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12 Mayo 2003

Dr. Alfonso Correa

“La vida al viento”

Cuando en 1992 un estudiante de medicina recorría los jardines del Hospital J.J. Aguirre y lupa en mano fotografiaba malezas y moscas, sus compañeros lo observaban desconcertados. En la actualidad, Alfonso Correa del Río es psiquiatra infantil y lo que comenzó como una afición, dio paso a exposiciones, diaporamas y recientemente al libro “La vida al viento”.

Por Paloma Baytelman

“Mientras cursaba el tercer año de carrera sentí que algo me faltaba y buscando actividades paralelas a la medicina descubrí la fotografía. Le saqué la cámara a mi papá y comencé a fotografiar. Estudié por mi cuenta, comencé a observar la naturaleza y aprendí a mirar el entorno. Me paseaba con la cámara cerca de mi casa, en la misma facultad o en los jardines del hospital y por primera vez observé detenidamente el Diente de León, una planta muy común que crece de manera silvestre”.

- ¿Por qué eligió como motivo de su fotografía a esta especie en particular?
- La idea surgió porque era algo que estaba al alcance y posaba para mí con toda la paciencia del mundo. Eso no sucede, por ejemplo, al fotografiar a una persona, porque la gente se aburre fácilmente, los gestos cambian mucho y pierden naturalidad. A esta planta fui aprendiendo a quererla poco a poco y me maravilló la gran cantidad de formas y texturas que iba adquiriendo según el ángulo desde dónde la miraba.

- En el libro da la impresión que usted siguió la vida de un solo ejemplar, creando así una secuencia vital del Diente de León. ¿Cómo lo logró?
- Lo cierto es que utilicé varias plantas de la misma especie y en distintos lugares. Es común que los Dientes de León se vuelen, desaparezcan o los corten, porque son una suerte de maleza. Comencé a fotografiarlos sin pensar en hacer una secuencia, tanto así que tomaba fotos de otras cosas, detalles de cualquier flor, alambre de púas, musgo y moscas. Cada vez con un deseo mayor de transmitir a otros la belleza que percibía.

- Paralelamente a la carrera de medicina usted se interesó por la teología. Y tanto las imágenes como los textos que las acompañan aparecen muy ligados al tema. ¿Cómo se refleja su relación con Dios en este trabajo fotográfico?
- Primero está el hecho de ser un agradecido de lo que nos rodea. Aprender a valorar lo que está a nuestro alcance, lo simple, lo sencillo. Incluso creo que eso trasciende al nombre que uno le pueda dar a Dios. No pretendo a través de mis fotos dar un mensaje para que todos se vuelvan religiosos, sino que descubran que mucho de lo que usualmente aman y quieren uno lo puede llamar Dios; que mucha gente tiene más fe de la que cree tener y que Dios está al alcance de la mano. También que a través del acto de valorar una especie, es posible aprender a valorar la propia vida, incluso si se trata de una maleza que se corta o se pisa. El mensaje está en una semilla al viento y qué en algún lugar va a germinar y dará frutos.

Imagen y verso

Diente de León

“La vida al viento” agrupa 60 fotografías que recorren las distintas etapas de la vida del Diente de León desde su nacimiento, pasando por la flor, cuando se transforma en un semillero, su muerte y el brote de una nueva planta. El doctor Alfonso Correa escribió versos para cada una de las imágenes, algunos de los cuales fueron escritos el mismo año en que comenzó a retratar la planta. “En 1992 se inauguró un centro de extensión dentro de la facultad y monté una exposición con las fotos, que entonces no eran más de 20. En ese momento ni siquiera imaginaba que esto podría convertirse en una publicación. Allí nacieron algunas de las frases que hoy aparecen en el libro, como por ejemplo: mirando el cielo que está en el suelo y algo despierta en mis pies cuando lo miro, soy yo el que despierta ante una maravilla presente, para todo el que tenga ojos para ver, aprender, sentir… escuchar”, recita emocionado. Explica que estos y otros versos los escribió con tiza sobre una cartulina en esa primera exposición, y expresan lo que significa para él la fotografía, el amor por la naturaleza y algunos aspectos de la fe.

Al año siguiente, la muestra se transformó en un diaporama. “No tenía texto, sólo fotos y música new age que encontré en un casete. Nunca supe cómo se llamaba el tema, ni quién era el autor, pero calzaba perfecto de principio a fin, porque yo tenía la secuencia clarísima. Fue una maravilla”, recuerda.

- Y ¿qué pasó con ese diaporama?
- En un comienzo lo hice para un concurso que había en la Universidad de Chile, pero después lo he mostrado en reuniones clínicas del hospital, hogares de niños, hogares de adolescentes embarazadas. Se ha transformado en una actividad continua en los últimos diez años y me ha permitido retroalimentarme, estableciendo una relación muy especial con quienes lo ven. Muchas personas me hacen comentarios sobre lo que sienten con este trabajo y cómo les llega en algún aspecto de su vida.

Posteriormente, volví a mostrar la exposición en el Colegio Médico y más tarde en una sala de la ex Aduana de Arica, ciudad donde realicé mi especialidad. Esa vez tuve la oportunidad de guardar una copia del libro de visitas, porque allí quedaron registradas casi cien páginas de comentarios de los asistentes y algunas de esas impresiones están en la publicación. Después, cuando decidí hacer el libro, escaneaba las fotos e iba pensando en qué me trasmitía cada imagen. Así escribí los demás textos.

- ¿Ha escrito otros versos, aparte de los que acompañan estas fotos?
- Muy pocos, sólo a mi señora durante el pololeo (ríe). Entonces le escribía bastante, sobre todo en las micros. De vez en cuando aparece alguno de los poemas en el fondo de un velador. Ahora le escribo poco, pero el libro está dedicado a ella: “A Carol, mi compañía e inspiración”.



- ¿Cuál siente que ha sido la recepción de los lectores?

- Creo que han percibido un mensaje que ayuda a mejorar la capacidad de observación y a valorar lo sencillo. Cada persona se identifica con una etapa distinta del proceso que está retratado en el libro y a cada uno le gusta una foto distinta, con un convencimiento total de que esa es la mejor. Me han dicho incluso que el libro es como un verdadero test proyectivo, como un test de Rorschach, porque la preferencia por una u otra imagen significa algo. La foto de la mariposa, por ejemplo, tiene que ver con la relación con los demás, sobre todo en la etapa de la adolescencia y la juventud. Con el enamoramiento.

- De los comentarios que le han hecho ¿alguno lo ha conmovido particularmente?
- De los que me escribieron en Arica, por ejemplo, uno que me llega muchísimo es “¡menos mal que aún quedan semillas!”, porque hace sentir que aunque todo parezca malo o uno se oriente hacia algo pesimista, siempre podrá surgir algo nuevo, reconstituyente. También me gustó cuando un papá dijo: “esto me ayuda a enseñarle a mi hijo sobre la vida y la muerte”. Una señora que se estaba quedando sorda me comentó que ver mis fotos era para ella como escuchar música clásica. Todo esto es muy gratificante, porque a través de las fotos se puede entregar el mismo mensaje que con palabras o con sonidos.

- En la presentación el Padre Miguel Ortega dice que este libro “nos enseña a descubrir que lo pequeño es hermoso”. ¿Cuándo descubrió usted el encanto de lo breve?
- Pienso que es algo que me fue inculcado desde que nací por mi familia y, más tarde, en el colegio. Yo asistí al Seminario Menor y ahí también hay una cosa curiosa, porque seminario significa semillero, y a una de las fotos le puse así. Precisamente el Padre Miguel Ortega que era rector del colegio y a quién le pedí que escribiera la presentación- siempre recalcaba lo importante que era sentirse valorado como persona. Entonces el tema está en aprender a valorar desde lo más pequeño, hasta a uno mismo.

Trabajo fotográfico

“Para mí la fotografía es captar algo que está, que existe, y poder trasmitirlo a otros, no es inventar nada. Más allá de eso, me importa que en la composición haya cierta armonía. Hay que decidir qué se quiere enfocar y cuál será la profundidad de campo”.

- De hecho, llama la atención que usted trabaje con muy poca profundidad de campo.
- Eso es inherente a fotos obtenidas en distancias tan cortas y a cosas tan pequeñas. Además, en muchas de las imágenes use una lupa delante del lente. Después supe que hay unos lentes especiales que reproducen ese efecto, pero en un comienzo lo hacía artesanalmente. Lo otro importante para sacar una foto de este tipo es agacharse, tirarse al suelo. Eso también tiene un mensaje, porque uno debe ponerse a la altura de lo que va a fotografiar. Por eso en el libro hay una foto se llama “a su altura”.

- ¿Cuál será su próximo paso en la fotografía?
- Yo no me propuse hacer una publicación, sino que fue saliendo desde dentro. Ahora mi proyecto es apreciar este libro, valorarlo y difundirlo. Ojalá que se conozca y que llegue a la gente. Hasta el momento las personas que lo han visto les ha gustado. Había pensado en hacer una nueva secuencia relacionada con la vida a través de fotografías de manos, desde un recién nacido hasta un anciano, pero es complejo captarlas bien en planos cerrados, cuando están en movimiento. Sólo he hecho algunas pruebas.

Dr. Alfonso Correa junto a sus hijos <br>Valeria, de 3 años,  y Tomás, de 4 años.

- ¿Existe alguna relación entre su obra fotográfica y su trabajo como Psiquiatra infantil?
- Creo que bastante. Pienso, por ejemplo, que muchas de las frases que aparecen en mi libro no serían como son, si yo no fuera psiquiatra infantil. Es mucho más fácil para mí explorar estos temas pues he estudiado y he visto el desarrollo de las personas, sobre todo en los primeros años cuando hay más cambios.

Con todo esto, uno aprende a valorar en forma especial las pérdidas, lo bueno y lo malo de cada etapa. Las fotografías del Diente de León simbolizan todo esto, porque es una planta que se puede querer de igual forma en etapa de flor o de semilla.

- ¿Como en la vida?
- Claro. Los cambios pueden ser los momentos de mayor introspección. Hay que apreciarlos y no desesperarse cuando se van cayendo las semillas y cada vez quedan menos, porque hay un futuro y esas semillas llegarán a alguna parte.
Todo esto tiene mucho que ver con el trabajo diario con los niños. Las alegrías y penas son parte de la vida y está bien que existan. Creo que todo esto, está implícito en el mensaje que trasmiten las fotos.

- En el último tiempo se ha hablado mucho de “arte-terapia” ¿Cree que su obra fotográfica es, en cierta medida, “terapéutica”?
- Yo veo que este libro, esta secuencia, transmite un mensaje que podría ser terapéutico, sobre todo desde el punto de vista de aceptar y valorar las etapas, saber que hay pérdidas y que es necesario asumirlas. No sé si podríamos hablar también de “diaporama-terapia” (ríe). Son distintas formas de transmitir un mismo mensaje. Ahora, lo más importante es el vínculo que uno establece con el paciente y en ese aspecto no creo que este trabajo sirva tanto. Tampoco pretendo hacer del libro una herramienta terapéutica, pero debo admitir que es gratificante cuando algunas personas me han dicho que lo tienen en el velador para leer un poquito cada noche.


Bajo el título “La vida al viento”, el libro del doctor Alfonso Correa fue editado en septiembre de 2002 y puede encontrarse en las librerías Antártica, Andrés Bello y José Miguel Carrera. La publicación de gran formato contiene más de 60 imágenes, varias de las cuales han obtenido premios y reconocimientos en concursos fotográficos nacionales.

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