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25 Septiembre 2006

Dr. Esteban Parrochia

"Siempre hay que recordar que el enfermo es lo primero"

  • Siempre hay que recordar que el enfermo es lo primero

Hijo de inmigrantes europeos que llegaron a Chile junto a sus familias en la época de la Guerra del Pacífico, Esteban Parrochia nació en 1924. Se recibió como médico cirujano de la Universidad de Chile en 1950 y jubiló a mediados de septiembre de 2006. “Son 56 años de ejercicio médico pero de verdad, no en oficina, sino que viendo enfermos, trabajando en consultorios periféricos y municipales, llendo a provincia”, señala.

Para el profesional no es posible hacer una división entre docencia y asistencia. “Creo que las dos cosas están tan fuertemente encadenadas, que es imposible separarlas. Para ver enfermos hay que saber medicina y para saber medicina hay que haber visto enfermos, de tal manera que uno no aprende medicina sólo por los libros”, dice.

Tras cursar la beca de Medicina Interna en el Hospital del Salvador, fue por dos años a Estados Unidos donde se especializó en Gastroenterología en la Universidad de Pensilvania, en Filadelfia. Pero aclara que también es un enamorado de otras áreas no quirúrgicas como la cardiología, la nefrología y la reumatología.

A su regreso a Chile comenzó a trabajar en el Hospital de la Fuerza Áerea de Chile (FACH) y realizó su primer turno de noche durante la misma jornada en que se inauguró el nuevo Hospital San Juan de Dios, el 1 de enero de 1954. Allí fue haciendo carrera hasta llegar a ser jefe del Servicio de Medicina, cargo que ocupó por 32 años y le permitió participar en la formación de más de 300 especialistas.

Precisamente, intentando difundir los conocimientos entre los estudiantes, el doctor Parrochia ha participado en la publicación de 14 libros y es el creador y gestor del Boletín del Hospital San Juan de Dios, una de las revistas que lleva más años de circulación en nuestro país.

- Usted ha tenido una destacada trayectoria en el ámbito docente. Más allá de los conocimientos científicos y de los procedimientos, ¿qué intenta inculcar en sus alumnos?
- El ejemplo, no cometer ningún error, que lleguen a la hora, cumplir sus tareas, no dejar nada para el día siguiente y saber hacerse cargo de situaciones complejas siempre. Porque es muy fácil en medicina echarse para atrás y dejar que otros tengan la responsabilidad. Pero hay que asumir la responsabilidad, aunque el factor humano y emotivo que significa atender enfermos graves es muy desgastante. También es fundamental el respeto por el enfermo.

- ¿Piensa que ese respeto por el paciente era el mismo antes que ahora?
- Creo que ahora es mayor, porque se considera mucho más la parte humana de la atención médica. Hace 50 años atrás las cosas eran bastante distintas, los médicos eran unos dioses y los enfermos unos pobres seres que no entendían nada. En la actualidad es común que un paciente diga “doctor, explíqueme todo lo que tengo, porque necesito tomar decisiones”. En resumen, lo que más le pedía a la gente que se formó conmigo era ser puntual, cumplir con sus obligaciones y siempre recordar que el enfermo es lo primero. Va antes que el sueldo y que las aspiraciones del médico.

- En estos 56 años de trayectoria profesional ¿cuáles piensa que han sido los hitos más importantes en el desarrollo de la medicina?
- Ha habido desarrollos farmacológicos y tecnológicos enormes. Lo primero que hay que destacar es la derrota de la tuberculosis cuando se inventaron los antibióticos, es una enfermedad crónica que todavía existe pero ahora tiene una baja incidencia. Lo segundo es la derrota de una patología aguda como es la fiebre tifoidea. La gente se moría como moscas producto de esta enfermedad. Ahora si les preguntas a los alumnos de medicina cómo es la tifoidea no tienen idea porque nunca han visto un paciente con este cuadro. El invento de los corticoides también fue un hito importante porque se pudieron enfrentar enfermedades que antes no tenían tratamiento como el lupus, la dermatomiositis, la endocarditis bacteriana y la enfermedad reumática que afecta a niños dañando sus válvulas cardiacas. Y desde el punto de vista instrumental, son increibles los avances. Antes sólo había radiografía de tórax y ahora uno puede explorar todo el organismo en forma invasiva o no invasiva. Esto es un logro que desgraciadamente tiene un costo.

¿Cuál es ese costo?
- El costo es que hay muchos médicos que ya no saben clínica, porque confían sólo en la máquina. El médico antes conversaba con su enfermo, le sacaba todos los datos, precisaba uno por uno los síntomas, lo examinaba entero de piés a cabeza. Luego planteaba una hipótesis diagnóstica que, si habían laboratorios disponibles, se trataba de confirmar y, de lo contrario, se controlaba clínicamente viendo cómo iba mejorando o agravándose el enfermo. Hoy hay médicos que supeditan todo a los exámenes hechos con estas nuevas tecnologías, que además son pruebas muy caras. Aunque hay que reconocer que permiten llegar a un diagnóstico mucho más rápido.

- Usted ha impulsado el Boletín del Hospital San Juan de Dios por más de 50 años. ¿Qué lo motiva a mantener este interés por registrar y difundir los conocimientos?
- Lo hago por una razón: porque esta es la única revista que existe en Chile que está destinada a los estudiantes de medicina, a los médicos jóvenes y a los que están en la trinchera. Todas las demás publicaciones son de especialidad y presentan investigaciones muy complejas, entonces si el boletín no existiera, todos estos médicos jóvenes no tendrían un espacio para mostrar sus cosas. Precisamente, debido a la escacez de escenarios de este tipo, muchos de ellos no saben escribir. Para gestionar esto, a lo largo de los años no le he pedido dinero a nadie. Se trata de un proyecto autofinanciado, en el que no ha puesto recursos ni la universidad, ni el ministerio, ni el colegio médico. Yo he hecho de todo y es como un circo pobre, pero funciona bastante bien. El que sí nos ayudó mucho y cuyo respaldo fue fundamental para que este proyecto viera la luz en un primer momento fue Don Francisco Saval. Él confió en nosotros y en el proyecto y siempre fui un agradecido de él y de su compañía (Laboratorios SAVAL), por ese motivo.

 Siempre hay que recordar que el enfermo es lo primero

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