio del Dolor y Cuidados Paliativos (ACHED-CP), ha dedicado gran parte de su ejercicio profesional “aliviando el dolor”, por lo que celebra la inclusión.

“La categorización de la OMS permite que todos los países hablen el mismo idioma al referirse a cualquier patología. Esta versión tiene el gran mérito de darle la importancia real al dolor como enfermedad y no solo como un síntoma”. 

- ¿Qué tan importante es que se la especifique como tal?

Además de considerarla como una experiencia sensorial y emocional que persiste por más de tres meses, independiente de otros criterios como su intensidad o localización, la principal utilidad es que unifica diagnósticos para efectos de estadísticas, investigación y programación en salud. 

Patologías y enfermos han existido siempre. Lo que cambia es la taxonomía. En esta perspectiva, al considerar el dolor crónico como enfermedad podremos tener mejor registro, lo cual es una gran ayuda en atención primaria y, por ende, contar con datos fiables sobre prevalencia de los distintos tipos que se enumeran. Eso permite planificar nuevos estudios y políticas públicas que apunten a resolver problemas relevantes, considerando los casos.

- En esta actualización también se habla de síndromes de dolor crónico secundario…

La primera implicación práctica, es que define de forma separada dos entidades: el dolor crónico primario, el cual se plantea como una enfermedad en sí misma; y el secundario, que es una entidad donde la aflicción es síntoma de una condición clínica subyacente. En este segundo grupo tenemos seis subtipos asociados a: cáncer, postquirúrgico o postraumático, neuropático, orofacial y cefalea, visceral y musculoesquelético. Esta división, además de lo enunciado, nos ayuda a realizar protocolos de atención primaria para un mejor manejo orientado al tipo de padecimiento de la persona. 

- ¿Cuál es la prevalencia en Latinoamérica?

La Federación Latinoamericana de Asociaciones para el Estudio del Dolor (FEDELAT) estima que en la región alrededor de 190 millones de personas la padecen, es decir, entre un 27% a 42% de la población. En Chile esta cifra alcanza al 32%.

Esta enfermedad genera una gran discapacidad y altos costos económicos y sociales. La persona con DCNO no solo sufre de dolor permanente, también tiene una patología que lo produce, además ausentismo laboral, discapacidad, frustración, aislamiento social, pérdida de rol productivo, depresión, problemas de relación social y familiar, es decir, deterioro en la calidad de vida. Debido a su cronicidad y multimorbilidad produce un fuerte impacto biopsicosocial que obliga a implementar un manejo con enfoque multidisciplinario.

- En 2022 entró en vigor la Ley 21.375 de Cuidados Paliativos Universales. ¿Cuál es el impacto de esta normativa?

La nueva ley consagra como un derecho universal el acceso a los CP para todas las personas que padecen enfermedades terminales o graves. Desde hace muchos años, tenemos una Ley de Dolor y Cuidados Paliativos Oncológicos, con recursos humanos y económicos que son un ejemplo en Latinoamérica. Muchos pensamos que esta nueva normativa iba a ser parecida, pero no lo ha sido. Todavía no están listos los reglamentos establecidos para su implementación. Todo apunta a que será para manejo, principalmente, ambulatorio en atención primaria. Los recursos que se asignen siempre serán pocos para la gran necesidad, pero somos conscientes que no es posible tener todo lo que se necesita de una vez. Más adelante tendremos que luchar por mejorar la cobertura, medicamentos e insumos. En general, es un desafío para el que Chile no está preparado, pero al igual que en otras oportunidades debiéramos tener buenos resultados en el mediano plazo.

- ¿De qué manera conversa la medicina humanista con un sistema que, en la cotidianidad, se ve superado en su capacidad?

En medicina se dice que las necesidades son infinitas y los recursos no. Esto se aplica igual al manejo del dolor y cuidados paliativos: tenemos más pacientes que la oferta de atención por profesionales capacitados. Lo cual significa que pasará mucho tiempo hasta que lleguemos a un equilibrio. Mientras tanto las Unidades de Dolor Crónico No Oncológico funcionan gracias al empeño y empuje de las personas que están motivadas más por vocación, que por satisfacción económica. En mi experiencia, la atención humanizada está directamente relacionada con la disposición de servicio del equipo. Si no se tiene, el personal se cansa y emigra a otros servicios. Así se va perdiendo gran parte de lo avanzado.

- ¿Hacia dónde deben encaminarse las políticas públicas y esfuerzos sanitarios?

Si bien, como ACHED-SP no tenemos una responsabilidad en políticas públicas, podemos plantear lo que pensamos debe hacerse. Por ejemplo, mejorar la capacitación en dolor y CP en pregrado, reconocer la especialidad y unificar formaciones en postgrado. Destinar recursos económicos para implementar espacios físicos, movilización, insumos y fármacos que permitan una cobertura ideal. Crear una organización, lo menos burocrática posible, para que los pacientes sean atendidos por quien corresponda y con derivaciones oportunas. Y, por último, crear un registro que permita realizar seguimiento clínico y utilizar los datos demográficos para evaluar y mejorar las actividades. 

Por Carolina Faraldo Portus

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