Dr. Víctor Molina:
“Experimentar con las palabras es un acto cotidiano de liberación, sensorial y lúdico”
Existen muchas y muy variadas razones que pueden impulsar a las personas a escribir. En el caso del doctor Víctor Molina Fuente-Alba, experimenta esta necesidad como “una herramienta de auto-expiación, a veces bajo el disfraz de espectador de los dramas ajenos”, según explica.
Nacido en Concepción en el 23 de abril de 1957, tras estudiar medicina en la Universidad de Chile, durante los años ’80 el doctor Molina ejerció como médico general de zona en la V y VII regiones, para posteriormente desarrollar la beca en pediatría en el Hospital Roberto del Río, donde actualmente trabaja en la Unidad de Medicina, combinando la labor asistencial con funciones académicas como docente agregado de pre y postgrado.
Pero más allá de su destacado quehacer médico, el especialista tiene una relación muy especial con el mundo de la palabra, interés que nació en su época escolar. “A los 12 años el profesor de Castellano nos instó a escribir redondillas, como parte de nuestra obligación curricular. Siempre recuerdo ese hecho, porque fue la antesala tras la cual comencé a experimentar las palabras como un acto cotidiano de liberación, sensorial y lúdico, lo que trajo consigo largos períodos llenos de poesía. Ese fue el paso iniciático en esta larga actividad como cronista de las propias sensaciones”, explica.
- ¿En qué tipo de escritos vuelca esas palabras?
- Tengo dificultad en elaborar cosas largas, por lo que prefiero los efluvios súbitos, las estampidas, los roces al paso. Al principio escribí solamente poesía y, desde hace unos 10 años, he experimentado con la narración breve. Poesía corta y cuentos breves, o como algunos amigos dicen: “narraciones de poesía en prosa”.
- Y ¿dónde encuentra su inspiración?
- Hay dos formas de escribir poesía. Una, la que frecuento menos, supone sentarse a planificar, como un tallado. La otra, la más habitual, es la que trabaja con ideas súbitas, con imágenes impredecibles, con frases que deben atraparse antes que vuelen y se olviden. La primera forma tiene una inspiración racional y acomodaticia, la segunda, en cambio, incorpora como protagonista a la pasión del momento, a lo más cotidiano, a la basura en el ojo, a la caricia adventicia en el corazón. Entonces, las inspiraciones van cambiando en el transcurso de la vida, porque de la experiencia y de los sueños cultivados nacen, respectivamente, las visiones y las ficciones sobre el entorno. Dado que además trabajo mucho, es en el hospital, en medio de “la cadencia del llanto y la humedad de los pañales”, donde se genera buena parte de las ideas.
- ¿A qué autores admira y por qué?
- En narrativa breve, a Cortazar: el hallazgo de la vulnerabilidad del alma humana en el contexto de lo cotidiano. En novela, el amor y el dolor en “Narciso y Goldmundo” de Herman Hesse. En poesía, muchos. Desde el costumbrismo de Nicolás Guillén, pasando por la poesía combativa de César Vallejo, las enumeraciones mágicas de Walt Whitman, hasta nuestro Rosamel del Valle, poeta mayor y extrañamente olvidado, quien conjuga de forma magistral la palabra y la imagen.
- ¿Qué opina de los talleres literarios?
- Ese es un tema que nunca me ha llamado la atención. La poesía ha sido para mí un ejercicio privado, como el amor mismo. El análisis crítico es del que lee, no del que escribe.
- ¿Cuál es su experiencia en relación con los concursos y en cuanto a la publicación de sus obras?
- He sido premiado cinco veces en concursos de poesía y cuento dentro del ámbito de la salud, sobre todo en instancias del mundo médico, y mis algunas de mis obras han sido publicadas en diarios, revistas y antologías. En 1995 fue publicado mi libro “Otros desnudos”, de poesía, y está en preparación uno de narraciones breves. Pero probablemente la mejor poesía, y la más abundante, es la que no se ha escrito. Darle a ella la posibilidad, atraparla en el papel, es una responsabilidad urgente, de todos los días.
- Hablemos entonces de las palabras que quedaron atrapadas, de esas que guarda su primer libro ¿Cómo fue el proceso de publicación?
- Una amiga me sugirió que hiciera una selección de mis poemas de amor. El trámite lo hizo ella, el pudor me había impedido por varios años hacerlo. De mis temas recurrentes -el erotismo, la política y la metafísica-, elegí el primero, el más redundante para hacer ese libro-compendio.
- Y ¿existe alguna relación entre su actividad como creador y su quehacer médico?
- Uno no puede divorciarse del entorno. No es lo mismo un poeta-médico, que un poeta-piloto o un poeta-vendedor. En esto hay que establecer algo desilusionante: la poesía no es un arma curativa del escritor, le sirve al médico pero no al paciente. No obstante, es probable que la cosmovisión del médico-poeta sea diferente a la de aquél que no lo es.
- ¿Cómo conjuga estos dos mundos?
- No se puede fragmentar el mundo, no se puede ser médico en la mañana y en la tarde poeta, no funciona así. La verdad es que siempre está todo conjugado. Lo que ocurre en mi caso, es que desgraciadamente tengo poco tiempo para atrapar mis propias frases inéditas en el papel.
- ¿Qué siente cuando ve uno de sus escritos publicado o cuando observa la expresión de los lectores al descubrir estas historias?
- En la actividad artística la vanidad es un derecho irrenunciable, que actúa como un motor. La satisfacción de ver completado un proceso que es reconocido por los demás, afianza en uno la necesidad de seguir escribiendo. Cuando la obra deja de ser inédita cobra un objetivo social inevitable, independientemente de que su interpretación suele no ser universal. En ese punto, lo más importante es que pasa a ser de propiedad del que lo lee y lo siente. La poesía es la más elevada de las construcciones lingüísticas: cualquier ejercicio narrativo en su nombre la retrotrae y la vulgariza.
- En este ámbito ¿qué proyectos tiene a futuro?
- Antes que nada, disponer cada vez de más tiempo para escribir, para evitar que los versos goteen y se pierdan. Lo próximo es publicar un nuevo libro de poesía y otro de cuentos.
