Dr. Bruno Günther:
“La ciencias básicas son fundamentales para el futuro de la medicina chilena”
El doctor Bruno Günther Schaffeld es una verdadera eminencia dentro de la medicina chilena, la que ha ejercido la docencia por más de 65 años. Reconocido como científico e investigador, es autor de más de 100 artículos científicos –que han sido publicados en revistas nacionales y extranjeras- y autor de varios textos de estudios sobre fisiología y fisiopatología.
Nacido en Osorno, el 26 de marzo de 1914, comenzó sus estudios médicos en la Universidad de Concepción en el año 1932. Como en aquel entonces dicho centro de formación profesional no contaba con los estudios completos, se trasladó a estudiar en la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, donde se recibió de médico cirujano en el año 1939.
Como él mismo confiesa, durante su formación tuvo la suerte de contar distinguidos fisiólogos como profesores. Uno de ellos fue el doctor Francisco Hoffmann, quien lo contrató directamente para integrar el equipo docente del Instituto de Fisiología de esa facultad. Desde entonces ha dedicado gran parte de su vida a enseñar, dictar clases, hacer investigación científica original, que como actividad mantiene en la actualidad.
Ha sido profesor titular de Fisiología y Fisiopatología en las Universidades de Concepción, de Chile y de Santiago. Fue uno de los fundadores de la sede Valparaíso de la Escuela de Medicina, que contribuyó a la creación posterior de la Universidad de Valparaíso. Recibió el Premio Municipal de Ciencias en Concepción (1981), el Premio de la Universidad Santo Tomás (1993), el Premio Nicolás Rashevsky de Biomatemáticas (1997) y el Premio Profesor Carlos Reussi, Maestro de Los Andes, otorgado por la Asociación Médica Argentina (AMA).
Actualmente, es profesor emérito de las Universidades de Chile, Concepción y de Valparaíso; Miembro de Número de la Academia de Medicina, y Miembro Correspondiente de la Academia de Ciencias del Instituto de Chile.
Más allá de sus logros personales, el doctor Günther ha sido uno de los encargados de promover la integración de la investigación básica con la medicina clínica y se le ha reconocido la gran influencia que ha tenido en la formación científica de muchas generaciones de profesionales de la salud en Chile.
- Doctor Günther, Usted lleva más de 65 años ejerciendo la profesión médica. Ha dedicado gran parte de su vida a la docencia y la investigación. Cree que su formación profesional al lado de grandes maestros, como los doctores Alejandro Lipschütz, Franz Hoffmann y Bernardo Houssay lo llevó a optar por el camino académico-docente
- Yo diría que sí. El responsable principal fue el doctor Alexander Lipschütz, pionero en la organización de un instituto modelo de Fisiología en Concepción, donde se dedicó a realizar experimentos de trasplante de órganos, especialmente de ovarios en animales castrados con los cuales hizo contribuciones muy importantes en endocrinología en aquella época. Si no hubiese tenido la influencia del doctor Lipschütz, yo no me habría dedicado a la fisiología, sino que a la neurología, especialidad que me fascinó por la precisión diagnóstica en clínica. Él fue un profesor sumamente inteligente y muy moderno para la época, porque entusiasmaba a los alumnos mediante la experimentación en las clases teóricas. Él fue quien me inculcó el punto de vista científico de la fisiopatología. Otra de las figuras influyentes en mi carrera fue el doctor Francisco Hoffmann, profesor de Fisiología en la Universidad de Chile y en un laboratorio que en aquel entonces estaba ubicado en la antigua Facultad de Medicina, en la calle Independencia, antes de que se quemara todo ese sector en un accidente, que dio paso a la construcción de un instituto de fisiología moderno, con gran énfasis en la parte experimental. El doctor Bernardo A. Houssay, en Buenos Aires, también fue un gran modelo para mí. Él tenía uno de los mejores institutos de fisiología de Latinoamérica, siendo un profesor reconocido en todo el mundo por su trabajo sobre diabetes experimental metahipofisaria y metatiroídea, y quien obtuvo después el Premio Nobel de Medicina y Fisiología en el año 1947. El cuarto profesor que influyó muchísimo en mi formación profesional fue el doctor Eugene M. Landis, profesor titular de Fisiología de la Universidad de Harvard en Boston, Massachussets, donde tuve la oportunidad de trabajar con el instrumental del doctor Walter B. Canon, autor de la concepción de la homeostasis o de la autorregulación de los fenómenos biológicos en función del tiempo. Sus originales estudios fueron muy importantes, incluso ese término y ese nuevo concepto persisten hasta nuestros días en las ciencias biológicas y en la medicina contemporánea.
- Usted fue uno de los fundadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Valparaíso, donde incluso uno de los edificios lleva hoy su nombre. Cómo recuerda ese proceso de formación
- Durante muchos años se intentó crear en Valparaíso escuelas universitarias médicas y odontológicas. Fue así como el odontólogo porteño Ernesto Dighero se le ocurrió formar en Valparaíso una Escuela Dental, la que inicialmente no tenía ningún plan más allá del primer año de Odontología. Como no había nadie que se encargara del segundo año, me pidieron que organizara un laboratorio de investigación y docencia, el cual se ubicó en el inhóspito subterráneo del Hospital de Niños en el “Parque El Litre” de Valparaíso. En ese lugar se improvisó un laboratorio de fisiopatología. No obstante, cabe recordar un hecho importante, que la Escuela de Enfermería del Hospital Carlos van Buren, cuya directora fue doña Iris Monarde, la que nos dio amplias facilidades para utilizar todas las dependencias docentes que había en el recinto asistencial. Fue allí donde se desarrolló más tarde el curso del primer año de Medicina y se contrataron a profesores de matemáticas, física y química, los que en su mayoría provenían de la Universidad Concepción, y que creyeron en este experimento absolutamente errático e improvisado, desde la primera clase hasta la última clase, porque no existía ningún modelo a imitar. Con el correr del tiempo ese subterráneo se convirtió en un laboratorio integrado de fisiología, fisiopatología, bioquímica e histología. Al año y medio ya había en Valparaíso un laboratorio de investigación y docencia, apto para enseñar los ramos básicos correspondientes. También se adquirieron equipos para la investigación especializada, los que permitieron a los doctores Jorge Kaplan y Jorge Aguirre realizar experimentos de trasplante cardíaco en perros, en un anexo de ese mismo instituto subterráneo. En aquel lugar se desarrolló toda la cirugía básica experimental, que permitió, más tarde, en seres humanos. Años después todo el equipo se trasladó a Playa Ancha, a un edificio moderno de cinco pisos en donde se organizó el instituto de Ciencias Básicas de Valparaíso que fue dependiente de la Universidad de Chile, y que más tarde se anexó a la Universidad porteña.

- A Usted se le ha reconocido la gran influencia que ha tenido en la formación científica de muchas generaciones de profesionales de la salud en Chile. ¿Cuál es el énfasis que Usted considera importante imprimir en la formación de los nuevos médicos?
- Yo creo que es el momento de discutir ese punto, porque el avance de la medicina es tan vertiginoso, que si una persona que la estudia no sabe matemáticas, química, física, bioquímica o genética, en cinco años más estará totalmente obsoleto, en cuanto a sus conocimientos. Antiguamente, los conocimientos que entregaba la escuela eran útiles durante 20 ó 30 años. Hoy día eso es imposible. El avance de la medicina ha sido tan acelerado, que lo único que se le puede dar al alumno es la capacidad de entender de qué tratarán las nuevas metódicas. Imagínense que antiguamente se veía como algo imposible penetrar al abdomen para extirpar una vesícula biliar enferma. La primera operación de este tipo la realizó mi profesor de cirugía, don Lucas Sierra, lo que en su tiempo era lo máximo. Hoy en día, es posible examinar el cerebro en forma rápida y eficiente para obtener con microelectrodos toda clase de información pertinente. Todos estos avances demuestran, que el futuro de la medicina no está ligado al incremento de los conocimientos médicos clínicos, sino que a la utilización de los recursos no invasivos que permiten ver desde afuera lo que pasa en el interior del paciente. En palabras más simples: es la tecnología la que va a prevalecer en el fututo. Eso sí, hay que tener claro, que si los profesionales actuales no estudian los principios básicos de ramos como matemáticas, química, física, biología, genética y bioquímica, no van a poder entender cuál es el fundamento del equipo que están usando. Si no lo hacen, en cinco o diez años más, todos los alumnos que están ahora estudiando medicina, por muy capaces que sean, van a estar muy mal preparados para la medicina del futuro.
- A su juicio, cuáles son las fortalezas y debilidades de las nuevas generaciones de médicos que actualmente se están formando en las universidades chilenas
- La fortaleza es que aprenden medicina práctica en forma exhaustiva: semiología, patología, anatomía-patológica, así como los ramos morfológicos que los estudian muy bien, empero eso está ya en el límite de la capacidad informativa que se puede obtener de esa fuente. El enfermo es, hasta cierto punto, una “caja negra”, de la cual se obtiene la información a través de la auscultación, percusión, y una buena historia clínica. En resumen, las escuelas médicas –en mayor o menor grado- están fabricando profesionales para el día de hoy y para mañana, pero no para pasado mañana, ni para el futuro lejano, como podrían ser 30 años de profesión. Nadie sabe cómo va a ser la ciencia médica de aquí al futuro; pero lo que sí está claro, es que sin una preparación básica para entender los problemas y las nuevas tecnologías el futuro no se ve para nada auspicioso. El avance está ligado a los ramos básicos, como física, química, matemáticas, bioquímica y genética. De todas ellas, la genética va a ser muy importante, porque la manipulación genética ya se está viendo y la interpretación de enfermedades a través del código genético, va a ser la rutina de aquí a cinco o diez años más. Yo he vivido durante 60 años la evolución de la medicina en Chile, por lo que encuentro que los ramos básicos están subdesarrollados. No se está enfatizando la importancia que va a tener este conocimiento fundamental, que sin duda va a ser totalmente diferente a lo que vemos actualmente. Así como nadie predijo que se iba a poder operar dentro del abdomen, del tórax o del cerebro, cosas rutinarias hoy en día, tampoco podemos imaginarnos la enorme capacidad de información que se obtiene a través de los métodos de exploración con sensores para la temperatura, del oxígeno, del calcio o de cualquier variable o sustancia química que se quiera estudiar. En estos momentos, con un pequeño sensor en la punta del dedo se sabe exactamente como está pulsando el corazón y cuál es la presión parcial de oxígeno en cada instante. Eso era inimaginable, y hoy día es una realidad. Por estas razones ni siquiera podemos predecir lo que va a venir. Para poderlo entender se necesita el ABC de las ciencias básicas, y es por esto que es tan importante que esos ramos se desarrollen, porque en este momento se están atrofiando.
- Por último doctor, ¿Cuáles son los proyectos en los que está trabajando en la actualidad?
- A este propósito cabe recordar, que el avance espectacular de las ciencias médicas se debe al fisiólogo francés Claude Bernard (1813-1878), cuando introdujo la medicina experimental en animales de diferente masa corporal a los estudios médico-biológicos. Esto fue sólo posible si existe similitud anatómica, fisiológica, bioquímica, genética y patológica en todos los mamíferos homeotermos (37° Celsius) de temperatura corporal media. Sin estas similitudes básicas, no habría sido posible extrapolar la patología humana a los animales de experimentación, cuya escala ponderal comprende al ratón enano de 3 gramos de peso corporal hasta el elefante que pesa tres toneladas (escala de uno a un millón). Con mi colaborador de muchos años, el doctor Enrique Morgado, hemos podido analizar mediante simples ecuaciones las implicancias morfológicas y funcionales de peso y masas diferentes, aplicando el análisis dimensional de la física newtoniana y las diversas teorías de similitud biológica, confrontando los resultados experimentales con las predicciones teóricas, utilizando para ello las ecuaciones alométricas de Julian Huxley (1932).
